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Internacional

Que no se vean los ataúdes


Por Juana Carrasco Martín
Juventud Rebelde


Vietnam creó un síndrome: casi 50 000 estadounidenses murieron en aquella guerra y todavía hoy día miran a los medios como uno de los causantes de la derrota, al menos en el campo interno, cuando las fotos de la desesperación, el dolor, las acciones criminales, y los féretros regresando a casa abrieron los ojos a miles y miles de norteamericanos que comenzaron a acompañar entonces a quienes protestaban desde antes por convicción pacifista o política.
Las guerras posteriores de Washington fueron casi asépticas. Mucha tecnología, muy escasos muertos en sus filas, nada de escenas apocalípticas, ni siquiera para ver a las víctimas "enemigas", una prensa dispuesta a cooperar en los pools de cobertura y en esta más reciente, la de Iraq, hasta incrustados los corresponsales entre la tropa que invadía.


Cuando la ocupación está variando las circunstancias y uno a uno van cayendo los hombres y mujeres en servicio, algunos medios desatan un poco el compromiso y se filtran más penas que glorias; la preocupación en la administración de la Casa Blanca acerca de un apoyo ciudadano que disminuye —también poco a poco—, les lleva a tomar medidas.
El diario Washington Post daba a conocer esta semana una solución simple —más bien burda—, encontrada por el clan Bush para que el público no vea el arribo a las bases aéreas de las urnas funerarias envueltas en la bandera: ha prohibido la cobertura periodística y las fotografías de esa ceremonia que, en otras épocas ya lejanas, constituían parte de la propaganda destinada a ganarse los sentimientos de los norteamericanos y estimular su orgullo nacional.
En marzo pasado, al comienzo de la guerra en Iraq, dice el periódico, una directiva arribó del Pentágono a las bases militares de Estados Unidos: "No habrá ceremonias para, o cobertura de los medios de, el retorno o la partida del personal militar fallecido desde la base aérea Ramstein (Alemania) o la base Dover (Delaware), incluidas paradas internas".
Para cubrir las apariencias sobre esta censura prevista con anticipación, una portavoz del Pentágono dijo que esa política data de noviembre de 2000, justo en los días finales de la administración de Bill Clinton, y parece que la activaron cuando comenzaron a llegar los "héroes" de Afganistán.
Pero alguien que sabe de estas cosas, Joseph Lockhart, quien fue secretario de prensa de la Casa Blanca en época de Clinton, comentaba el tema así: "Esta administración (la de Bush) manipula la información y toma grandes cuidados en manejar los eventos, y algunas veces va demasiado lejos". Su referencia exacta la catalogaba de decisión política para que no les dañara políticamente.
Pero funcionarios del Pentágono niegan esto y ponen como justificación dificultades logísticas para reunir a los miembros de las familias y cuál tropa debe participar en cada tipo de ceremonia. Por tanto, solo los entierros, a discreción familiar, están abiertos a las cámaras.
Se sabe que George W. Bush no ha asistido a ninguna de las ceremonias en memoria de los soldados muertos en acción, ni tampoco a los funerales, un proceder que difiere de lo hecho por sus predecesores. Un vocero de la Casa Blanca explicaba a la prensa que el mandatario sí se ha reunido con algunas familias en el Día de Recordación y en las ceremonias de recordación del 11 de septiembre.
La base por donde normalmente entran los cadáveres es la de Dover, y ya en 1999 el general Henry H. Shelton, que entonces presidía la Junta de Jefes de Estados Mayores, afirmaba que la reacción del público a las bajas tenía que pasar "el test Dover", esa ceremonia de arribo de los féretros que se convirtió en una rutina durante la guerra de Vietnam y que luego eran ceremonias elaboradas al detalle con los soldados caídos en Beirut, Granada, Panamá, los Balcanes, Kenya, Afganistán o cualquier otro lugar —que no son pocos— ya se hicieran en la Base Aérea de Andrews, Dover, en Ramstein.
Claro, la fobia a las cámaras en estas circunstancias, tiene precedente familiar. En 1991, durante la Guerra del Golfo, el Pentágono dio orden de no cubrir el retorno de los ataúdes en la base Dover porque el otro Bush, el padre de este hijo, se encolerizó cuando los equipos de televisión lo mostraron dando una conferencia de prensa y en una división de la pantalla aparecía el arribo de los féretros...
Evidentemente, el temor actual es grande ante "la prueba de Dover", porque el "síndrome de Vietnam" puede tener una recaída.