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Internacional

Los militares aumentan la tensión

Interminable conflicto en Filipinas

Carmen A. Abubakar
Le Monde Diplomatique

Un contingente militar filipino va a sumarse a las fuerzas estadounidenses en Irak. Para la presidenta Gloria Macapagal Arroyo es el símbolo de su compromiso "en favor de la democracia y la libertad en el mundo". Pero la participación en la "lucha contra el terrorismo" le permite reprimir ferozmente a opositores y representantes de las minorías.

El intento de golpe de Estado militar en Filipinas, el 27 de julio de 2003, colocó nuevamente al conflicto del sur de Mindanao en la primera plana. El portavoz de los militares rebeldes del grupo de Magdalo (1), el teniente de navío Antonio Trillanes IV, reveló que algunos militares habían organizado en marzo atentados con explosivos en Davao, cuyos objetivos eran el aeropuerto, el puerto y varias mezquitas. El grupo rebelde acusó también a los cuadros militares de vender a las fuerzas insurrectas las armas y municiones que se utilizarían contra los soldados del ejército nacional. Es una de las razones -afirmaron los militares rebeldes- por las cuales el conflicto de Mindanao no tiene fin.

Un ex comandante del Frente Moro de Liberación Nacional (Moro National Liberation Front, MNLF), Benasing Macarambon, hoy diputado de Lanao del Sur, confirmó que desde los años setenta se habían vendido al MNLF armas y municiones. Por su parte, Ed Kabalu, portavoz del Frente de Liberación Islámico Moro (Moro Islamic Liberation Front - MILF), una escisión del MNLF, confirmó estas declaraciones. Según él, en Mindanao tanto armas como municiones son mercancías al alcance del que tenga dinero. El director del arsenal, Eriberto Marona, desmintió estas afirmaciones, calificadas de "grandes mentiras" (2).

Kabalu se felicitó de que se haya confirmado la responsabilidad de los militares en la organización de los atentados con explosivos de Davao: "Por fin se nos exculpa. Siempre hemos dicho que el MILF no tenía nada que ver con los atentados de Davao. Ahora la verdad salió a la luz. Lo celebramos" (3).

Quizás el MILF debería moderar su alegría. Si estas afirmaciones son ciertas, habría que reflexionar sobre las intenciones del ejército -y en consecuencia del gobierno: ¿ Hasta dónde están dispuestos a llegar para hacer durar las hostilidades? ¿Para qué negociar si el conflicto debe prolongarse indefinidamente?

La idea de que el ejército pretende prolongar el conflicto no es absurda. El 2 de junio de 2002, durante el incidente de Lamitan (4), miembros del grupo Abu Sayyaf consiguieron escapar de un cerco militar establecido alrededor del hospital Dr. José Reyes, donde se ocultaban con sus rehenes. El Senado y la Cámara de Representantes investigó la acusación de colusión con el ejército. Un informe preliminar de la subcomisión del Senado acerca de la defensa nacional y de la seguridad, firmado por veinte senadores, designó tres sospechosos y recomendó que fuesen juzgados por un tribunal militar. En una obra reciente, Gracia Burnham, ex rehén estadounidense del grupo Abu Sayyaf (5) acusó al ejército de ayudar y alentar a los rebeldes. Ninguna de estas acusaciones impulsaron al gobierno de Gloria Macapagal Arroyo a actuar, como lo recordaron los militares rebeldes del "grupo de Magdalo".

Recurrir a la fuerza para intentar solucionar el conflicto de Mindanao colocó a los responsables militares en buena posición en su relación con las autoridades civiles. El acceso al poder de Gloria Arroyo en 2001 con la ayuda del ejército, que le había retirado su apoyo al presidente Joseph Estrada, no arregló las cosas. A pesar de algunos golpes de Estado, ya entre 1986 y 1992 era el ejército quien, en general, había conferido estabilidad a la presidencia de Corazón Aquino. Por otra parte, la "guerra contra el terrorismo" emprendida por la actual presidenta, duplicó el peso del aparato militar.

