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Argentina: La lucha continúa

Argentina tiene un presidente

José Steinsleger

La Jornada Néstor

Kirchner cumple hoy 52 días en el poder. Hace 30 años, por mucho menos de lo que el flamante presidente de los argentinos hizo en el corto periodo que lleva "pasando la escoba", otro mandatario surgido del peronismo, Héctor Cámpora, duró exactamente 49 días en el poder tras haber obtenido 49 por ciento de los votos.
En la primera vuelta de los comicios presidenciales de abril pasado, Kirchner quedó ubicado detrás de Carlos Menem, con 23 por ciento de los sufragios. Sin embargo, persuadido de una derrota sin precedentes en su trayectoria política, el ex gobernante renunció a la contienda y Néstor Kirchner fue investido con la banda presidencial.
Desde entonces, con bajo perfil ideológico y naso de olfato político sorprendente, las medidas que ha tomado tienen anonadada a la escéptica sociedad argentina, castigada sin piedad en las últimas tres décadas por los grupos económicos dominantes. Revisemos los hechos.
A 48 horas de asumir el mando, el presidente argentino hizo en el frente militar lo que no se atrevió a hacer el radical Raúl Alfonsín en 1983 (año del fin de la dictadura): barrió la cúpula militar y pasó a retiro a más de medio centenar de generales, almirantes y brigadieres comprometidos con el terrorismo de Estado (1976- 83).
El general Ricardo Brinzoni, jefe del Ejército, observó que su remoción era resultado de "intrigas políticas". Kirchner le recordó públicamente la ley y quién era el comandante en jefe de las fuerzas armadas. La semana pasada, en una cena con las fuerzas armadas, Kirchner señaló: "Combatir la impunidad es una manera de incrementar la calidad institucional. Que cada uno se haga cargo de lo que hizo".
En el programa de televisión de la actriz Mirta Legrand, seguido por millones de televidentes, la conductora le preguntó si "se viene el zurdaje...", a lo que respondió: "No escucho eso desde los años 70 y hablar en esos términos le costó al país 30 mil desaparecidos".
Al frente de la Procuraduría General del Tesoro nombró a un personaje que los medios identificaron como un represor. En un abrir y cerrar de ojos Kirchner lo destituyó del cargo. Igual suerte corrió Jorge Rampoldi, director de Migraciones, por tener vinculaciones con la Alianza Anticomunista Argentina, organización criminal que operó a mediados de los años 70.
En el frente económico, auténtica madre del borrego, el presidente manifestó en su discurso de posesión que "...los problemas de la pobreza no se solucionan desde las políticas sociales, sino desde las políticas económicas... La seguridad jurídica debe ser para todos, no solamente para los que tienen poder y dinero... si queremos generar producción y empleo, nunca más debe volver Argentina al modelo neoliberal..." Más tarde criticó a algunos sectores del establishment y de las empresas privatizadas que exigen "precisión y claridad" de la política económica "...pero sin preocuparse por la situación social".
El gobierno argentino acaba de instrumentar distintos mecanismos para frenar la acción de los capitales golondrinos que desestabilizan la moneda nacional. En adelante, los que ingresen al país deberán permanecer 180 días.
Curiosamente, la medida, similar a una que rige en Chile, fue criticada por John Snow, secretario del Tesoro estadunidense, porque a su juicio "desalienta el ingreso de capitales y bienes de capital que son fundamentales para el buen funcionamiento de la economía"...
Una de esas herramientas sería el compromiso de cooperación y asistencia técnica de dos años, celebrado entre el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Buenos Aires. Es decir, como apunta un analista del periódico Página 12, por primera vez en 15 años un gobierno argentino no dependerá para su información de las propias empresas prestadoras de los servicios o de operadores cooptados por ellas.
En suma: Argentina tiene un presidente. ¿Cuánto tiempo podrá sostenerse en esa postura de recuperación de la dignidad nacional luego que en Estados Unidos Lula llamó "compañero" a Bush? ¿Puede calificarse a Néstor Kirchner de hombre "de izquierda"? La izquierda que prefiere imaginar el poder en lugar de tomarlo, la clasista que explica la realidad a la perfección y se queda sin tiempo para modificarla y la "pragmática" que decretó el fin de los "metarrelatos" de la modernidad y del imperialismo se negarían.
¿Alguna de esas tendencias coincidiría entonces con los calificativos que Julio Nazareno -ex titular de la Corte Suprema de Justicia y públicamente acusado como el magistrado más sórdido de la justicia menemista- reservó para Kirchner al llamarlo "fascista o marxista y cesarista empírico" (sic)? En su artículo "Ser de izquierda" (La Jornada, 18/6/03), el sociólogo brasileño Emir Sader esbozó algunas ideas: "Definirse de izquierda -un gobierno, un partido, una persona- hoy significa luchar contra la hegemonía del capital financiero sobre la economía y sus efectos perversos en el conjunto de la sociedad... Es luchar por el triunfo del mundo de la producción y del trabajo sobre el mundo de la especulación... Por ello la utopía de la igualdad pasa hoy, en primer lugar, por la lucha contra las raíces de los privilegios".