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Internacional

21 de junio del 2003

Etapas en el plan de conquista mundial por parte del Imperio

Simón Royo
Rebelión

La globalización no es aún un hecho pero lleva camino de serlo en el peor sentido de la palabra, ya que no vamos en la dirección apropiada para mundializar los derechos humanos y los beneficios sociales sino en la de expropiar totalmente al resto del planeta y liquidar los restos jurídico-sociales supervivientes. Si hacia 1977 quedaban todavía en el mundo unos 14 países comunistas de orientación soviética hoy sólo quedan unos cuatro, todos ellos en el punto de mira de la superpotencia reinante. Tras la caída de la URSS se desintegraron muchos sistemas socialistas de inspiración soviética en numerosos países y se mostró como innecesario el sector estatal de las sociedades capitalistas. Comenzó entonces el desmantelamiento del llamado Estado del bienestar y el fin de las hipocresías socialdemócratas, un desmontaje del que las recientes medidas políticas alemanas con relación a la supresión de los subsidios de desempleo (promovidas por Verdes y Socialdemócratas) y las recientes medidas francesas con relación al aumento de la edad de jubilación (esas, al menos, realizadas por la derecha), no son sino fases, etapas de un movimiento que sólo la Antiglobalización parece querer detener.

La tan mentada guerra de civilizaciones que profetizaba Samuel Huntington no era una descripción de lo que se estaba gestando y produciendo sino una forma ideologizada de presentar y ocultar, al mismo tiempo, un plan: el plan de conquista del mundo por parte de una única civilización y de un solo poder; el sometimiento de todas las demás formas de vida a un solo modelo, homogéneo, maquinal, mercantilista y oligofrénico. Hace falta invadir países para que retrasados mentales como los protagonistas de las películas de los hermanos Cohen o de los documentales de Michael Moore puedan echar gasolina barata a sus automóviles y recargar sus fusiles de asalto.

El proceso no puede resultar visible a corto plazo y ningún periódico lograría dar cuenta de él aunque quisiese hacer un poco más de historiografía educativa y un poco menos de periodismo sensacionalista. El proceso de conquista y constitución del Nuevo Imperio sólo resulta visible mediante una visión panóptica de la que generalmente carecemos pero que podemos con mucho esfuerzo atisbar e intentar transmitir.

Primero empezaron todos los medios de comunicación a hablarnos de Afganistán, país del que casi nadie excepto los especialistas entre las opiniones públicas del mundo desarrollado sabía nada, pues muchos ignoraban siquiera su existencia. También ignoraba la opinión pública que Reagan había llevado en los años ochenta a los talibán mata-comunistas a la Casa Blanca y que les había abrazado como luchadores por la libertad, o que la CIA formó a Ben Laden y le proporcionó los terribles misiles Scud; pero todo eso al final no importó nada, porque eso era el pasado y no el presente. Lo que se hizo para ilustrar a la ciudadanía fue lo siguiente: en breve periodo de tiempo se explicó en la prensa que había en Afganistán muchos integristas muy malos con las mujeres y que los héroes del Far West las salvarían de semejante opresión. Dicho y hecho a la propaganda siguió la guerra. Después, nos olvidamos de Afganistán y se olvidaron también los medios de comunicación de ese país devastado, que pasaron a centrarse, tras el intermedio del caso Lewinsky, en el peligro de las inexistentes armas de destrucción masiva de Irak y de la necesidad de derrocar a su terrible dictador. También ignoraba la opinión pública que Saddam fue apoyado por Occidente en la guerra que le enfrentó a Irán, pero eso al final no importó, porque eso era el pasado y no el presente. Dicho y hecho a la propaganda siguió la guerra tras el intermedio de las escandalosas elecciones estadounidenses. Se invadió Irak y ahora comenzamos ya a olvidarnos de las breves lecciones que hemos recibido de los mass media. Hemos aprendido los nombres de algunas ciudades actuales, que antes no conocíamos, o la localización actual de las emblemáticas ciudades del Creciente Fértil (Ur, Nínive, Babilonia) cuya existencia pretérita habíamos estudiado en la escuela. No ha habido ni siquiera un intermedio de amarillismo rosáceo y ya empezamos a olvidarnos de Irak y comienzan a centrarse los medios de comunicación sobre Irán.

