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Internacional

23 de diciembre del 2003

La censura en el "país de las libertades" (III)
La mentira en quiebra


La Jiribilla

Decididamente la mafia miamense no consigue de ningún modo limpiar su sucia imagen. Cuando por fin lograron llevar los Premios Grammy a esa ciudad, «la capital de la música latina», la negación, por parte de sus organizadores, a que los músicos cubanos acudieran al evento, evidenció que si de algo era capital esa urbe, era de la intolerancia.

Otro tanto sucedió con la reciente reunión del ALCA que pretendió destacar la importancia geográfica de dicha ciudad en la anexión de Suramérica. En tal ocasión, tras la fuerte arremetida policíaca contra los manifestantes en contra del ALCA, lo único destacado fue la represión.

Luego de tantos papelazos seguidos, los mafiosos debían asumir la realidad tal cual es.

Por ejemplo, muy bien podría denominársele a Miami la capital del chantaje. Tras amenazar al presidente Bush con que si no aumentaba las presiones contra Cuba no habría fraude electoral a su favor, lograron sacarle a la USAID, 7 millones de dólares para la «transición» de sus negocios.

Ahora, tratan de hacer algo similar con el actor argentino Guillermo Francella a quien el canal de televisión de Miami WDLP TV Canal 22 decidió suspenderle el programa televisado Poné a Francella por haberse reunido con el presidente cubano Fidel Castro en La Habana. La prohibición, dijo un comunicado de la emisora, se mantendrá hasta que el actor «defina su posición respecto al régimen castrista.» Podría llamarse también la capital de la censura. Además de sacar a Francella del aire por respeto «a los sentimientos anticastristas», o de dejar cesante al periodista Max Castro en El Nuevo Herald por su posición moderada respecto al tema cubano, ahora resulta que hay hasta quien se indigna porque en La Habana ocurre lo contrario.

La posición cubana en materia de cultura tiene ofendido a alguna que otra beata dama de los improperios y hasta al último de los «presidentes» con nomina en la CIA. Las razones de su arrebato no son ningún misterio. Sin duda, hay quien teme que la verdad ponga en quiebra el rentable negocio de la mentira.