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Latinoamérica

21 de enero del 2003

México: Renacimiento del movimiento campesino

Luis Hernández Navarro
Hojarasca

Lo viejo .

Por fin, desde el pasado mes de noviembre, después de nueve años de malos tratos, el movimiento campesino en México comenzó a rechazar en serio el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). No es que durante todo este tiempo no se haya quejado y rezongado de la apertura comercial pero, salvo muy escasas excepciones, la regla fue objetarla verbalmente pero no movilizarse en su contra..
Ciertamente, hubo quienes protestaron, y no sólo de palabra. Allí está el levantamiento armado del EZLN o los deudores de la banca. Pero en la mayoría del país el descontento no se transformó en acciones organizadas contra el Acuerdo. Y es que, cuando el TLCAN entró en vigor el primero de enero de 1994, los agrupamientos campesinos mejor preparados para resistirlo habían sido ya doblemente derrotados y su horizonte se agotaba en hacer de la filosofía pragmática "de lo perdido, lo que aparezca" el eje rector de su resistencia..
No es que no hayan luchado. De que lo hicieron, lo hicieron, pero, aunque ganaron algunas pequeñas batallas regionales en el Noreste y se opusieron a la apertura comercial desde 1985, no lograron mucho en el largo plazo. En la negociación del Tratado se impuso, sin dificultades, la visión de la tecnocracia salinista..
La primera gran movilización que explícitamente tuvo como objetivo frenar el libre comercio se efectuó a finales de 1985 en Sonora y Sinaloa. Allí, los herederos de las luchas de Jacinto López, campesinos que habían luchado por la tierra y organizado empresas autogestionarias modelo, tomaron la carretera internacional, los de Sonora en dirección al sur y los de Sinaloa rumbo al norte, para encontrarse el Día de Muertos en la línea divisoria de ambos estados. Protestaban porque las importaciones de soya procedentes de Estados Unidos habían derrumbado el precio de la oleaginosa dentro del país. Lograron que la Secretaría de Comercio diera marcha atrás en la apertura comercial indiscriminada de soya..
A partir de entonces, las protestas campesinas por incremento a los precios de garantía de maíz, trigo, sorgo y soya, pero también en contra del libre comercio, se mantuvieron y generalizaron hasta 1990. En septiembre y octubre de ese año se generalizó el malestar en varias regiones. Los integrantes de la Alianza Campesina del Noroeste iniciaron una huelga de hambre y miles de productores marcharon hacia la ciudad de México, conducidos por una coalición de fuerzas que, en su composición, era muy similar a la que hoy forma el movimiento El campo no aguanta más. La caminata se detuvo en la ciudad de Querétaro y resolvió algunas de sus demandas, pero no pudo modificar las orientaciones centrales de la política gubernamental. La marcha fue, hasta el levantamiento zapatista y el surgimiento del Barzón, la expresión de malestar rural organizada más importante del campo mexicano..
Cuando el gobierno de Salinas de Gortari anunció el inicio de negociaciones para pactar el TLCAN, las centrales campesinas respondieron al desafío con lentitud y timidez. Esbozaron propuestas alternativas, y, algunas como la UCD y la CIOAC, se opusieron a su firma, pero no movilizaron a sus afiliados para impedir el acuerdo. Un buen número de organizaciones sostuvo que el Tratado era ya una realidad --estuviera o no formalizado--, y que no tenía sentido desaprovechar sus posibles beneficios si ya se habían pagado sus costos..
A partir de entonces el movimiento campesino sufrió una derrota estratégica. Con muy pocas resistencias, el salinismo sacó adelante el TLCAN y las reformas al artículo 27 constitucional que cancelaron el reparto agrario y privatizaron la propiedad social de la tierra. Y se dio el lujo, incluso, de intentar, sin éxito, establecer una nueva relación entre el Estado y los hombres del campo..
