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Internacional

1 de diciembre del 2003

Georgia: Ni "revolución de terciopelo", ni golpe de estado; Golpe palaciego.
"Esta gente es capaz de cualquier cosa"

Viacheslav Titokin
Sovietskaya Rossia. Traducido para Rebelión por Josafat Sánchez Comín

Con el paso de los días se va aclarando el intríngulis del derrocamiento del presidente de Georgia, Eduard Schevarnadze. Bajo el aspecto de una revolución popular, de una "revolución de terciopelo", lo que ha tenido lugar ha sido un golpe palaciego. Un grupo más joven y con claras tendencias proamericanas ha echado de palacio a la vieja guardia. Para lograrlo han sabido hábilmente utilizar en su beneficio el descontento popular y la penosa situación en que se encuentra la mayoría de la población.

Detrás de todos estos acontecimientos, no cabe duda que han estado los americanos. Hacía tiempo que se habían dado cuenta de que Schevarnadze, ya no daba más de si, que su latrocinio desenfrenado estaba llevando el país a la catástrofe. No es que los EE.UU. se sintieran conmovidos por la situación del pueblo georgiano. Simplemente han elegido Georgia como su palanca de apoyo en la región del Caúcaso. La inestabilidad en el país suponía una amenaza para sus intereses estratégicos. Por eso esperaron el momento más adecuado para sustituir al hundido Schevarnadze, por alguien igual de proamericano, pero con la reputación más limpia.

Ese momento se ha producido en estos últimos días. Schevarnadze no ha sabido jugar sus cartas después de las elecciones. La situación se le había ido de las manos, y los EE.UU. no han dudado ni por un momento en quitarle del medio. Al fin y al cabo ya había cumplido con su parte.

Se podría decir que los EUA le han estado empujando hacia la salida. ¿Porqué las manifestaciones que parecían haber cesado, resurgieron con nueva fuerza? ¿Qué hizo que se despertara la ira del pueblo, que hasta el momento no había dado excesivas muestras de actividad? ¿No habrán tenido algo que ver los nuevos estímulos (monetarios) en la reactivación "de la calle", y en el giro radical de la posición de la policía? Tan pronto tenían rodeado el parlamento con varios cordones policiales, que ni un ratón hubiera pasado, como dejan paso a la multitud para que se desahogue a su gusto destrozando el parlamento. ¿Como pudo ser? Si esto esta realmente originado por esos "estímulos", ¿de donde han salido? ¿De los baúles de la embajada de los EE.UU. en Tbilisi, o de los bolsillos de gente "con autoridad", que decidieron apostar por un nuevo y más joven caballo?

No ha faltado quien quisiera establecer comparaciones del derrocamiento de Schevarnadze con el golpe de estado en Yugoslavia en octubre del año 2000. Exteriormente, sin duda se parecen: elecciones, asalto del parlamento. Pero en esencia son radicalmente distintas. Yugoslavia durante diez años estuvo sometida a un bloqueo. Miloshevich estaba fuertemente presionado desde occidente y desde la propia Rusia (azuzada por los EE.UU). Georgia al contrario ha contado con la bendición de Clinton, de Busch, de Yeltsin y de Putin. Sin embargo la técnica del golpe si que ha sido copiada hasta el mínimo detalle, calcada al milímetro con la de Belgrado. Hasta los camiones con piedras para enfrentarse a la policía. Al fin y al cabo los directores de estos "espectáculos" siguen siendo los mismos. El actual embajador de EE.UU en Georgia, Richard Mails, trabajaba en los Balcanes en el 2000. Por lo visto, parece ser que en todos los lugares en los que ha trabajado, ha acabado habiendo golpes de estado.

El cuadro completo de los acontecimientos en Tbilisi, especialmente de los resortes internos, ocultos, los acabaremos por conocer de aquí a un tiempo. Pero lo que debemos preguntarnos es que va a suceder a partir de ahora. No hay ninguna diferencia entre los viejos y los nuevos líderes de Georgia. Nada va a cambiar. Ni la política socio- económica, ni el curso en política exterior. Continuará la misma economía "de mercado" y latrocinio, seguirá la venta a occidente de su situación geoestratégica y la siembra de la rusofobia para conseguir la "ayuda occidental". Es decir, Georgia continuará descomponiéndose. Con mayor fuerza si cabe. Ya se han robado todo lo que había por robar, la nueva élite no tiene experiencia para dirigir el país y los viejos cuadros de Schevarnadze seguirán actuando bajo cuerda, haciendo el mayor daño posible. Abjasia, Osetia del Sur, y puede que Adjaria, harán lo posible por reforzar su ya de facto independencia.

