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Internacional

10 de julio del 2003

Sueño intranquilo.
Vivir con el Gulag en EE.UU.

Chris Floyd
CounterPunch, 8 de julio de 2003
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

"¿Cuándo te vas a despertar
Y fortalecer las cosas que quedan?"
-Bob Dylan
El policía secreto agarró al ciudadano en su hogar. No hubo acusaciones, ni orden de detención, ni advertencias. Lo hicieron desaparecer como por arte de magia hacia una localidad secreta, nadie supo adónde había ido, por qué había desaparecido. Los agentes clandestinos lo acribillaron a preguntas, en secreto, durante tres meses. Le dijeron que si no cooperaba, lo declararían enemigo del estado -luego lo meterían en una prisión militar o en el campo de concentración del régimen y lo mantendrían allí, sin ser acusado, todo el tiempo que les diera la gana.

Allí, dijeron, languidecería hasta que se pudriera -sin supervisión judicial, sin posibilidad de apelar salvo una: un pedido de clemencia del líder no elegido del régimen. Ese usurpador, al que le gustaba que lo llamaran "El Comandante", se había otorgado la arbitraria autoridad de robarle a cualquier ciudadano su libertad y sólo él -sin tribunal, sin abogado, sin organismo legislativo- tenía el poder supremo de vida y muerte sobre cualquiera que el decretara que es un "enemigo".

Después de meses de cautividad en secreto, el prisionero -un joven camionero con un historial de problemas mentales- se quebrantó. En una sesión de un tribunal secreto, confesó que planeaba una serie de crímenes contra el estado. El éxito de esta operación clandestina fue anunciado por el jefe de las fuerzas policiales interiores del régimen. Su declaración -que un ciudadano había sido agarrado, interrogado, amenazado y que había perdido el control en secreto, sin restricción alguna de la antigua constitución del país- fue saludada con alaridos de admiración de la prensa nacional.

Sí, fue sólo un día más en el Nuevo EE.UU. -el temible, adulador, país-fortaleza creado por Bush y bin Laden. Los hechos citados -reproducidos abiertamente en los grandes medios- son las entrañas crudas de la verdad entre los pomposos vestidos de las relaciones públicas y los implantes de propaganda que enmascaran la podredumbre moral interior del régimen Bush.

Iyman Faris, un ciudadano estadounidense proveniente de Cachemira, fue aprisionado, amenazado y procesado exactamente tal como fue descrito anteriormente. El Ministro de Justicia, John Ashcroft, dijo que Faris era un agente clave de al-Qaeda, que merodeaba por las carreteras de EE.UU. en su monstruoso camión Diesel, a la busca de posibles objetivos terroristas y enviando mensajes codificados a sus nefastos controles extranjeros.

Es verdad, unos pocos agentes federales gruñeron que Faris -del que se dice que fue delatado por agentes superiores de al-Qaeda que ahora están en custodia de EE.UU.-podría no ser realmente el cerebro à la Fu Manchu de la imaginación siempre tan febril de Ashcroft. Por un lado, la principal amenaza para la Patria del camionero con problemas mentales parece haber sido un quijotesco plan para destruir el puente de Brooklyn -con un soplete. En realidad, algunas personas informadas sospechan que no es más que otra broma de los jefes de al-Qaeda capturados, que han enviado a los agentes de EE.UU. a cazar patos salvajes por todo el mundo buscando a diversos espectadores, acólitos y gente de poca monta de todo tipo.

Unos pocos días después del "triunfo" de Faris, el régimen llevó las cosas un poco más lejos, al apartar realmente a un sospechoso de terrorista del sistema judicial y al hundirlo en el limbo de la custodia militar. El estudiante graduado de Illinois Ali al-Marri había estado encarcelado desde diciembre de 2001, después que Ashcroft instruyó a sus agentes que hicieran una redada de "todo el que tenga un nombre que suene a musulmán", informa Village Voice. Después de detenerlo durante meses por acusaciones menores, al- Marri, un nacional de Qatar, fue finalmente acusado de ser un "topo" -basándose, una vez más, en afirmaciones de los bromistas de al-Qaeda que ya están con grilletes.

Pero al-Marri insistió en su inocencia, negándose a "cooperar" con los agentes de Ashcroft. Así que intervino el Comandante en persona, declarando que el bellaco era un "combatiente enemigo" aunque los agentes federales admitieron que ni había tomado las armas contra EE.UU., ni había planeado ningún ataque terrorista, según Knight-Ridder. A pesar de todo, está ahora a la merced del arbitrario tribunal caqui de Bush.

Las acusaciones contra Faris y al-Marri podrían ser verdaderas. O parcialmente verdaderas. O totalmente falsas. Nunca lo sabremos -porque todo el proceso fue ocultado de la vista del público. Pero sea cual sea el verdadero grado de culpabilidad o inocencia, los prisioneros han servido su propósito fundamental: contribuir al ataque del régimen Bush contra la agonizante república constitucional de EE.UU. Estos casos constituyen un importante paso para habituar al pueblo de EE.UU. a la idea de arrestos en secreto, de detenciones secretas, de juicios secretos y de un gobierno arbitrario de un aparato estatal militarizado -tal como la ilegal invasión de Irak los ha acostumbrado a la idea de la guerra de agresión, del asesinato en nombre del saqueo corporativo y de la ideología extremista. Un nuevo tipo de estado de EE.UU. está siendo forjado, en el que la autoridad reemplaza a la ley y la obediencia tiene más peso que la libertad.

Sí, las cosas han llegado lejos en la "Patria" en estos días. No hay protestas por los arrestos secretos. No hay protestas por los poderes dictatoriales que Bush se ha otorgado, incluyendo la autoridad de ordenar el asesinato de cualquier persona en el mundo que él designe como "enemigo".Bush incluso alardea de esos asesinatos extra-judiciales, que han incluido por lo menos a un ciudadano de EE.UU., por cierto, al Comandante le llovieron los aplausos en el Congreso cuando se rió refiriéndose a ellos en su discurso oficial del Estado de la Unión. Una vez más, de todo esto se ha informado abiertamente -pero apenas ha provocado un titileo de oposición pública.

La historia nos ha mostrado muchas veces antes este triste espectáculo, un pueblo que camina dormido hacia la tiranía y el desastre. Un pueblo llevado al aletargamiento por corrientes alternas de miedo y frivolidad, temeroso de dejar a un lado su cómoda ignorancia -su ignorancia intencionada- de los crímenes que se cometen en su nombre. Temeroso de confrontar la verdad, temeroso de luchar contra las mentiras, temeroso, por cierto, de despertar - y fortalecer las cosas que quedan.
Chris Floyd
es un columnista de Moscow Times
y escribe regularmente para CounterPunch.
Su correo es:
cfloyd72@hotmail.com