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Latinoamérica

23 de diciembre del 2003

Cambios en Brasil: ni tanto, ni tan poco

Carlos Turdera

Restan dos semanas para que termine el primer año en que Brasil comenzó a ser administrado por un líder de origen sindical. Lejos están hoy las amenazas de caos con las que el establishment de entonces intentó torcer la elección de Lula en 2002. No menos lejos está la satisfacción popular por lo hecho hasta ahora. En un difuso juego en el que la oposición parece a veces una mera formalidad, unos y otros suscriben a la idea de que habrá poco más que reformas de aquí hasta 2007.

En los primeros días de 2004, cuando Lula conmemore su primer año como presidente de Brasil, habrá diversas fiestas en la ciudad de São Paulo, capital financiera del país y segunda en importancia política atrás de Brasilia. Algunas de estas celebraciones estarán asociadas a la más importante efeméride del Partido dos Trabalhadores (PT), su llegada al gobierno. El principal motivo de regocijo público será, sin embargo, que esta metrópoli estará cumpliendo 450 años desde su fundación.

Conscientes de que hasta ahora el tempo ejecutivo ha sido más lento que el exigido por las demandas sociales, intelligentzia partidaria y gubernamental procuran mimetizar los motivos de la celebración. Hay grandes probabilidades de que la operación resulte un éxito. Pero aún si no lo consiguieran, ahí está llegando febrero con otro gran recurso válido para unos y otros: la catarsis del carnaval.

Todo inventario es provisorio hoy, claro. Pero son bastante sugestivas algunas de las sensaciones que se perciben en el ánimo popular.

Si los cuatro años que tiene el PT para consumar su plan de gobierno fuesen comparados con las cuatro estaciones, diríase que 2003 fue un período casi otoñal, meramente administrativo. Este es un punto en el que coinciden, casi paradójicamente, los oficialistas y los todavía no decantados opositores del nuevo mapa político brasilero.

LOS UNOS...

"No esperaba algo diferente de lo que aconteció, incluso calculé que podría empeorar", dijo esta semana a periodistas extranjeros Luis Marinho, presidente de la Central Unica de Trabajadores (CUT), organización creada por el propio Lula en los años 80, a la que Marinho pretende proyectar en la región sudamericana como lo que ya es en Brasil, la mayor confederación sindical.

"El gobierno hizo lo que había para hacer: controlar la inflación, acomodar la casa y crear las condiciones para crecer", evalúa el sindicalista, en una declaración que no difiere de las que prepara el oficialismo para la incipiente temporada de balances. Pese a ello admite que "hay un exceso de conservadurismo en la política económica" y luego, como para salirse un poco del lábil rol que encarna frente a su ex-compañero de huelgas, remata con un pronóstico: "en 2004 aumentarán los conflictos entre capital y trabajo".

Reuniendo a cerca de 3.500 gremios y 7,5 millones de afiliados, la corporación ya agenda acciones conjuntas con federaciones equivalentes del Mercosur y de la Can (Comunidad Andina), e incluso de Estados Unidos, con la Alca y el FMI en la mira.

...Y LOS OTROS

Del otro lado, Sergio Haberfeld, presidente de la American Chamber of Commerce, cámara que representa en Brasil los intereses comerciales de empresas norteamericanas, se dice convencido que "desde 2005 habrá una Alca, tal vez light, pero Alca al fin y Brasil estará en ella. Luego habrá 15 años para negociar lo que quedó afuera, pero el Alca sale".

El empresario, miembro también del Consejo de Desarrollo Económico y Social, estima que 2004 será un año "fantástico" y espera un crecimiento de hasta el 4% en el PBI. Uno de los primeros ejecutivos en salir a apoyar al entonces candidato Lula, Haberfeld advierte hoy que el presidente "no debe abandonar la bandera social", debe encarar "políticas sociales" y llevar adelante una reforma "política y laboral, para no demorar el crecimiento".

Lo dice, vale destacarlo, desde la presidencia de una asociación que congrega a más de 5.700 empresas entre las que algunos nombres emblemáticos, como Ford, City Bank, IBM, American Express y General Electric, no dejan lugar a dudas acerca de su orientación.

¿QUE ES ESO COMPAÑERO?

Lula, en tanto, depura su partido de radicales, contiene un cuerpo ministerial que ya da muestras de anacronismo, renueva sus tratos con el FMI, se embarca en misiones comerciales de Estado siguiendo una ruta alternativa a la hegemonía norteamericana y acaba de obtener la primera de las reformas que fueron eje de su campaña, la reforma en el sistema previsional. Son todas medidas que tienen importancia estratégica, claro, pero nula repercusión en las calles, allí donde el otrora operario metalúrgico construyó su poder a base de una gran identificación popular.

Al terminar el primer año en que Brasil, tierra de "la última flor del Lácio, inculta y bella" (1), tuvo un presidente "a su imagen y semejanza" son exiguos los motivos para festejar. Constatar, no obstante, que está próximo el carnaval es un alivio.

Para unos y otros.

(1) La expresión es un verso del poeta brasilero Olavo Bilac (1865-1918) y es usada para designar la lengua portuguesa, considerada la última de las hijas del latín