Pero el pueblo exige cambios a mejor. ¿Qué tiene pensado hacer la nueva dirigencia? Como de costumbre irán a mendigar a los americanos. Estos, darán algo para que se asienten. Para que puedan celebrarse elecciones (por supuesto teledirigidas) y para que no les echen del poder cuando menos en los próximos 6 meses. Para luego proponerles que se las apañen solitos. No me cabe ninguna duda de que Tbilisi volverá la vista a su habitual fuente de "alimentación", a Rusia.

A corto plazo asistiremos a declaraciones, donde se nos diga que todos los pábulos sobre su proamericanismo, no son sino patrañas, y que ellos son más prorusos que G. Busch y C. Rice juntos, y que siempre han sido seguidores del "Spartak" y no del "Dinamo" (de Tbilisi). Nos hablaran de la amistad indestructible entre los dos países, al tiempo que reclamaran energía eléctrica barata, gas, petróleo, nuevos plazos para el pago de la enorme deuda pendiente etc. Se espera que el Kremlin vuelva a rascarse los bolsillos (y ya hemos perdido la cuenta) y financie este protectorado americano en el Caúcaso.

¿Y que pasa con Moscú? La caída de Schevarnadze parece que ha pillado completamente por sorpresa al Kremlin. Allí estaban plenamente convencidos de que el "zorro blanco" como de costumbre se las podría apañar. El que ocultase los resultados de las elecciones no pareció inquietar a nadie en Moscú. Las maquinaciones con la "voluntad popular" es un instrumento tan manido de la élite gobernante en Rusia, que nadie pareció prestar atención a las manipulaciones en Georgia. Por cierto, esto de un modo indirecto, nos da una idea de las intenciones del Kremlin en relación con las futuras legislativas del 7 de diciembre en Rusia. Lo que nos ayudaría a entender la nerviosa reacción a los acontecimientos en Georgia.

En el Kremlin siguen sin explicarse que ha pasado. En Tbilisi Schevarnadze ya estaba contra las cuerdas, y en Moscú Zhirinovsky y Rogozin por la radio continuaban convenciendo a la gente de que "no es tan malo el diablo, como lo pintan". El pueblo como de costumbre, entiende lo que pasa mejor que los políticos. El 42 % de los radioyentes se pronunciaron en apoyo de Schevarnadze frente al 58% en contra. Mientras la camarilla del Kremlin ya había decidido salvar el pellejo del arruinado líder de Georgia. Total, tanto unos como otros son proamericanos.

El ministro de exteriores de la Federación Rusa I. Ivanov fue enviado a Georgia para sacarle las castañas del fuego a nuestro "aliado", que una vez más volvía a especular con las ocultas, pero objetivas , y por eso completamente reales contradicciones ruso-americanas en la región. Por lo visto el líder de Adjaria, A. Abaschidze, de visita en Moscú, había hecho llegar a Schevarnadze la promesa de que se iba a reformar y no iba a hacer más la puñeta a Rusia. En Moscú, estaban deseosos de dejarse embaucar con las buenas intenciones de Schevarnadze, y con gusto se dejaron engañar.. Sin embargo, mientras Ivanov volaba hacia Tbilisi los "titiriteros entre bastidores" del espectáculo político, decidieron no arriesgar más y poner punto y final al mandato de Schevarnadze.

El explosivo (en forma de muchedumbre enfurecida) cumplió su cometido, y la tarea de Ivanov quedó reducida a que la onda explosiva y la metralla, no hiriese a nadie en especial.