Gloria Arroyo demostró una prudencia extrema ante los militares presentes en su gobierno. Sólo el jefe de los servicios de inteligencia militar, general Victor Corpus, presentó su dimisión. Angelo Reyes, ministro de Defensa, ni siquiera pidió ser relevado de sus funciones durante la investigación sobre el reciente golpe de Estado abortado. Hermógenes Ebdane, jefe de la policía nacional, permaneció en su cargo a pesar de la considerable confusión que causó en el país la huida de la prisión de Manila de Fathur Rohman Al Gozi, responsable de la organización Jemaah Islamiah, acusado de terrorismo.

De inmediato los moros destacaron la "fuerza razonable" utilizada, por orden de la presidencia, contra los soldados rebeldes allí parapetados. Una moderación poco habitual en Mindanao, donde se desplegaron algunas operaciones punitivas consideradas excesivas con el fin de capturar a supuestos raptores o a los miembros de Abu Ayyaf que podrían ocultarse en las comunidades moras. Los bombardeos y los ametrallamientos en tierra ponen en gran riesgo tanto a los civiles como a sus bienes. Las operaciones militares provocaron numerosas víctimas e implicaron importantes movimientos poblacionales en el centro de la isla. La "guerra total" librada por Joseph Estrada en 2000 produjo el desplazamiento de cerca de 500.000 personas. Algunas regiones de Mindanao pasaron a ser verdaderas zonas de guerra.

El gobierno de Arroyo se encuentra en una posición muy incómoda. Le es difícil predicar sinceridad en las negociaciones de paz cuando una de sus instituciones, el ejército nacional, es objeto de tales acusaciones. Los recientes acontecimientos no hacen más que inspirar a los moros una desconfianza aún mayor.

Esta desconfianza con respecto a las autoridades no data de hoy. El divorcio entre cristianos y musulmanes, entre filipinos y moros, heredado de la época colonial, ha generado estereotipos y prejuicios que siguen minando las relaciones entre ambos grupos (ver Apéndice). Por cierto, el diálogo interconfesional se prolonga en muchas regiones, pero es una idea que todavía tiene que abrirse camino en el seno de la población.

Después de la Independencia, el conflicto de Mindanao se preparaba de manera insidiosa, alimentado por una política gubernamental que trastornó profundamente la vida de los moros. En realidad consiguió la marginalización y el empobrecimiento de una comunidad antes dinámica y próspera, reducida a partir de entonces al rango de minoría. El clientelismo y la corrupción, tanto a nivel local como nacional, mantienen esta deplorable situación.

Para los moros, la vida bajo la República nada tuvo de placentera. En 1968, la masacre de jóvenes reclutas venidos de Tawitawi y de las islas Sulú para ser entrenados en la isla de Corregidor suscitó la cólera general y condujo a la creación del MNLF. Los dirigentes de la organización, como Nur Misuari, consideraron que era hora de poner fin a la colonización interior de los moros, que ya formaban una nación antes de la época colonial, y por lo tanto estaban en condiciones de afirmar su derecho a la autodeterminación. El objetivo reconocido del MNLF era la secesión y la proclamación de la República Bangsa Mora.

En aquel entonces, la situación en Mindanao se había deteriorado, debido a las depredaciones cometidas por bandas como la de los Ilaga (grupo de autodefensa cristiano) o la de los Barracuda (que agrupa a los moros), sobre el telón de fondo de la lucha por la apropiación de las tierras. La instauración de la ley marcial en 1972 encendió la mecha del polvorín. Estalló la guerra entre el MNLF y el ejército nacional.

Hubo negociaciones que concluyeron en la celebración de un acuerdo de paz firmado en 1976 en Trípoli (Libia). Este acuerdo preveía la creación de una región autónoma en Mindanao, que comprendería catorce provincias y nueve ciudades, correspondiente al territorio de la provincia mora creada en 1903 por el gobierno colonial estadounidense. Este acuerdo estuvo condenado al fracaso desde el principio, ya que el presidente Ferdinand Marcos quiso someterlo a los principios constitucionales, en un país donde la Constitución estaba suspendida y que era gobernado mediante decretos presidenciales.

