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Latinoamérica

20 de abril del 2003

Cien días cabeza para abajo

Luiz Antônio Magalhães
Correio da Cidadania
Traducido para Rebelión por Hugo Scotte

Dicen que los brasileños tienen poca memoria. Y ciertamente es posible que mucha gente ya haya olvidado las circunstancias de la elección presidencial del año pasado. Para quien no se acuerda, vale la pena por lo menos recordar la histeria que dominó al mercado financiero frente al desarrollo de la campaña electoral; a medida que quedaba más nítida la probable victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las urnas, el dólar subía, la bolsa caía y el riesgo país se disparaba. Cuando el candidato tucán (del PSDB - Partido de la Socialdemocracia Brasileña, entonces oficialista) José Serra esbozaba alguna señal de reacción (en realidad fueron pocas) en las encuestas de opinión, ocurría exactamente lo opuesto: el dólar caía, la bolsa subía y el risco país bajaba.

Durante la campaña se decía que, si Lula realmente, venciera la elección, el Brasil rompería con el FMI, quedaría aislado de la comunidad económica internacional y cerrado a los inversionistas externos y tendría dificultades en comercializar sus productos. En este escenario de horrores pintado siempre por los rumores provenientes, la mayor parte de las veces, de fuentes ligadas al mercado financiero, el gobierno de Lula era visto o como la encarnación del modelo de la Venezuela de Chávez o, revelando el "wishful thinking" de los banqueros, del modelo de la Argentina de Fernando de la Rúa. En ambos casos, la idea central era de que Lula ocuparía el sillón presidencial por poco tiempo.

Si un extraterrestre aterrizara en Brasil durante la campaña electoral, dejara el país en las vísperas de la consagración de Lula en la urnas y regresara exactamente cien días después de la asunción del ex metalúrgico como Presidente de la República, prescribiría, por cierto, la inmediata internación de los brasileños en hospitales psiquiátricos. Al final, en la fecha en que se celebraron los cien días, el nuevo presidente recibía efusivos saludos y felicitaciones de los representantes del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, la Fiesp Federación de Industrias de São Paulo) y otras entidades empresariales. Horst Koehler, director gerente del FMI, llegó a decir que Lula "tiene la credibilidad que falta un poco en otros líderes". Y, al contrario de lo que prevenían las Cassandras de turno, el Brasil no se aisló, el dólar no llegó a los cinco reais, el riesgo país no superó al de Nigeria y las bolsas de valores no vivieron momentos críticos.

Por otro lado, los antiguos compañeros de Lula, que la noche de la victoria en las urnas, conmemoraban la llegada del Partido dos Trabalhadores al poder, soñando con cambios profundos en la sociedad brasileña hacia la construcción de una sociedad socialista, hoy están decepcionados, escépticos o atónitos. Las críticas insistentes de parlamentarios de la izquierda del partido y de los sindicalistas más aguerridos de la CUT, brazo sindical del PT, revelan la decepción de estos sectores que, sin embargo, disponen de una reducida fuerza política para influir en los rumbos de la nueva administración federal.

Al fin y al cabo, el presidente Lula no se mostró, ni de lejos, un nuevo De la Rúa o derivó al estilo populista de Hugo Chávez. Hizo sus opciones y parece decidido a ser un bello representante de una naciente socialdemocracia brasileña. El tucanato (integrantes del PSDB, del ex presidente Fernando Henrique Cardoso) un día ambicionó ese papel en la historia del Brasil, pero se perdío a mitad de camino, seducido por el poder y rehén de una alianza con los sectores retrógrados de la nación. Ese papel, quién lo diría, puede caberle al PT.

El Brasil está realmente cabeza para abajo.