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Internacional

16 de diciembre del 2003

La captura de Sadam Hussein

Júbilo en el imperio


Lisandro Otero
Rebelión

La captura de Sadam Hussein en Iraq ha sido anunciada por las fuerzas de ocupación con el júbilo de quien proclama una meta alcanzada. Algunos creerán que la candidatura presidencial de Bush está seguramente encaminada hacia un segundo mandato después de este triunfo. Piensan que en la mente del elector norteamericano los reveses de las tropas estadounidenses, la ira con que el pueblo iraquí los repudia, podrán ser fácilmente borradas con este suceso.

Los que así piensen creen, erróneamente, que la resistencia patriótica iraquí es la obra de un solo hombre, que la cólera colectiva de una nación esta inspirada por un centro único. No se percatan que la ira nacionalista de un país que se siente sojuzgado por una ocupación inicua no se extinguirá por la pérdida de uno sus dirigentes. Las fuerzas invasoras atribuyen a la orientación de Sadam Hussein los atentados recibidos por los centuriones del imperio, sus helicópteros abatidos, las bombas que estallan junto a los muros de sus cuarteles. No saben que probablemente Sadam tiene poco que ver con todo ello. Que la reacción indignada del pueblo iraquí esta motivada por la violación brutal de su soberanía y no por la lealtad de los iraquíes a un tirano que demostró no tener la estatura necesaria en un instante crítico de la historia.

Las masas populares son el motor principal del desarrollo histórico, sin negar por ello el papel del individuo. Los que exageran la misión de la personalidad creen que si Cristóbal Colón no hubiera nacido América seguiría sin ser descubierta y que si Watts no hubiese ideado la maquina de vapor el ser humano seguiría viajando en carretas. En determinadas circunstancias el protagonista histórico surge como resultado de un conflicto que reclama la aparición del dirigente. De no haber nacido Napoleón, otro se hubiera encargado de institucionalizar las ideas de la Revolución Francesa y oponerse a las monarquías de derecho divino.

Sadam Hussein demostró no tener el temple necesario para dirigir a su pueblo por la manera fácil en que rindió su poderoso ejército, casi sin combatir, ante los invasores estadounidenses. Sadam Hussein tenía a su disposición el cuarto ejército del mundo. Disponía de las últimas tecnologías coheteriles. Oprimió brutalmente a su pueblo. Durante muchos años fue un aliado servil de los gobiernos en Washington. Igual que Noriega, igual que Osama Bin Laden, colaboradores de los objetivos del imperio que los hizo a un lado cuando ya no eran útiles y se tornaron enemigos.

La idiosincrasia agresiva de Sadam Hussein se puso de manifiesto en 1980, cuando bombardeó la refinería de Abadan, iniciando así una guerra insensata contra Irán de ocho años de duración. Volvió a verse en su ataque con gases tóxicos a las rebeldes minorías kurdas, en 1988, lo cual también hizo contra los chiitas del sur. La invasión a Kuwait fue una bravata concluida en el ridículo. Hussein anunció "la madre de todas las batallas" y terminó humillado con la madre de todas las derrotas. Su ejército perdió cien mil hombres y la mayor parte de su equipamiento en pocas horas. Fue una catástrofe como ha habido pocas en la historia militar.

Iraq pudo ser un importante enclave en el despertar islámico a los adelantos de nuestra era, a una sociedad mas abierta y moderna, pero terminó siendo un país cerrado y totalitario en manos de un inescrupuloso y sanguinario tirano. Dedicó las vastas riquezas de su país a comprar cañones en lugar de leche, libretas y lápices para sus niños. Se hizo erigir estatuas y palacios fastuosos. Gastó su presupuesto en tanques en lugar de abrir universidades, derrochó en fusiles en lugar de adquirir libros Ha caído sin gloria. No merece clemencia ni memoria.

gotli2002@yahoo.com