El dictador Marcos no creó una región autónoma, sino dos: la Región 9 y la Región 12. Ruben Canoy, dirigente opositor de Mindanao, habló de "monotonía" regional; otros de autonomía "en los papeles". El MNLF rechazó estas disposiciones y volvió a su objetivo inicial de independencia. La intención subyacente del gobierno era acordar concesiones a los moros sin por ello modificar la estructura política o, más concretamente, sin atribuirles poder político real.

En los años sesenta había aparecido una retahíla de organismos y servicios destinados a facilitar la asimilación de los moros, como la Comisión de Integración Nacional (CIN), la que sufrió distintas transformaciones a lo largo de los años, hasta convertirse en el actual Comité de Asuntos Musulmanes (BAM). A menudo el cargo de director es ocupado por favoritismo político y se lo remplaza según el capricho presidencial. Por ejemplo, Gloria Arroyo nombró dos directores en el transcurso de un año. Esta práctica priva de continuidad a su accionar. El BAM suele ser considerado una agencia para el empleo y no un organismo para el desarrollo.

Se crearon otras instancias, como los tribunales de la sharia, la Autoridad para el Desarrollo del sur de Filipinas (recientemente suprimida) y el Banco Islámico. Este último tiene por vocación financiar el desarrollo económico de las regiones moras, pero desde su creación fue dotado con un capital que no superó los 50 millones de pesos (810.000 euros). En cuanto a los tribunales de la sharia, a menudo instalados en edificios deteriorados o en lugares distantes e inaccesibles, carecen de jueces y están imposibilitados de juzgar los asuntos en plazos razonables. Sin embargo, con una ayuda presupuestaria y administrativa más importante, estas dos instituciones podrían intervenir eficazmente.

La autonomía regional del Mindanao musulmán fue incluida en la Constitución de 1987, y desde entonces existe la Región Autónoma del Mindanao Musulmán (RAMM). Tanto el MNLF como el MILF rechazaron esta ley orgánica y siguieron luchando por la independencia. El objetivo del MILF, presidido por Hashim Salamat, sigue siendo la instauración de la República Islámica Bangsa Mora. Ambas organizaciones sólo vieron en la RAMM un nuevo peldaño burocrático.

En 1996, el gobierno y el MNLF firmaron un acuerdo final de paz que preveía un período de transición de tres años durante el cual las regiones moras deberían conocer un desarrollo intensivo. Después se realizaría un referéndum para determinar el territorio autónomo. Pero debido a la crisis financiera de 1997 faltaron los recursos necesarios para el desarrollo. El Consejo por la Paz y el Desarrollo de Filipinas del Sur, organismo que reagrupa al MNLF, a las ONGs y a los responsables gubernamentales locales, con el fin de supervisar los proyectos, fue incapaz de establecer el acuerdo de paz. Después de haberse reunido varias veces, terminó por hacer las valijas y partir.

Entonces intervino Naciones Unidas para salvar la paz, pero no se logró paliar la falta de desarrollo que padecen estas regiones desde hace décadas. Las enormes esperanzas suscitadas por el acuerdo de paz no se concretaron. La paz no produjo ningún dividendo.

En 2001 Gloria Arroyo reactivó las negociaciones de paz, pero no sobrevivieron a la actual "guerra contra el terrorismo" llevada a cabo por Estados Unidos y ardientemente respaldada por el gobierno filipino. Se acusa al MILF de tener vínculos con la red Al- Qaeda y con la Jemaah Islamiah, y después de los atentados de Davao estuvo a punto de ser considerada como una organización terrorista. Es objeto de acoso, al igual que el grupo Abu Sayyaf y el Nuevo Ejército Popular (New People's Army, NPA).