Durante un momento hubo dudas sobre las etapas del plan imperial, que no se sabía muy bien si se dirigirían tras Irak, contra Corea del Norte, o a por Siria, Irán, Cuba o cualquier otro sitio. Cierto que el Nuevo Imperio tiene tropas en todo el planeta desplegadas en bases en más de cien países y lucha en todos los frentes a la vez. Pero hubo un momento, un segundo de incertidumbre, acerca de dónde se iba a presionar con mayor firmeza; pues aunque se presiones en todos los puntos a la vez hay cada vez un punto clave en el plan por etapas de la conquista del Mundo. Ahora no hay duda de que Irán es el siguiente en la lista, aunque Francia no esté siguiendo el juego geopolítico de los USA, lo que ya le valió una curiosa advertencia de la Consejera de Seguridad Nacional de EEUU, Condoleezza Rice: "Si Francia volviese a filosofar sobre la forma de detenernos, América no lo entendería" (El Mundo 2-6-2003. Entrevista a Condoleezza Rice: «Debemos pedir a Irán que se abra a la democracia»). Es en casos como éste cuando los eufemismos, esas bombas lingüísticas que repetidas hasta la saciedad acaban de convencernos de que un niño destripado es un daño colateral, no cesan de aparecer. Y como estamos permanentemente en estado de Sitio, dado un estado de excepción mundial permanente, los eufemismos son también permanentes. Así, abrirse a la democracia significa abandonar toda pretensión de autogobernarse y decidir el propio destino, ceder todos los recursos y las materias primas a un colonizador extranjero y poner el gobierno y el destino de la nación en manos de un virrey de los Estados Unidos, es decir, para Bush y compañía, abrirse a la democracia significa asumir el papel de súbdito colonizado y renunciar a la pretensión de detentar una ciudadanía. Por eso ahora a la invasión de países se la llama misiones de paz, a los campos de concentración se les denomina centros de acogida y a los prisioneros de guerra torturados se les califica como combatientes ilegales. Cuestión de vocabulario.

Mejores que un chiste pero que producen una risa nerviosa y no jocosa son las noticias periodísticas de hoy día, como por ejemplo la siguiente: "Blair propone centros de acogida para emigrantes fuera de la UE" (Titular de El País 19-6-2003, pág.5). Traduciendo: Blair propone que los campos de concentración de la Unión Europea se establezcan en el Norte de África o en los países del Este. Con las prisiones globalizadas de Guantánamo se abrió el precedente para la deslocalización de la tortura. Pero lo terrible es que los políticos como Blair no dicen estas cosas en broma, sino que las dicen muy en serio.

Los griegos idearon el género teatral de la comedia para poder hacer soportable el de la tragedia y si nos reímos de noticias nada risibles es para no llorar y para poner de manifiesto lo grotesco y absurdo, lo inaceptable e insoportable de las políticas imperiales. Chistes ya no se cuentan porque basta con abrir el periódico y no carecer aún del más mínimo pensamiento crítico para superar cualquier carcajada que Aristófanes pudiera arrancarnos: "Estados Unidos confía en renovar hoy por un año la inmunidad para sus soldados en misiones de paz, que no podrán ser juzgados por crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional" (El Mundo 12-6-2003: "EEUU urge a la ONU a renovar la 'inmunidad' de sus soldados"). Traduciendo: Estados Unidos pide renovar la licencia para matar de sus soldados sin que puedan ser juzgados por sus asesinatos, torturas y violaciones. Una vez que destruyan todo e invadan un país, pasarán a poner un virrey y a reconstruir algunas de las infraestructuras destruidas por ellos mismos, eso les permitirá pasar de ser soldados invasores a ser soldados en misiones de paz enviados filantrópicamente para reconstruir un país en ruinas. Los neoliberales, al ver algunos focos de resistencia y que los habitantes de los lugares conquistados cometen la desfachatez de defenderse, llegan a indignarse notablemente y a protestar de la siguiente manera: ¡Encima de que van a reconstruir un país y a curar a los heridos les disparan! ¡No hay derecho! ¡Qué gentuza! ¡Pero es que los bárbaros ya se sabe, siempre mordiendo la mano que los alimenta!… En cada afgano, iraquí, iraní o palestino hay un americano tratando de salir. La manera de que muera el asqueroso oriental que tenemos delante y pueda nacer ese occidental que todos los seres humanos llevan dentro consiste en llenarles el cuerpo de balas. De ahí la receta para occidentalizar: llénese un cuerpo de balas y de metralla, agítese al quemarlo con napalm o rociarlo de uranio enriquecido. Y después, mándese uno de nuestros médicos a recomponer los pedazos (a ser posible al doctor Frankestein) y se verá que el nuevo ser renacido comerá hamburguesas, jugará al beisbol y votará (votaría de poder hacerlo) en unas elecciones a Emperador del Mundo al partido republicano y a George Bush JR.

¡Qué bonito!… Está claro que hay una serie de etapas en el plan de conquista mundial por parte del Imperio y aunque nos las dejan ver de una en una cuando ya las tenemos encima eso no quiere decir que no se hayan decidido ya muchas de antemano y que no se haya empezado a laborar en ellas. Lástima que no dejen las multinacionales que el mercado se autorregule, otro eufemismo, pues lo que un neoliberal llama la ausencia de intervención estatal y autorregulación espontánea del mercado para asignar a cada uno lo suyo, significa, traduciendo: cumplimiento a rajatabla de la planificación del complejo industrial militar que gobierna ahora mismo el planeta.

El desierto crece, la máquina nihilista del capitalismo hegemónico avanza y semejante Goliat no encuentra aún su David. Asistimos a la planificación calculada al milímetro de la conquista del Mundo y si no empieza Europa, en serio, a filosofar, la propia ciudadanía de Estados Unidos, de verás, a protestar y los demás países del mundo - ellos sí que están dando batalla- no siguen creando más focos de resistencia, acabará no habiendo ya nada que defender. Hay que planificar las etapas de la resistencia y anticiparse a los movimientos de los conquistadores.