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La vieja Europa

9 de junio del 2003

El final de la paz social en Austria
La clase obrera entra en escena

Emanuel Tomaselli
El Militante

El 23 de abril la Ejecutiva Nacional del ÖGB, que agrupa a las principales federaciones sindicales, dio el paso histórico de aprobar por unanimidad la convocatoria de una jornada de paros para el 6 de mayo. Esta decisión llega después de cinco décadas de colaboración de clases y de la llamada democracia de "consenso".

En las elecciones generales de noviembre de 2002, el Partido Popular (la derecha austriaca) consiguió una asombrosa victoria, pasando del tercer lugar al primero. Era la primera vez desde 1966 que los conservadores superaban al Partido Socialdemócrata.

Con estas elecciones el nuevo canciller, Wolfang Schüssel, abrió una puerta histórica para su partido y su clase: consiguió una enorme autoridad dentro de su propio partido, que siempre había estado dividido en diferentes grupos organizaciones y donde los pequeños comerciantes y agricultores tenían una gran influencia.

También quedó claro que los representantes de las asociaciones de los grandes capitalistas estaban depositando sus esperanzas en Wolfang Schüssel, quien finalmente decidió formar gobierno con el FPÖ, un partido inestable y con una política agresiva contra la clase obrera.

En abril, cuando el interés de la opinión pública se concentraba en la agresión imperialista a Iraq, el gobierno empezó a lanzar un ataque violento contra las condiciones de vida de los trabajadores. Para evitar un debate público, el gobierno intentó despachar rápidamente en el parlamento un documento de 800 páginas que contenía 91 leyes diferentes, todas ellas destinadas a poner la carga de la crisis sobre los hombros de nuestra clase.

Las contrarreformas

El punto central de las contrarreformas es el sistema de pensiones. Las medidas incluían una subida de tres años de la edad de jubilación, que pasaría a 65 años para los hombres y 60 para las mujeres, y una reducción de las pensiones superior al 45%, lo que sencillamente significa pobreza para la clase obrera. Otras reformas afectan al sistema educativo, la introducción de tasas generalizadas para cualquier tratamiento médico (el paciente debe pagar el 20% de cualquier tratamiento médico) y al mismo tiempo quieren aumentar nuestra contribución a la seguridad social.

Además, los planes incluyen la venta y desmantelamiento de todo lo que queda de las industrias y servicios públicos puesto que prevé la venta de los ferrocarriles a veinte empresas diferentes. Este plan ferroviario también implica la transferencia de todos los trabajadores a una empresa que oficialmente les emplearía y después los "subarrendaría" a veinte empresas distintas. Por supuesto, todo esto después de despedir a un tercio de la fuerza laboral actual (15.000 trabajadores).

En cuanto al servicio postal, planean su venta a un monopolio internacional. El resto de empresas públicas de la industria metalúrgica y otras empresas pequeñas de otros sectores también serán privatizadas y desmanteladas. Sus planes, obviamente, son romper la columna vertebral del movimiento obrero austriaco. Al mismo tiempo que ataca a los trabajadores, el gobierno ha anunciado una reducción de impuestos para las grandes empresas y la compra de dieciocho cazas Eurofighter destinados a agresiones internacionales.

Mayor movimiento huelguístico desde 1950

Los sindicatos se han movilizado sobre todo por los recortes de pensiones. El 6 de mayo Austria vio el primer movimiento huelguístico generalizado desde octubre de 1950. En total participaron un millón de trabajadores. La huelga comenzó con los trabajadores de artes gráficas que paralizaron la edición de todos los periódicos (excepto un periódico regional); los trabajadores ferroviarios paralizaron el transporte de mercancías durante doce horas; el transporte público en las principales ciudades no funcionó durante las primeras horas del día; los profesores de instituto no dieron clase y organizaron asambleas en sus centros de trabajo; los servicios hospitalarios y policiales, así como otros servicios públicos, fueron muy limitados. En muchas fábricas (sólo en la industria del metal 320 empresas) los trabajadores dejaron de trabajar entre 2 y 8 horas, organizaron asambleas y salieron a las calles a organizar bloqueos de carreteras. Por la mañana, los sindicalistas bloquearon las calles de las principales ciudades (Viena, Salzburgo, Klagenfurt...).

Como un "coloso dormido", el ÖGB está comenzando a despertar. Las cosas están comenzando a agitarse en esta "encantadora república alpina" y no está todavía claro cómo se van a desarrollar las cosas en el próximo período. La incertidumbre de esta situación está afectando incluso a los sindicatos: los dirigentes sindicales realmente no se oponen a la línea general de estas "reformas" pero lo que les enfurece es que el gobierno no les haya consultado primero. Así han sido las cosas durante los últimos cincuenta años pero ahora han cambiado y ya no es posible mantener las antiguas relaciones sociales. Oficialmente, el objetivo de la huelga era posponer la reforma hasta septiembre y después iniciar "una reforma negociada que sea aceptable para todas las fuerzas sociales". Esta consigna está claramente diseñada para que los dirigentes sindicales tengan el margen de maniobra suficiente como para permitirles desconvocar las movilizaciones y alcanzar un acuerdo con el gobierno.

Para cualquier trabajador que haya participado en la huelga del 6 de mayo ha quedado suficientemente claro que para derrotar al gobierno no basta con demostrar la fuerza. Los sindicatos han evitado hacer reuniones en las que pudieran participar muchos trabajadores. Muchos delegados sindicales dijeron que durante las reuniones en sus centros de trabajo los trabajadores defendían una postura más radical que la de los dirigentes. En realidad, el ambiente en el centro de trabajo es de rabia y odio contra el gobierno, el mismo que muchos trabajadores votaron hace sólo unos meses. Independientemente de cómo termine esta batalla, lo que si está claro es que la presa se ha derrumbado. En momentos de movilización la dirección de las organizaciones obreras es puesta a prueba y está claro que para los dirigentes sindicales actuales, incluido el presidente del ÖGB, los días están contados.

Como podemos ver en todos estos acontecimientos, en Austria se está produciendo un cambio fundamental. Austria ha entrado en la arena de la lucha de clases, y estas son buenas noticias para todos aquellos que defendían que ya no era posible el compromiso y que las conquistas de la clase obrera sólo se pueden defender a través de la acción militante. Ahora son necesarias dos cosas: la convocatoria de una huelga general y una campaña por la democratización de las organizaciones obreras.

Redacción de Der Funke, periódico marxista austríaco