Se supone que las negociaciones se reanudarán rápidamente. En una fase inicial, el gobierno y el MILF firmaron un alto el fuego y un acuerdo que preveía la rehabilitación y reconstrucción de las regiones dañadas o destruidas durante la "guerra total". Ahora habrá que discutir a propósito de cuestiones políticas más sustanciales.

La experiencia ha demostrado que un acuerdo sólo es viable si el presidente que lo firma permanece en su puesto. Si Gloria Arroyo no se presenta en 2004, como lo anunció, ¿el acuerdo firmado con el MILF caerá en el olvido, como el de 1996? Estas incertidumbres afianzan el sentimiento de los moros de que el gobierno no es ni serio ni sincero.

Notas

1 Este nombre hace referencia a un grupo de filipinos que lucharon para liberarse de los colonos españoles en el siglo XIX.

2 Philippine Daily Inquirer, Manila, 30-7-03.

3 Philippine Daily Inquirer, Manila, 20-7-03.

4 El ejército atacó al grupo islamita Abu Sayyaf, que había tomado como rehenes a unos 200 civiles de la ciudad de Lamitan (de mayoría cristiana), en la isla de Basilan (al sur de Filipinas)

5 Gracia Burnham -misionera en Filipinas- y su marido, habían sido secuestrados por miembros del grupo Abu Sayyaf el 27 de mayo de 2001. Martin Burnham y otro de los rehenes fueron asesinados durante el ataque del ejército.



Apéndice

Cuatro siglos de opresión

La historia del conflicto de Mindanao se inició a principios del siglo XVI, cuando los españoles lanzaron desde Manila expediciones militares con el fin de someter y convertir al cristianismo a los musulmanes a quienes llamaban moros, en referencia a los moros de España. La guerra de resistencia llevada a cabo por los moros contra la colonización española duró 300 años y con frecuencia resultó feroz. El sultán Kudarat, del sultanato de Maguindanao, había comprendido bien la esencia de esta lucha, y con un discurso pronunciado en la la ciudad de Lanao los animó a proseguir su resistencia, único medio para no perder su libertad y no hundirse en la miserable condición de esclavos.

Durante este período, los sultanatos de Sulú y Maguindanao eran Estados soberanos e independientes, con territorio, cultura y religión bien definidos. El sultanato de Sulú existía desde 1450 y el de Maguindanao desde principios del siglo XVI. Lo que explica la poderosa oposición de los moros a las incursiones españolas en su territorio, destinadas a someterlos.

En 1898 España firmó el Tratado de París que puso fin a la guerra hispano- estadounidense, y cedió a Estados Unidos su territorio filipino, incluidas las zonas moras poco controladas por los españoles. Entonces la guerra entró en una nueva etapa brutal: provocó entre 200.000 y 600.000 muertos (1), hasta que en 1946 Estados Unidos concedió la independencia a los filipinos. Los moros fueron integrados a la nueva entidad política en contra de su voluntad, lo que provocó su resentimiento y explica su actual y fuerte sentimiento de alienación. Los maranaos (2) calificaban al gobierno central de "gobierno as sarwang a tao" -gobierno de los extranjeros.

Estas guerras marcaron la naturaleza de las relaciones de los moros con los colonialistas, y en consecuencia con los indios cristianizados, que son los actuales filipinos. Se definía a aliados y enemigos sobre la base de la religión. Los cristianos se convirtieron en los amigos y aliados de los colonialistas; los que no eran cristianos eran sus adversarios y enemigos mortales. Esta categorización originó en la sociedad una línea de fractura religiosa y cultural, que hasta el día de hoy nunca se subsanó realmente.

(*) Profesora y decana del Instituto de Estudios Islámicos de la Universidad de Manila (Filipinas).

Notas

1 Véase Maurice Lemoine, "Massacre aux Philippines", Le Monde diplomatique, París, mayo de 2003.

2 Los maranaos, uno de los tres grandes grupos moros, se establecieron en la región del lago Lanao.

Traducción: Teresa Garufi