Algunas organizaciones decidieron incursionar en la aventura de hacerse empresarios o morir en el intento. Siguieron al pie de la letra, sin mucho éxito, los manuales gubernamentales para el desarrollo. Otras se reinventaron a sí mismas asumiendo su piel indígena. Varias más cayeron en cartera vencida e hicieron de su indignación una poderosa fuerza. Ninguna, sin embargo, pudo modificar sustancialmente las políticas públicas que condenaron a los campesinos a dejar sus tierras y cambiar sus vidas..
Lo nuevo .
De la mano del gobierno de Vicente Fox llegaron las expresiones de malestar campesinas. Copreros, maiceros, lecheros, cafetaleros, cañeros y trigueros de todo el país comenzaron a protestar en varias regiones desde los primeros días del nuevo gobierno. Se sumaron a ellos los dirigentes de las organizaciones tradicionales, muchas de ellas ligadas al PRI, desplazados de la interlocución oficial. De manera cada vez más reiterada los campesinos comenzaron a asociar sus dificultades con la existencia del TLCAN..
Diversos factores confluyeron para estimular este nuevo ciclo de luchas en el campo. El debilitamiento del corporativismo rural y de los mecanismos de control político tradicionales en el agro facilitó la organización independiente. Mientras, la drástica disminución en los ingresos campesinos por la reducción de los subsidios --representaron el 33.2 por ciento del ingreso de los productores entre 1990 y 1994, pero sólo el 13.2 por ciento entre 1995 y 2001--, por la caída de los precios de los productos agrícolas y por la reducción de los programas de combate a la pobreza, colocó a las familias del campo en una situación límite: la migración o la protesta. Con un agravante: las posibilidades de cruzar la frontera o de obtener empleos urbanos dentro del país son cada vez más limitadas..
A la erosión de las redes clientelares tradicionales, el deterioro de los niveles de vida de las familias campesinas y el agotamiento de las expectativas migratorias se sumaron dos elementos más. Primero, el fin de la protección arancelaria de una gran cantidad de productos agropecuarios, muchos de ellos controlados por agricultores acomodados, creó un clima en la opinión pública adverso al TLCAN. Segundo, la iniciativa política de las organizaciones integrantes del movimiento El campo no aguanta más tomó por sorpresa a los funcionarios gubernamentales..
Entre octubre y diciembre del año pasado, el Congreso Agrario Permanente (CAP) fue desbordado desde la izquierda por las organizaciones que se movilizaron y negociaron con la Cámara de Diputados el incremento en el presupuesto agropecuario. Desde la derecha, la CNC desfondó al organismo techo del sector agrario que optó por acordar directamente con el gobierno federal..
Lejos de kilométricos pliegos petitorios, el El campo no aguanta más resumió sus demandas en seis propuestas para la salvación y revalorización del campo mexicano: moratoria del apartado agropecuario del TLCAN; un programa emergente para reactivar el campo; y, a largo plazo, reorientar el sector agropecuario; una verdadera reforma financiera rural; un presupuesto suficiente para el desarrollo productivo y social rural este año; una política alimentaria que garantice a los consumidores productos inocuos y de calidad, y el reconocimiento de los derechos y la cultura de los pueblos indios..
Es un programa que pone por delante la búsqueda de la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a producir sus propios alimentos por las vías culturalmente adecuadas. Un programa que defiende un modelo agrícola con campesinos y no sin ellos..
Además de su riqueza programática, el nuevo movimiento tiene un liderazgo muy calificado. Ni son todos los que están, ni están todos los que son, pero en El campo no aguanta más participan algunos de los dirigentes campesinos más honestos, capaces y responsables que se han formado en el país durante los últimos veinticinco años y que resumen más de veinte años de luchas reivindicativas, promoción de empresas campesinas y diseño de políticas públicas..
Hoy, renace un nuevo movimiento campesino. Elemento central en su refundación es su rechazo al TLCAN. Lo sepa o no, lo que lo hace posible, en parte, es la resistencia de los rebeldes en el Sureste mexicano, los mismos que se levantaron en armas hace nueve años para frenarlo.