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Argentina: La lucha continúa

A continuación transcribo un largo fragmento del libro Gorriarán, La Tablada y las 'guerras de inteligencia' en América Latina, del que soy coautor junto a Julio Villalonga. En él se habla de las cofradías policiales llamadas "Los Arcángeles" y "Prolatin" y de Julio César Quadro, el dinosaurio fascista que ha salido a la palestra a objetar la postulación gubernamental de Raúl Eugenio Zaffaroni a la Corte Suprema.
Se trata de fragmentos pertenecientes al juicio oral y público a los incursores en el cuartel de La Tablada y un grupo que aunque no entró al cuartel, apoyaba su toma desde afuera.
Este material refuerza el ya remitido por Hernán López Echagüe, el primer periodista en interesarse en la aviesa personalidad de quien fuera entonces secretario del juzgado correccional nº 3 de San Isidro y se proclamaba yunque y martillo de los traficantes de drogas y aun de los meros consumidores. Juan Salinas

PROLATIN METE LA COLA

Por Juan Salinas/Julio Villalonga

El subinspector de la Policía Federal en disponibilidad Juan Carlos Bruno Moreno logró disipar la modorra que se había apoderado de la sala y provocó evidente embarazo en el tribunal al referirse a las conexiones entre Prolatín y la Justicia. Bruno Moreno admitió pertenecer a la cofradía y haberle preguntado a su líder espiritual, el sacerdote Luis Moisés Jardín quién había puesto en sus manos los documentos personales de los guerrilleros abatidos, así como una lista de supuestos participantes en el ataque, el famoso "organigrama" o "rol de combate" (1).
El confesor del coronel Seineldín, dijo Bruno Moreno, le había respondido con sonrisa entre pícara y enigmática: "Hijo, hay cosas que a un cura no se le deben preguntar. Es un secreto de confesión".
El policía dijo haber acudido a la restringidísima "conferencia de prensa" que el cura organizó porque temía que estuviera "haciendo macanas. Creí que se iba a poner a hablar de la relación entre la droga y La Tablada", explicó con aire ingenuo.
Precisamente eso era lo que había hecho Jardín: echarle la culpa del ataque a un ignoto Comandante Secta, quien dijo era el líder cuasi mundial de los narcotraficantes y estaba muy vinculado con Sendero Luminoso. Dicho Sectario Mayor, había dicho el cura, también había sido el mentor entre bambalinas del ataque al RIM
3. Bruno Moreno se vio en aprietos para justificar el macanudo comportamiento de su pastor. "Jardín no es muy canchero para los trámites legales. Es bien intencionado, pero también muy despelotado y suele hacer líos", explicó.
Ante las preguntas de la camarista Marta Herrera, el policía confirmó que el doctor Julio César Quadro era, además de presidente de Prolatin, secretario del juzgado correccional 3 de San Isidro y quien "se encargaba de arreglar los efectos legales para allanar" y contó que cuando la División Toxicomanía de la Policía Federal hacía procedimientos antidroga, era habitual que "Jardín o alguno de sus muchachos" fuera de la partida. ¿Para qué iban a allanar? El experto en inteligencia de la Federal explicó que la infantería prolatina se ocupaba exclusivamente "de la parte preventiva; hablar con los familiares de los drogadictos y cosas así". Y añadió: "Prolatín llegó a la droga a través de un vacío espiritual de la juventud" (sic).
En cuanto a los documentos de identidad de Baños y de Osvaldo Farfán, las cinco hojas manuscritas, los organigramas, panfletos y sobrecitos de presunta cocaína que el cura mostró en su rueda de prensa de un solo rayo, el policía dijo "no los tomé muy en serio porque pensé que el padre podría estar gastándome una broma". Esa convicción se le robusteció, continuó, cuando pudo comprobar, decepcionado, que los ravioles no eran de cocó sino de otra sustancia. Con toda seguridad Bruno Moreno se la había llevado a la boca con ademán de experto, ya que agregó: "tenían un gusto parecido al de la leche en polvo".
Tal revelación produjo estupefacción en el tribunal, sonrisas irreprimibles sonrisas en la fiscalía y carcajadas ahogadas entre los defensores, procesados y público.
