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Latinoamérica


5 de diciembre del 2003

Chávez y el mar bolivariano

Jose Steinsleger
La Jornada

Oleajes encrespados rompieron en el litoral marítimo chileno cuando el mes pasado, en la reunión cumbre de presidentes de Santa Cruz (Bolivia), Hugo Chávez confesó que soñaba con bañarse "...en una playa boliviana".

En el país "modelo" de la globalización y la "interdependencia", los medios oligopólicos pegaron aullidos de patrioterismo, provincianismo y chovinismo. La derecha fascista abrió una página en Internet para insultar a Chávez, y el gobierno del "socialista" Ricardo Lagos llamó "a consultas" a su embajador en Caracas con el fin de analizar el "gravísimo" incidente.

Como dirían los chilenos, Chávez "dejó la escoba". Ahora, con el espíritu latinoamericano que le caracteriza, la cancillería de Santiago tiene en qué meditar: ¿guerra contra Venezuela para dejarla sin mar, como lo hizo con aquel "indio" que era presidente de Bolivia hace 125 años? ¿ O una invitación al zambo Chávez para que en Chile siga un curso acerca de cómo excluir democráticamente a los pobres de la globalización?

Chile y Venezuela. Dos proyectos de integración. El primero, subordinado a Estados Unidos en el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), sin excluir guiñadas al Mercosur (por las dudas); el segundo, abierto a los pueblos en el Area de Libre Comercio Bolivariano de América (ALBA).

El proyecto de Chile es el de las oligarquías y las burguesías latinoamericanas que buscan la anexión con Estados Unidos; el de Hugo Chávez y la República Bolivariana de Venezuela plantea lo contrario: o los pueblos de América Latina se integran política y económicamente o aran 200 años más en el mar de la injusticia, la miseria y la opresión.

Al gobierno chileno no le gustó la caída del presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada. Sin acceso al mar que alguna vez le perteneció, el comercio internacional de Bolivia pasa por los puertos de Chile y el balance anual de las importaciones y exportaciones chilenas se benefician "pragmáticamente" en una proporción de uno a diez.

El comentario del presidente Chávez en Bolivia no removió herida alguna. Planteó, simplemente, una injusticia histórica. Lo sintomático (o mejor dicho lo enfermizo) fue la reacción desproporcionada de los medios de comunicación chilenos. ¿Olvidaron que a mediados de 1970, en un contexto subregional asolado por el terrorismo de Estado, el ex presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez había regalado a Bolivia (gobernada entonces por el dictador Hugo Bánzer) un barco mercante, el Libertador Simón Bolívar, que tuvo su puerto convencional en la ciudad de Rosario, Argentina?

Ni el general Pinochet, ni los momios, ni el exilio chileno impugnaron aquel gesto demagógico que obedecía a la megalomanía de Pérez cuando andaba de trotamundos del Tercer Mundo. Seguramente Lagos y no pocos políticos de la Concertación siguen viendo en Carlos Andrés Pérez a un "estadista" de América Latina. Es lógico: no son pocos los políticos chilenos de la Concertación que comieron de su mano.

Años más tarde, a punto de empezar la "transición" diseñada por Pinochet (y pactada con Pinochet), los políticos "democráticos" de Chile silenciaron la masacre del pueblo de Caracas (1989). Masacre que fue ordenada por Carlos Andrés Pérez, quien hoy, en calidad de prófugo de la justicia venezolana, conspira en República Dominicana contra el gobierno democrático de Hugo Chávez. Ah, pero eso sí: Chávez fue "golpista" y hoy es "populista".

En septiembre pasado, a pocos días de haberse cumplido el trigésimo aniversario del asesinato de Salvador Allende, Chile apoyó en Ginebra la condena a Cuba por "violación de los derechos humanos". La delegación de Venezuela se opuso y la diputada bolivariana Jhannett Madriz propuso un minuto de silencio para evocar la memoria de Allende.

Entonces, miembros de la delegación chilena, como el "socialista" Juan Pablo Letelier (hijo del asesinado canciller Orlando Letelier) y la "socialista" Isabel Allende (hija del mártir), reprocharon a Madriz haber "manipulado" la memoria de un chileno universal que entendía el drama político y cultural de la mediterraneidad boliviana como un obstáculo para la integración económica de América Latina.

En el acto de inauguración del Congreso Bolivariano de los Pueblos, celebrado la semana pasada en Caracas, el periodista Manuel Cabieses, otro chileno universal, supo rescatar la dignidad del pueblo chileno. Con palabras embargadas por la emoción, pero firmes, Cabieses dijo ante Chávez:

"Sepa usted, señor presidente, que somos muchos los chilenos que también soñamos, algún día, con bañarnos en playas bolivianas".

El que más aplaudió fue un invitado de honor: el niño Pedro Leonardo Gutiérrez, nacido hace siete años en la ciudad boliviana de Sucre. Para Pedro fue un día especial: vio por primera vez y se bañó en el mar. El mar de Venezuela. Un mar bolivariano.