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Internacional

22 de julio del 2003

EE.UU: inteligencia y errores

Greg Thielmann
La Jornada
Desde mi punto de vista, como ex funcionario de mediano rango dentro de la comunidad de los servicios de inteligencia del gobierno estadunidense y trabajador del Departamento de Estado, creo que el gobierno del presidente George W. Bush no logró dar al pueblo una imagen detallada de la amenaza militar que representaba Irak. La culpa por esto recae parcialmente en el desempeño de la comunidad de los servicios de inteligencia, pero la mayor parte de la responsabilidad le corresponde a los funcionarios de alto rango de la administración porque hicieron un mal uso de la información que se les estaba proporcionando.

Después de tres meses de intensa búsqueda en el terreno, aún no se han encontrado las armas de destrucción masiva. Si bien la búsqueda todavía no concluye, yo tengo la plena convicción de que en marzo de 2003, cuando comenzaron las operaciones militares, Irak no era una amenaza inminente ni para sus vecinos ni para Estados Unidos. Su ejército se había agotado después de la larga guerra con Irán, también quedó severamente desgastado tras la operación Tormenta del Desierto y las sanciones económicas seguían minándolo. Por todo ello, la capacidad de estas fuerzas era mucho menor que la que tenían cuando Irak invadió primero Irán y después Kuwait.

El programa de desarrollo de armas nucleares de Irak, desmantelado en buena parte por la ONU durante la década de los 90, se encontraba inactivo. Sus programas de armamento químico y biológico, si bien eran ilegales y potencialmente peligrosos, aparentemente estaban dirigidos a desarrollar capacidades de producción de contingencia rápida y no tenían la intención de mantener reservas de armamento listas para ser usadas.

Probablemente Irak no contaba con misiles balísticos con capacidad de alcance suficiente para amenazar a centros poblacionales de Israel, Arabia Saudita o Irán.

No existe ningún patrón significativo que apunte a que Irak cooperaba de alguna forma con las operaciones terroristas de Al Qaeda, agrupación que atacó a Estados Unidos el 11 de septiembre.

Por tanto, surge la pregunta: ¿estas realidades eran comprendidas por la comunidad de los servicios de inteligencia? Mi respuesta es que algunas sí fueron entendidas. Por la debilidad que caracterizaba a los elementos militares iraquíes convencionales, el estado en que se encontraban los programas de desarrollo de misiles, la falta de una conexión significativa con Al Qaeda, todas estas áreas eran entendidas por los servicios de inteligencia y sus apreciaciones fueron transmitidas de manera detallada a las ramas Ejecutiva y Legislativa del gobierno.

Había otros temas que fueron objeto de controversia en la comunidad de los servicios de inteligencia, y esto se reflejaba en informaciones inadecuadas y en la dificultad de develar secretos muy celosamente ocultos. Ejemplo de esto era la falta de certeza respecto de si el programa de armas nucleares estaba siendo reconstituido, si Saddam aún conservaba un número reducido de misiles de amplio alcance Scud o si tenía armas de químicas o biológicas disponibles para su empleo inmediato.

Ahora bien, la ambigüedad en estos temas no fue transmitida de forma escrupulosa por los servicios de inteligencia. ¿Por qué dentro de la comunidad de los servicios de inteligencia no fuimos capaces de entender la realidad en su totalidad? Porque algunas de las características que describimos hoy hubieran sido descritas de manera un poco distintas antes de la guerra.

A veces cometemos errores honestos; basamos nuestras conclusiones en la lógica razonable, en suposiciones prudentes en torno al peor escenario posible, y también en información proveniente de fuentes que en otras ocasiones han sido confiables. A veces nuestro trabajo se ha visto influenciado por aquello que queríamos. Ocasionalmente han ocurrido errores por descuido. Pero quiero ser muy cuidadoso al separar el error de la mala intención, recordándoles que el análisis de inteligencia es un asunto muy tramposo.

Nunca se tiene toda la información que uno quiere; con frecuencia ésta es contradictoria. Como analista, es un reto muy serio traducir la información y volverla digerible para quienes no son especialistas, o inclusive, para que sea entendida por expertos reconocidos que tienen un tiempo limitado para absorber dicha información. Por supuesto, también debe esperarse que ocasionalmente haya errores. Una organización que no quiere sufrir el riesgo de cometer errores no provee un buen análisis de inteligencia y no está haciendo su trabajo.

Ahora, la razón principal por la que los estadunidenses no entendieron la naturaleza de la amenaza que Irak representaba, en mi opinión, fue el fracaso de los más altos funcionarios de la administración por hablar honestamente de los datos de inteligencia que les habían mostrado. La actitud fue: "nosotros ya tenemos las respuestas, dennos la informacion de inteligencia que respalde a esas respuestas".

