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Latinoamérica

En Bolivia se libró la primera gran batalla victoriosa contra el ALCA

Carlos Aznárez

(director de Resumen Latinoamericano)

La unidad y coraje del pueblo significó la caída del Gringo y una advertencia para sus titiriteros.
Jallalla Bolivia, gritaba la anciana campesina con su rostro color de tierra y sufrimiento, mientras la coca, su única compañera ³en las buenas y en las malas², la ayudaba a olvidar los kilómetros recorridos desde su natal Cochabamba hasta esa ruidosa Plaza San Francisco, de La Paz. Jallalla Bolivia, repetía el minero de Huanuni, sobreviviente del ametrallamiento masivo de Patacamaya, cuando con miles de compañeros marchaba pidiendo la renuncia del Gringo. Los jallalla y los vivas se entremezclan con los muera y los abajo. Hay olor a gas, a plomo y a pólvora en cada uno de los rincones de esta Bolivia insurrecta.
Estallan los ³cachorros² de dinamita y el cielo paceño se ilumina aún más.
Su azul de todos los días se convierte en arco iris de wilpalas y gritos de guerra ³por todo los que nos hicieron durante más de 500 años² . Pero también de prevención por todo lo que intentarán seguir haciéndoles en el futuro. Son decenas de miles que se dan fuerza unos con otros, los de Oruro sonríen y saludan a los del Beni, los combatientes vecinos de El Alto, que durante noches enteras aguantaron la vigilia para que el ejército asesino no pudiera repetir la violencia que repartía en las mañanas de bronca y fuego, de piedra y bala.
Son inmensamente fuertes estos sitiadores de La Paz que finalmente lograron vencer al imperio mejor armado del mundo y a su presidente títere. Porque si hay algo que queda bien en claro en esta ³batalla de Bolivia² es que aquí se le clavó una poderosa punta de madera en el pecho del ALCA. No sólo cayó el Goni, sino que el trompazo en plena jeta del imperialismo le sirvió de mensaje recordatorio al propio Bush. ³Con nuestro pueblo no se juega, gringo prepotente², decía el cartel colgado por un estudiante de Oruro, y precisamente de eso trataba el dibujo que lo acompañaba, donde una mujer campesina le encajaba una soberana patada en el culo al Tío Sam.
Disciplinado pueblo este de Bolivia, que por encima de las diferencias lógicas de sus carismáticos líderes, supieron levantarse durante un mes entero y ganar las calles. Cumplieron, casi religiosamente, un cronograma de operaciones de acción directa, teniendo en cuenta que el objetivo final era el que beneficiaría a todos los sectores sin excepción, al pueblo en su conjunto y también a Latinoamérica. Primero fueron los combativos campesinos de la Central Unica del Mallku Felipe Quispe. Ellos aguantaron las balas en Warista, pusieron los primeros muertos y clamaron al cielo contra los milicos criminales ­de color tierra como sus hermanos pero con el cerebro conectado al amo colonizador que tanto mal le ha hecho a nuestros pueblos originarios- y a partir de allí, ese rugido se oyó en todo el territorio ancestral.
Luego se sumó la histórica Central Obrera Boliviana, la COB resurgida de las cenizas de años de idas y vueltas, donde muchas veces la burocracia llegó a tumbar las ansias de lucha de sus afiliados. Y entonces, Jaime Solares proclamó la huelga general que hombres y mujeres empezaron a cumplir con gradualidad y firmeza. Desde Cochabamba y el Trópico los campesinos de Evo Morales empezaron a apretar aún más la contienda y allí también se vio la fuerza organizada del Movimiento al Socialismo. El MAS que lidera Evo, el gran partido de izquierda que, con implantación territorial, desarrolló levantamientos y marchas, inclusive en el feudo de la derecha colonial y elitista de Santa Cruz.
Qué duda cabe que fue un mes de ³Patria o Muerte². Treinta días de protestas y duros enfrentamientos contra un mandatario tan psicópata como obediente a lo que le marcaban desde Washington y Madrid, donde la Repsol insistía en que, a pesar de los 140 muertos que regaban las carreteras bolivianas, el gas debía ser exportado.
Vale abrir aquí un paréntesis: es necesario para que la memoria no nos traicione en el futuro, recordar siempre el nombre de los caídos, pero también el del gringo y los gringos que lo protegieron y el de esta empresa española ambiciosa de ganancias petrolíferas a costa del hambre de los países que le facilitan la entrada. Por salud mental, al menos, es importante no olvidar a los sicarios empresariales que alimentan los genocidios, ya sea en Bolivia como en Iraq. Son hijos dilectos de los conquistadores que hace más de 500 años masacraron a 90 millones de hombres, mujeres y niños de la tierra originaria.
Ahora, el pueblo festeja su victoria pero desconfía. No es para menos, muchas veces lo ganado en las calles se negoció y bastardeó en los despachos de los políticos. Sin embargo, la fuerza conquistada en estas gloriosas jornadas ayudan a pensar que aquí se trata de un viaje sin retorno. Se salió a pelear por el gas y algo más. Se salió a pelear por la tierra y algo más.
Se pedía la cabeza de Sánchez de Lozada y algo más. En realidad, se quería y se quiere cambiar este sistema que tantas masacres ha provocado, unas veces como dictadura militar y otras, como democracia vigilada. En eso están claros Quispe, Evo y los dirigentes de la COB, pero de ello también están convencidos los mineros, campesinos, estudiantes, obreros, y ese pueblo que conmovió al mundo.
En Bolivia no hay ­no debe haber- vuelta atrás. Lo sabe el nuevo presidente Mesa y también la embajada norteamericana. La sangre derramada no admite más dilaciones. La Asamblea Constituyente y la derogación de todas las leyes entreguistas no admiten mucha espera, porque de lo contrario el pueblo volverá a ganar la calle.
Además, esto certifica otro dato estratégico: que el contingente de la Revolución continental cuenta con otro aliado para batir al imperio y eso merece que dentro de tanto dolor y pesadumbre, se festeje el pasado 17 de octubre como otra gran victoria de los pueblos. Jallalla Bolivia, entonces, que es como decir: Jallalla hermanos de Latinoamérica. Jallalla Tupac Katari, Bartolina Sisa, Manuel Acencio Padilla, Pedro Murillo, Wilka Zárate, Inti y Coco Peredo y el mismísimo Che, que desde sus trincheras de lucha también abrazan a este maravilloso pueblo de Bolivia que nos ha llenado a todos de orgullo y ganas de seguir su camino.