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Internacional

22 de mayo del 2003

La guerra como política económica

La Vanguardia

Más de un 48% del presupuesto de Defensa de EE.UU. se reparte entre empresas privadas Preguntado recientemente sobre si iba a centrarse más en la política nacional, ahora que la guerra empezaba a tocar a su fin, el presidente Bush replicó: "Seguiré haciendo lo que he estado haciendo hasta ahora, trabajando por nuestra economía".

Aunque es improbable que su paquete fiscal de varios centenares de miles de millones dólares - basado en la supresión del impuesto sobre los dividendos y distribuido en un periodo de diez años- vaya a reportar ningún beneficio fiscal, Bush decía la verdad. En su mundo, y en el de sus cohortes, la política militar y de defensa es política económica, el tipo de política que conviene a las corporaciones y a sus bancos de Wall Street. Cuando terminan sus mandatos, los políticos estadounidenses tienden a saltar del Capitolio a las salas de los consejos de administración de las corporaciones. Esta trayectoria ha sido particularmente bien utilizada por la élite de la Administración Bush II. Sus miembros han colaborado con cinco presidentes republicanos y con cientos de directivos empresariales e integrantes de los consejos de administración.

Por lo tanto, no sólo se trata del grupo más rico de políticos veteranos, colectivamente diez veces más ricos en términos de patrimonio personal que el equipo equivalente de asesores del anterior presidente Clinton, sino que se trata del más adepto a la llamada política de la puerta giratoria - pasando de la política a los negocios- una práctica que está poniendo mucho dinero ligado a contratos relacionados con Iraq en manos de unas pocas y selectas corporaciones.

Halliburton, la antigua empresa del vicepresidente Dick Cheney, cazó el primer gran contrato de la guerra del Golfo II sin un proceso previo de licitación. La excusa del cuerpo de ingenieros del Ejército fue que Halliburton tenía apropiadas acreditaciones de seguridad, pero de hecho tiene un acuerdo con el Departamento de Defensa desde hace mucho tiempo.

Este tipo de acuerdos sin límites fijos permiten que el Gobierno solicite sus servicios en cuanto considere que existe una emergencia. Acuerdos similares son los que facilitan que otras corporaciones de Estados Unidos que reciben favores políticos estén trabajando en Iraq sin haber obtenido formalmente nuevos contratos. Por ejemplo, WorldCom, ahora llamado MCI para esconder su vergüenza, ha ofrecido empleos de seis meses para trabajos en Iraq, cumpliendo acuerdos y contratos en vigor. Con una infraestructura de telecomunicaciones bombardeada, se estima que los costes para reconstruirla en Iraq superan los 1.500 millones de dólares.

El Consejo Político de Defensa, un conglomerado de la élite política y empresarial, escogido a dedo por el vicepresidente Dick Cheney, también tiene sólidos vínculos con Wall Street. El anterior presidente del Consejo Político de Defensa, Richard Perle, ofrecía consejos a clientes de Goldman Sachs sobre las oportunidades de inversión en la posguerra antes de que ésta empezase oficialmente.

El antiguo secretario de Estado Henry Kissinger se sienta en el consejo internacional de JPM Chase y también en el Consejo Político de Defensa. El consejo fue creado como foro para que líderes de los negocios y cargos públicos asesoraran a los altos directivos de JPM Chase sobre sus negocios globales incluyendo sustanciales inversiones en Oriente Medio.

El presidente del Banco Internacional Saudí, Sheikh Mohamed Ali Abalk Hail, también es miembro del consejo. Y además tenemos a Bechtel. Cuando la Agencia norteamericana de ayuda al desarrollo Usaid adjudicó el primero (de muchos) contratos para la reconstrucción de Iraq a Bechtel, no fue una sorpresa. Incluso el responsable de Usaid, Andrew Natsios, tiene vínculos con Bechtel desde hace tiempo. Presidió la Comisión Turnpike de Massachusetts que dio a Bechtel el contrato "Big Dig" cifrado en 10.000 millones de dólares.