Sin embargo nadie podía saber aun que el policía no intentaba proteger al padre Jardín sino a sí mismo. Ni tampoco que, al menos, él era quién había entregado el documento a nombre de Farfán y el llamado "Rol de Combate" al cura. Y, menos todavía, que era él quién había encabezado, el mismo 23-E, el primer allanamiento ilegal al domicilio de Roberto Sánchez y Claudia Acosta. Más aún: nada se sabía de dicho allanamiento. Pero esto es harina de otro costal.
Notas
1) Por entonces lo único que se sabía, porque los autores ya lo habían publicado en el matutino Nuevo Sur, era que a pesar de que Prolatin era públicamente carapintada y Jardín allegado a Seineldín, allegados al coronel decían que la cofradía era apenas una fachada de los servicios de inteligencia del Ejército y que estaba llena de "traidores".
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DETRAS DEL "COMANDANTE SECTA"
Unos días después, el lunes 4 de septiembre, le tocó declarar al sacerdote Jardín. El juicio se convirtió en un sainete cuando el cura se puso a narrar en clave de comedia de enredos las actividades de Prolatín, organización de la que admitió ser "asesor espiritual". Durante dos horas Jardín respondió cansino a las preguntas de los defensores, aunque se las ingenió para no ofrecer otros nombres de cófrades fuera de los ya conocidos: el de su presidente, Jorge César Quadro y el del oficial Bruno Moreno, enlace entre Prolatín y la Policía Federal.
Párroco de Villa Concepción -barrio aledaño a la guarnición de Villa Martelli- y capellán de la Armada, Jardín dijo que las cinco hojas de cuaderno manuscritas atribuídas a los atacantes (el "Rol de combate"), así como un arma semidestruída, varios cartuchos vacíos, documentación personal a nombre de Osvaldo Farfán y Jorge Baños y otros elementos presumiblemente recolectados dentro del RIM 3, haban aparecido como por encantamiento sobre una mesa de la capilla "en la que suelen depositarse los óbolos para la caridad. Ello habrá ocurrido el 24 o el 25 de enero, no recuerdo bien".
Poco después, a instancias de una persona que, dijo, bien podía ser un oficial del Ejército ("pues tenía ese aspecto, yo no sé: los policías suelen tener cara de policías", explicó), el cura dijo haber convocado a una conferencia de prensa. Luego de esta charla íntima con el único periodista que acudió, Jardín dijo haber entregado al juez Pablo Quiroga, en dos tandas, los elementos en su poder y que en una de esas oportunidades había ido al juzgado en compañía de Bruno Moreno, aunque no, no recordaba que por la entrega se hubiese labrado acta alguna.
Según el cura, la función de Prolatín era la delación. Dicho con sus palabras: "impulsar a los padres de los drogadictos a confiar en las instituciones, haciendo las pertinentes denuncias ante la policía". En cuanto a su presidente, Quadro, se trataría de "un estudioso de la estrategia contra el narcotráfico, que ha hecho trabajos para el Estado Mayor Conjunto y para el Ejército".
Jardín reconoció haber participado en dos allanamientos, aunque su memoria naufragó al intentar recordar cuándo, dónde y con qué personal policial. Un poco mas tarde, mientras ponía cara de estar exprimiéndose el caletre, admitió que uno de estos cateos había estado a cargo de la comisaría de San Miguel. El cura no tuvo empacho en admitir que su presencia jamás había constado en las actas de los allanamientos y también dijo que participaba en ellos por iniciativa propia y sin el conocimiento de los jueces que debían encabezarlos.
Jardín describió luego su parroquia como una construcción rústica sin terminar, cuyo recinto central no está techado y dijo que a la capilla podía entrar cualquier persona en cualquier momento, pues permanecía abierta las 24 horas, como las farmacias de turno. Sin embargo, escribiría luego el investigador Hugo Chumbita, la capilla también "disponía de un sofisticado equipo de radio y un campo de deportes para la práctica de karate cristiano"
El cura se jactó luego de tener "innumerables" amigos militares, pues, informó, solía dirigir "retiros espirituales según el método de San Igancio de Loyola, a los que ellos son muy afectos". Jardín admitió que había había visto a "muchos" de aquellos piadosos militares entre el lunes 23 y el martes 24, pero se excusó por no poder recordar a cuáles. Hacer memoria, dijo, "sería como buscar una aguja en un pajar".