Al revisar la lista de las deficiencias de la administración Bush, o de las distorsiones que ésta promovió, uno tiene que decir, en primer lugar y sobre todo, que se infló la amenaza nuclear. Como ya lo dije antes, no creo que hubiera una reconstitución o actualización activa del programa de armas nucleares. Las historias que se difundieron de esto son bien conocidas: el uranio de Níger y los informes sobre los tubos de aluminio.

Me limitaré a recordarles que muchas de las críticas a estos informes ocurrieron desde meses antes de que estos temas fueran del conocimiento público.

En el caso de Níger, es un hecho que tanto en el Departamento de Estado como en el Instituto de Investigación para la Energía Nuclear (en Moscú) se dijo desde antes de la guerra que la información era mala, y que no valía la pena invertir más tiempo en analizarla.

En el caso de los tubos de aluminio, existía una verdadera controversia, y aun así no fue descrita de manera honesta para el público por los funcionarios del gobierno. Condoleezza Rice aseguró que ese aluminio sólo podía ser usado en centrifugadoras (para enriquecer uranio). Ningún participante en los debates al interior de la comunidad de inteligencia hubiera podido jamás hacer una aseveración como esa. Medios de prensa estadunidenses citaron a un funcionario, a quien no identificaron, que dijo: "¿Pero de qué camión de nabos creen que nos hemos caído? No hay duda alguna de que esos tubos de alumnio pueden usarse en centrifugadoras de gas".

Bueno, pues sí había dudas sobre ello y fueron aumentando con el tiempo, y quienes pensaban así eran personas serias que tenían conocimientos especializados sobre ese tema.

Antes intenté diferenciar el error de la mala intención, pero también debo distinguir el error sin consecuencias de la distorsión que sí las tuvo. Y me temo que tendría que citar algunos pronunciamientos que hizo el presidente al hablar de los más flagrantes ejemplos de distorsiones que tuvieron consecuencias muy graves.

Bush dijo en un discurso a la nación, el 17 de marzo, que "datos de inteligencia recabados por éste y otros gobiernos no dejan duda de que el régimen iraquí aún posee y oculta algunas de las más letales armas jamás concebidas".

"No dejan duda". Obviamente el presidente se refería, y con toda probabilidad, al continuo interés de Irak en las armas químicas y biológicas. Asumió que existían estas armas. Pero esto no era dado por hecho al interior de la comunidad de los servicios de inteligencia.

"¿Las más letales armas jamás concebidas?" Bueno, las armas nucleares son las armas más letales jamás concebidas. Irak no tenía armas nucleares, sólo un programa nuclear que no había sido activamente rehabilitado. Yo creo que inclusive se puede argumentar que si se habla de un avión B-29 cargado con una bomba incendiaria, o de una flotilla de ellos, se habla de un arma mucho más letal que las armas biológicas y químicas de los programas iraquíes.

Está también el nexo con Al Qaeda, y sólo para darles una muestra de esto les recordaré lo dicho por el presidente Bush: "Las células terroristas y los regímenes ilegales que construyen armas de destrucción son dos caras de la misma maldad".

El presidente aseguró: "Saddam Hussein ayuda y protege a terroristas, incluidos miembros de Al Qaeda. Imagínense a esos 19 aeropiratas (del 11 de septiembre de 2001) con otras armas y otros planes, esta vez armados por Saddam Hussein".

Después, en el discurso en que puso fin a las operaciones en Irak, a bordo del portaviones Abraham Lincoln, aseguró: "La liberación de Irak es un avance crucial en la campaña contra el terror. Hemos eliminado a un aliado de Al Qaeda".

Saddam y Osama Bin Laden como aliados, como las dos caras de la misma maldad. Esto no es verdad, según todos los expertos en terrorismo en Medio Oriente con los que he hablado. Admito que no he realizado una encuesta, pero debido a que no he logrado encontrar a un solo analista que comparta el punto de vista del presidente Bush, no dudo en afirmar que ningún experto piensa así.

Y concluyo rescatando una cita del congresista Tom DeLay, quien recientemente defendió la postura del presidente haciendo notar que "es muy fácil encontrar una pequeña falla aquí y otra allá".

Bueno, pues mi respuesta a esto es que una pequeña falla de presentación aquí y otra pequeña falla allá han promovido una visión fundamentalmente errónea de la realidad, y que ha erosionado muy seriamente la credibilidad del gobierno de Estados Unidos en el mundo.

(Extractos del discurso de Greg Thielmann en la conferencia de prensa de la Arms Control Association en el National Press Club, Washington, el 9 de julio de 2003)
* Thielmann, recientemente retirado, es un veterano funcionario que trabajó durante 25 años en el Departamento de Estado. Fue director de la Oficina de Proliferación y Asuntos Militares y en la Oficina de Inteligencia e Investigación de dicha dependencia. Esta división está encargada de monitorear, reportar y analizar todo dato de inteligencia referente a una amplia gama de temas políticos y militares, y remitirlos a la más alta dirigencia del Departamento de Estado.
Traducción: Gabriela Fonseca