Esto interesaba plenamente y a los americanos. Demasiados problemas tienen ya, como para tener que ocuparse de Georgia. La poco perceptible, pero más que real guerra en Afganistán; la muy perceptible guerra en Irak; la espina permanente del conflicto palestino-israelí; las tensiones con Irán. Solo les faltaba al Departamento de Estado y al Pentágono, tener que meterse en una Georgia convulsa. No era un plato del agrado de los americanos (más aun teniendo en cuenta su lamentable reputación). Y aquí es donde entra el "ángel salvador" (de los americanos, de Schevarnadze y de los "golpistas") : el ministro de exteriores ruso. A todos supo calmar y hacer entenderse, poniendo las bases para el traspaso pacífico del poder de un grupo proamericano a otro. No creo que Ivanov fuese consciente de que iba a asegurar los intereses de los EE.UU. Pero que el resultado objetivo fuese ese, no admite discusión.

Así se explicaría que Putin se viera obligado a volver sobre sus propios pasos, haciendo al día siguiente unas duras declaraciones, donde prácticamente se desaprobaba el "éxito" de las gestiones de su ministro de exteriores.

La declaración venía a decir que Rusia solo mantendrá contactos con un gobierno legalmente elegido y que , siendo que Georgia recibe mucho más de Rusia (de sus compatriotas) que de occidente, a los nuevos líderes del país no les quedará otra que tener en cuenta los intereses rusos. (Aunque los hábiles cabecillas de Georgia pueden utilizar esta intervención para pedir de los EE.UU. más ayuda.)

Mientras en Moscú continúan asegurando, que Rusia esta preocupada por la desestabilización de Georgia, y que está interesada en el mantenimiento de su integridad territorial. Y aquí surgen de nuevo varias interrogantes.¿Porqué habríamos de estar intranquilos e interesados? Estamos interesados en que Georgia sea un país amigo de Rusia, y preocupados porque las fuerzas que han llegado al poder son manifiestamente antirusas. Georgia se ha convertido en el principal aliado de los EE.UU en el Caúcaso. Allí se estableció (y puede que se mantenga) la retaguardia de los activistas chechenos. ¿Nos conviene que este punto de apoyo de la retaguardia sea estable?¿las divergencias y titubeos en Georgia, debilitan o refuerzan esa base de apoyo? La respuesta es evidente.

En lo que respecta a la integridad territorial, tanto la actual como la anterior dirigencia en Tbilisi han hecho todo para desprenderse de Abjasia y Osetia del sur y asustar a Adjaria. En Osetia del sur el 66% de la población son ciudadanos de Rusia. En Abjasia en una proporción parecida. ¿Por qué habríamos de preocuparnos de la integridad territorial de Georgia si la población de estos territorios aspira a integrarse en Rusia?

¿Cómo se comportará el gobierno ruso en adelante? ¿Apoyará las aspiraciones de Abjasia y Osetia del Sur a reforzar su alianza con Rusia? Dentro de 45 días se celebrarán las elecciones al parlamento y presidenciales en Georgia. Como candidato a presidente por las fuerzas más prooccidentales, se adivina la figura de Mijail Saakaschvili, licenciado por la Universidad de Columbia y casado con una holandesa. Las fuerzas más inclinadas a preservar la amistad con Rusia, también tienen a sus líderes reconocidos. Se trata de Jumber Pataschvili, antiguo primer secretario del CC del PC de Georgia, e Igor Georgadze, en época soviética, oficial del KGB, y tras la caída de la URSS, ministro de la seguridad del estado en Georgia.

¿Apoyará Moscú a las fuerzas orientadas hacia Rusia? o ¿de nuevo hará ver que la disyuntiva es entre lo malo y lo peor?. Aquí quedará al descubierto la posición real de Rusia: o continuar con la comedia, haciéndole la cama a los americanos, o restituir la influencia rusa en el Caúcaso. Por lo que parece en el Kremlin se van a abstener de apoyar a Pataschvili y Georgadze (bajo el pretexto de no injerencia en los asuntos internos de Georgia). En el trasfondo del pragmatismo de la política exterior subyace la carga ideológica. (El padre de Georgadze es el líder del Partido Comunista de Georgia.)

¿Cambiará a mejor la vida de la población tras el golpe? Es algo más que dudoso. Por eso lo que hemos visto hasta ahora todavía no es la ópera. Se trata solo de la obertura, anticipadora del comienzo de la acción.