Pero éste es sólo el principio de la red de influencia de Bechtel. Otros ejecutivos y antiguos ejecutivos de Bechtel también tienen relaciones amistosas en Wall Street. El presidente ejecutivo Riley Bechtel, miembro del consejo asesor de Bush sobre Exportaciones (un quién es quién de los presidentes ejecutivos americanos como Goldman Sachs, Exxon-Mobil y otros), está en el consejo directivo de JPM Chase. Recibió más de 7.000 opciones sobre acciones de JPM Chase en febrero. El antiguo ejecutivo de Bechtel, Ross Connelly es el jefe operativo de la Overseas Private Investment Corporation (OPIC) (Corporación para la Inversión Privada en Ultramar). Y no sólo es JPM Chase quien se beneficia de los conocimientos de los miembros del consejo político de defensa o del consejo para la exportación. James Schlesinger, quien en el pasado fue secretario de Estado, secretario de Defensa y responsable de la CIA, es uno de los principales consejeros del banco de negocios Lehman Brother's.

En una entrevista con Fortune Magazine en noviembre del 2002, Rumsfeld explicaba su punto de vista sobre la política fiscal. "La única y más importante cosa para la prosperidad económica del pueblo norteamericano es un mundo estable. Podemos gastar cualquier cantidad de dinero en defensa nacional para conseguir ese mundo estable" que queremos. Traduciendo aproximadamente, esto quiere decir que sin más gasto militar, la gente no comprará todoterrenos.

Más de un 48% del presupuesto de Defensa de Estados Unidos en el 2001 y el 2002 fue repartido entre corporaciones privadas. Se trata de una transferencia directa de impuestos estadounidenses hacia compañías privadas mientras la economía se deterioraba y el Congreso ni tan siquiera podía ponerse de acuerdo para ampliar la cobertura del seguro de paro.

Y no sólo eso, 76.000 millones de dólares o el 25% de ese dinero fue a parar a 28 compañías relacionadas con nueve miembros del Consejo Político de Defensa. Por muy poderosos e incompatibles que sean esta gente y sus actividades, de hecho, tan sólo se sientan en un consejo asesor.

Pero no es necesario viajar tan lejos del círculo interior para ver conflictos de intereses reales. Dos de los hombres que controlaban la mitad del presupuesto de defensa, el secretario de las Fuerzas Aéreas, James Roche, y el anterior secretario de la Armada, Gordon England, provenían de compañías líderes en contratos de Defensa, Northrop Grumman y General Dynamics. Estos dos hombres, a cambio, concedieron un 9% de sus presupuestos a sus anteriores empresas.

Varios miembros de la Administración Bush declararon en reiteradas ocasiones que Iraq es un país rico y que los ingresos derivados de su petróleo pagarían los costes de la reconstrucción.

Por tanto, repartiendo Iraq en pedazos de contratos corporativos, en los cuales prácticamente cada industria norteamericana tendrá una oportunidad de embolsarse unos cuantos millones o miles de millones de dólares, es lo auténticamente esencial de la política económica nacional de la Administración Bush. Se trata de otra versión de la expansión corporativa global y sin trabas que tanto desean las compañías y las firmas de Wall Street involucradas. Para los contratos de reconstrucción, Bechtel; para los pozos petrolíferos, Halliburton; telecomunicaciones, Qualcomm; armas, Lockheed Martin, Boeing o General Dynamics; seguridad sobre el terreno, CSC-Dy-Corp; tecnología para el nuevo orden militar, IBM o EDS. Estados Unidos está plagado de corporaciones que se benefician de los botines de la guerra. La única industria que no está envuelta en la bonanza de contratos es, hasta ahora, la del "fast-food". Pero esperen, ya le tocará a McDonalds.

Esta guerra no ha sido sobre petróleo hoy. Ha sido sobre pagar hoy por el petróleo de mañana. Ha sido sobre dinero movilizado por la promesa de una riqueza futura y de un control ulterior, financiada con un déficit enorme mañana. Igual que los años noventa se caracterizaron por llenar los bolsillos de los ejecutivos a expensas de los accionistas, trabajadores y una creciente deuda empresarial (hoy en suspensión de pagos), esta guerra radica en aumentar la deuda de Estados Unidos para llenar hoy los bolsillos de las corporaciones.

El resultado neto es una transferencia directa de dinero desde el pueblo a la élite. Gente poderosa con acceso sobre el flujo de la información ganando dinero a expensas del resto de la población. ¿Suena como Enron? ¿WorldCom? ¿Global Crossing?¿O como hoy el despacho oval haciendo negocios en Iraq?