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Latinoamérica

15 de octubre del 2003

Bolivia, el limite entre la democracia y el fascismo

Miguel Ángel Ferrari
Hipótesis
América latina y el mundo deberemos mirarnos en el espejo de Bolivia.

Mientras la mayoría del pueblo de un país, por diversas razones, acepta los procesos de enajenación de su patrimonio colectivo, los gobiernos neoliberales practican la "democracia". Cuando el nivel de conciencia de gran parte de la ciudadanía asciende, hasta adquirir una clara comprensión de la gravedad del saqueo al que es sometida la sociedad y se moviliza para impedirlo, el juego de la democracia se torna súbitamente en la práctica del terror por parte de las clases dominantes.

A este síndrome los argentinos ya lo conocemos. Lo hemos padecido muchas veces, pero nunca como en aquellos días de diciembre de 2001, donde las calles de nuestras ciudades quedaron regadas de compatriotas asesinados por haber tenido la valentía de negarse a soportar un día más, a esos dirigentes políticos serviles de los intereses de los grandes grupos económicos y dóciles ejecutores de las directivas provenientes desde el imperio.

Más de cincuenta hermanos bolivianos han sido asesinados desde el 20 de setiembre, la mayoría en estos últimos días, entre ellos varios niños, por enfrentar con decisión la política corrupta y entreguista del gobierno encabezado por el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, expresada por estos días en la implementación del proyecto de las transnacionales, consistente en la exportación de gas natural a los Estados Unidos sin ningún tipo de valor agregado. Los dueños de las empresas petrolíferas y gasíferas son, con pocas diferencias, los mismos de la Argentina. El presidente Sánchez de Lozada, sin ninguna originalidad, se limitó a entregar menemistamente el patrimonio de su país a las multinacionales.

Winston Churchill solía decir "la democracia es el peor de los sistemas políticos, si exceptuamos a todos los demás". Más allá del humor que lo caracterizaba y la profunda repulsa que le producía la sola idea de progreso social, el dirigente conservador británico estaba convencido de sus palabras. Pero los conservadores del presente, que en los últimos tiempos se travistieron con el ropaje criptofascista del neoliberalismo, parecen no coincidir con uno de sus paradigmáticos mentores políticos. Dentro de su concepción de que primero están los negocios, luego los negocios y finalmente los negocios, la democracia es sólo una de las formas que se puede adoptar, según convenga al objetivo más importante: los negocios.

Las clases dominantes bolivianas, a las que Sánchez de Lozada las representa con bastante solvencia, por ser uno de sus conspicuos integrantes, enriquecido él y sus antepasados con el sudor y las enfermedades de los trabajadores mineros de Oruro y Potosí, han apostado durante largas décadas a las dictaduras militares para acrecentar sus patrimonios en desmedro de la inmensa mayoría de la población, sumida en un 70 por ciento en la miseria más cruel e inhumana.

Siguiendo las palabras de Churchill, la oligarquía boliviana o "la rosca" como habitualmente la llama su pueblo, ha preferido a "todos los demás" sistemas políticos. De modo que veinte años de "democracia" no son suficientes para identificarse con ella. Es por ello, entre otras tantas cosas, que "Goni" como llaman al presidente propios y extraños, usando un familiar diminutivo de Gonzalo, ostenta el trágico galardón de ser el presidente surgido de elecciones con más muertes sobre sus espaldas. Solamente en este breve lapso de su segundo mandato carga con 33 muertes durante los sucesos del 12 y 13 de febrero de este año, cuando trabajadores, estudiantes y policías manifestaron en La Paz contra el impuesto al salario, y más de cincuenta hasta el día de hoy durante esta "guerra del gas", especialmente en la ciudad de El Alto, en "el gran La Paz".

A los demócratas de mercado no se les ocurrió abrir el diálogo con la ciudadanía para preguntarles qué opinan -por ejemplo- de este negocio del gas donde las transnacionales reunidas en un consorcio denominado Pacific LNG, conformado por Repsol-YPF, Panamerican Gas y British Gas, se proponen ganar 20 mil millones de dólares en los próximos veinte años, dejando al Estado boliviano sumas insignificantes en concepto de impuestos y regalías. No se les ocurrió, sencillamente, porque sus intereses no son los mismos que los de la inmensa mayoría de mujeres y hombres comunes sumidos en la miseria por sus políticas, siempre las mismas, ya sea en dictadura o en "democracia". Se les ocurre hoy, cuando la presión del pueblo se les hace insoportable para seguir esquilmándolo.

En cambio, actuando con el reflejo condicionado del perro de Pavlov, "la rosca" boliviana ante la voluntad inmensamente mayoritaria del pueblo en las calles, automáticamente reacciona como lo hacían las dictaduras: reprimiendo y matando.

