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Internacional

26 de noviembre del 2003

Una decisión histórica

Elecciones y gays

Lisandro Otero
Rebelión

Un nuevo problema se está definiendo para Bush durante la inminente campaña electoral, el de los homosexuales. La Corte Suprema de Massachussets acaba de dictaminar que las parejas gays tienen derecho a contraer matrimonio legal. Basó su fallo en la Constitución de ese estado de la Unión Americana que determina que no puede haber ciudadanos de segunda categoría que no tengan los derechos que asisten a los demás. Fue adoptada por una mayoría de cuatro votos contra tres. La decisión incluye el derecho de las lesbianas a contraer matrimonio. De acuerdo con la estructura judicial de Estados Unidos esta medida no puede ser revocada por la Corte Suprema Federal. El gobernador de Massachussets, un republicano, se opone a esta legislación. Treinta y siete estados de la Unión Americana han promulgado leyes que definen el matrimonio como exclusivamente heterosexual. Sólo en el estado de Vermont se permite la unión civil entre personas del mismo sexo.

Esta nueva disposición permite a los gays que contraigan matrimonio poseer propiedades en conjunto, adquirir seguros de vida y de salud familiares y adoptar niños. La decisión desató una tormenta de protestas de grupos religiosos y de la ultraderecha conservadora. Algunos se pronunciaron a favor de impulsar una ley federal que prohíba los matrimonios del mismo sexo en todo el territorio estadounidense. Por su importancia el tema de los derechos homosexuales va a convertirse en un tema de frecuente discusión en la acción de proselitismo que se avecina con vista a las elecciones del 2004. De ser un asunto social, o moral, se ha convertido en un problema político.

Esta tormenta comenzó con la decisión de siete parejas gays de contraer nupcias y su apelación a los tribunales para que se les permitiera hacerlo. Una de las parejas está constituida por dos lesbianas, de 67 y 62 años, que han vivido en compañía durante 32 años. Una alianza tan firme como la de cualquier matrimonio ordinario.

El pasado mes de junio la Corte Suprema Federal derogó la ley de Texas que ilegalizaba las uniones homosexuales, incluso cuando se hace por consenso y en privado. También revocó su decisión de 1986 que ratificaba una ley de Georgia, la cual declaraba que los homosexuales no tenían derecho constitucional a tener sexo en sus propios hogares.

Con su habitual necedad mojigata Bush declaró, en Londres, que se oponía a la medida adoptada por Massachussets. "El matrimonio es una institución sagrada entre un hombre y una mujer", dijo. Bush prometió trabajar "con los líderes del Congreso y con otros para hacer lo que sea legalmente necesario para defender la santidad del matrimonio". Algunos líderes republicanos han asesorado a Bush para que no cometa el mismo error de su padre quien, cuando intentó reelegirse en 1992, demostró una homofobia feroz que le restó muchos votos. Otros subrayaron que el Vicepresidente Cheney tiene una hija abiertamente lesbiana y que ello pudiera constituir un punto débil en la argumentación republicana. Es evidente que el mandatario está tratando de captar el sufragio del sector prejuiciado, homofóbico y santurrón que se padece en Norteamérica. La mojigatería ha hecho estragos en un país corroído por las supersticiones y la ofuscación fanática. Encuestas recientes arrojaron que el 59% de los estadounidenses no están de acuerdo con la unión legal entre homosexuales.

Federico Engels, en el Origen de la familia, la propiedad privada y el estado, analizó que el matrimonio surge de la necesidad de propiciar la perpetuación de las propiedades adquiridas. Antiguamente la poligamia, la poliandria, el matrimonio entre grupos y la ginecocracia dejaban la paternidad indeterminada. O sea que el ser humano, en su etapa embrionaria de organización social precristiana, no consideró el matrimonio desde el punto de vista moral, ni penalizó las formas de unión incestuosa, ni de género. Una vez más Bush se encuentra en un atolladero motivado por su beatería puritana.