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Latinoamérica

26 de noviembre del 2003

Bolivia, Chile e integración Latinoamericana
Chile se desmarca de América Latina

Antonio Peredo Leigue

Sabiendo que levantaría susceptibilidades, el presidente Hugo Chávez, declaró su apoyo a la reivindicación marítima de Bolivia. Lo hizo en una significativa ocasión: la Cumbre Iberoamericana que se realizó en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) y el Encuentro Social Alternativo desarrollado al mismo tiempo.

Molesto por la declaración, reiterada en tres oportunidades, el gobierno del presidente Lagos llamó a consultas a su embajador en Caracas. Esto, en lenguaje diplomático, significa la suspensión de relaciones en tanto no se supere el impasse.

El presidente de Venezuela ha dicho, muchas veces, que privilegia su relación con Bolivia. Lo hace con su habitual desapego a las normas protocolares. Pero, en este caso, va más allá de una expresión de sentimientos. Es la constatación de que una injusticia histórica es un difícil obstáculo para la integración latinoamericana.

Desencuentro centenario

Casi 125 años atrás, una guerra provocada por la política expansionista de La Moneda, cercenó los territorios de Bolivia y Perú. Éste, reivindica el morro de Arica, símbolo de su soberanía. Bolivia reclama su acceso al mar.

Una política internacional chilena de fuerza y duro razonamiento, ha mantenido tal situación sin variantes, complicando seriamente sus relaciones no sólo con Bolivia, sino con otros países de la región.

El carácter de esa política internacional tiene una sola explicación: el comercio internacional boliviano pasa, de modo casi ineludible, por los puertos chilenos. Esto hace que, los distintos gobiernos de Chile, estén dispuestos a ofrecer franquicias de tránsito, pero ningún atisbo de acceso propio al mar. Es más: confiando en que Bolivia no tiene posibilidades de trasladar su comercio a los puertos peruanos, impone duras condiciones que, en el resultado final, hacen que Chile se beneficie en una proporción de 1 a 10 en el balance anual de importaciones y exportaciones.

A partir de ese contexto, no resulta extraño que Chile se haya retirado del Pacto Andino, prácticamente en sus inicios y no haya participado en la formación del MERCOSUR, al que ahora se acerca con reticencias. Por contrapartida, se esmera en su relación con Estados Unidos, incluyendo la firma de un tratado de libre comercio que, prácticamente, es un adelanto al ALCA repudiado por grandes sectores populares en todo el continente.

La integración necesaria

Enfrentados a la globalización, los pueblos latinoamericanos están buscando su propio derrotero. Los extraordinarios adelantos científicos, las instantáneas comunicaciones internacionales, el inmenso comercio mundial, son avances que pueden beneficiar a toda la humanidad. Pero un puñado de intereses transnacionales, representados por los gobernantes de las naciones más desarrolladas, se apropió de la ciencia, de la técnica y del comercio.

En tales condiciones, América Latina no será más que botín de piratas hasta que sus materias primas no sean necesarias a la voracidad de aquéllas, en tanto sus países enfrenten ese desafío individualmente. No queda, pues, sino la integración.

Pero ésta no puede darse si se mantienen injusticias históricas como el aislamiento de Bolivia, que debe pedir permiso a Chile cada vez que importa un grano de trigo y exporta una minucia de gas.

Porque, hoy en día, el tema es así de simple: Bolivia está en condiciones de exportar cantidades considerables de gas natural y el gobierno de Chile quiere ser el socio mayoritario de ese negocio; su carta de triunfo es el acceso al mar que le quitó a Bolivia en 1879.

Para los gobernantes chilenos, la integración no pasa de ser retórica, como lo demuestra la reacción ante una declaración del presidente Hugo Chávez, que no es lírica, como pretenden algunos, sino que está asentada en la urgencia de la integración.

Ese proceso se está dando, pese a todos los obstáculos que se le presentan. El mismo gobierno chileno ha firmado una declaración del MERCOSUR que establece la necesidad de potenciar el mercado interno de los países latinoamericanos -o, al menos, las naciones integrantes de aquel- antes de concertar acuerdos comerciales con otros países. Pero, luego de firmar ese documento, Chile no ha tenido inconveniente en negociar un tratado de libre comercio con Estados Unidos. De esa manera, Chile se aísla de un concierto latinoamericano que está avanzando.