Otro británico, pero de signo opuesto a Winston Churchill, solía decir que "el fascismo es el capitalismo que rechaza sus orígenes liberales -en el estricto sentido de la palabra, que proviene de libertad- para adaptar la estructura social de producción a aquellas circunstancias, en que la idea liberal sea política, económica y socialmente fatal para la idea capitalista".

En buen romance, lo que el laborista Harold Joseph Laski -de él se trata- se propone dejar en claro, es que los escasos y poderosos beneficiarios del capitalismo están dispuestos a todo con tal de no perder sus privilegios e incluso acrecentarlos. Si es necesario implementar el terror para disuadir a quienes se proponen un orden más justo, el terror se impone.

El terror que hoy impera en las calles de algunas ciudades de Bolivia, es el mismo terror que impera en la calles de las ciudades de Palestina, es el mismo que impera en Irak, en Afganistán, en todos aquellos lugares donde el imperio y las clases dominantes locales se proponen mantener un orden basado en la injusticia social, política y económica. A tal punto es el mismo, que ni siquiera se diferencian técnicamente en la modalidad represiva. "Hay una carnicería en El Alto", dijo el presentador de la cadena de radioemisoras bolivianas Erbol. Según testigos entrevistados, los disparos letales provinieron -dice un despacho de la agencia Bolpress- de un helicóptero militar que sobrevuela la ciudad de El Alto. Como en Gaza y en Cisjordania.

Es tarea impostergable de todo latinoamericano expresar su solidaridad con el pueblo de Bolivia, en momentos en que el gobierno de Sánchez de Lozada está acusando cínicamente a los dirigentes de la Central Obrera Boliviana, de la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia y del Movimiento al Socialismo (MAS); Jaime Solares, Felipe Quispe y Evo Morales respectivamente, de estar tramando un golpe de Estado.

En realidad, quienes están detrás de la alteración del orden constitucional son los integrantes del gobierno de Sánchez de Lozada, mediante un autogolpe de tipo fujimorista que tendría entre sus objetivos cerrar el Parlamento y aplicar una política donde el Poder Ejecutivo actúe con mano dura sin el correspondiente contrapeso legislativo.

Tampoco se descarta que los referidos líderes nacionales y muchos de los dirigentes departamentales y provinciales sean víctimas de una escalada represiva que termine con ellos en la cárcel o -incluso- que les cueste la vida. Hoy ha reaccionado el vicepresidente Carlos Mesa, diferenciándose del primer magistrado, haciendo público que no soporta tantas muertes sobre su conciencia.

Los crímenes del gobierno de Sánchez de Lozada no han podido parar las movilizaciones. Por el contrario, han avivado las llamas de esta rebelión que, cada día que pasa, eleva sus objetivos políticos. Ya no alcanza con dejar sin efecto la posible exportación de gas, con sus multimillonarias ganancias para las transnacionales y para el presidente y sus colaboradores (que -por supuesto- no lo hacen gratis), sino que la exigencia ahora llega a la renuncia del primer mandatario y la convocatoria a un referendum o de una Asamblea Constituyente con amplias atribuciones para la refundación de la República.

Las recientes masacres han dificultado todo tipo de diálogo. Los tres máximos dirigentes de esta ola masiva de protesta se han negado a establecer cualquier tipo negociación con el gobierno, por entender que esa alta instancia gubernamental ya carece de autoridad moral para sentarse a la misma mesa de los representantes populares.

Luego de actuar -desde el comienzo del conflicto- con una importante dosis de soberbia, que incluso lo llevó a decir que no renunciaría porque su esposa no quiere "dejar de ser la primera dama", Sánchez de Lozada envió una carta a las organizaciones representativas de la ciudad de El Alto, haciéndoles conocer el contenido del Decreto Supremo, que lleva el número 27.210, en el que se establece que no se exportará gas natural a nuevos mercados mientras no se realicen consultas ni debates sobre este recurso natural. En esta misma carta, el presidente invita a una reunión para este lunes (13 de octubre), al tiempo que les sugiere a los dirigentes de la protesta un cuarto intermedio en las medidas de presión que están aplicando. Horas más tarde, luego del mediodía de hoy lunes, anunció en un mensaje a los medios que no renunciará.

El de Sánchez de Lozada es un gobierno débil, pero cruel a la vez. Un gobierno respaldado por la embajada de los Estados Unidos y las fuerzas armadas bolivianas, de tristes antecedentes en la historia contemporánea. En consecuencia -en principio- no es fácil prever una rápida finalización del conflicto, lo que anuncia nuevos sufrimientos para los sectores populares.

Pero el pueblo boliviano continúa con su lucha porque sabe que "sólo es digno de libertad -como decía Goethe-, quien sabe conquistarla día a día".

Nota emitida en el programa radial "Hipótesis", LT8 Radio Rosario, Argentina, el lunes 13/10/03