En cuanto a las cosas que habían aparecido como traídas por los Reyes Magos sobre "la mesa de los óbolos", Jardín aseguró que entre ellas había unos "ravioles", aunque aclaró que no había dicho que fueran de cocaína en su conferencia de prensa, sino que lo parecían.
La precisión era innecesaria pues ya el sacerdote ya había admitido en su declaración sumarial que los dichosos sobrecitos contenían "harina".
Ingresando en un terreno surrealista, Jardín se refirió luego al fantasmagórico "Comandante Secta". Si antes se había vanagloriado frente al solitario periodista de Somos de que Prolatín hubiera estado siguiendo los pasos del energúmeno desde hacía tiempo, y que haciéndolo sus fantasmagóricos investigadores se habían encontrado de improviso y casualmente con vehementes indicios de que lo que el MTP planeaba realizar en La Tablada, frente al tribunal el cura retrocedió al galope:
"Fue un comentario nomás, hecho a partir de lo que me dijo un muchacho de Prolatín" dijo mientras se encogía de hombros.
De "las tres personas" que había dicho le habían avisado que las armas y los papeles se habían corporizado sobre la mesa de la capilla, Jardín aclaró que él no había declarado que "fueran del barrio, aunque sí que las conocía", pero enseguida agregó, qué memoria la mía, no podía recordar sus nombres. "En este tema no hay misterio; yo ayudé a otro sacerdote en una cárcel y jamás le preguntamos a los presos su nombre. Ahora es lo mismo: yo no pregunto quienes son los que colaboran", chapoteó en un océano de amnesia.
Por no saber, Jardín dijo no tener idea de cuando se había fundado Prolatín, organización que, aseguró, proseguía tranquilamente con sus actividades habituales ("sigue estimulando procedimientos", dijo), y ni siquiera si el oficial Bruno Moreno era miembro de la cofradía. "El doctor Quadro me dijo que lo mandaba el Ministerio del Interior", se disculpó (1).
Cuando la defensa le preguntó al cura por su relación con el coronel Seineldín, el presidente Hugo Fosatti, de evidente mal humor, le impidió responder (2).
Respecto a la cruzada de Prolatín contra la droga, la declaración de Jardín dejó dudas insondables acerca de su eficacia: "En mi parroquia los chicos se drogan en el atrio, y no quieran saber las cosas que aparecen a veces dentro de la Iglesia. Por ejemplo, jeringuillas que yo barro, tiro a la basura o entrego a la policía...Como en esta oportunidad".
Finiquitado el testimonio con la infinita benevolencia del tribunal, que ni siquiera amagó procesar al sacerdote por su manifiesta reticencia, el cura se retiró en un Ford Falcon blanco, patente C 1.113.906 de innegable prosapia policial.
Notas
1) Frente al periodista Hernán López Echagüe, Quadro se había jactado de reunirse casi todas las semanas con el secretario privado del ministro del Interior, Enrique Nosiglia en el despacho de éste. Lo dijo para justificar su actuación en el allanamiento del local en el que se disponían a actuar Los Violadores. López Echagüe no pudo confirmar la existencia de dichas reuniones con el secretario privado del ministro, pero éste tampoco las desmintió.
2) Estas relaciones quedarían blanco sobre negro al estallar "La rebelión de los suboficiales" carapintadas en diciembre de 1990. Jardín acompañó entonces a los Albatros de la Prefectura que intentaban tomar el edificio Guardacostas, sede de la fuerza, ubicado a 200 metros de la Casa de Gobierno. Cuando los rebeldes se rindieron, el cura reclamó la presencia en el lugar de un juez. Cuando éste, Miguel Pons, llegó, se le presentó como "mediador". La maniobra no prosperó y el magistrado dictó su prisión preventiva.
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MAS VALE BORRACHO CONOCIDO
"Nosotros funcionamos como Alcohólicos Anónimos, que no le piden a nadie su apellido", declaró ya bien entrado septiembre el abogado Julio César Quadro, secretario del Juzgado Correccional 3 de San Isidro. Quadro justificaba así su desmooriada personalidad, casi tanto como el inefable cura Jardín. Como no obstante no había olvidado de ponerse los zapatos y llevaba también pustos los pantalones, el defensor Héctor Noli se puso de pie y exclamó: "¡Quadro se autoproclamó presidente de Prolatín!".
El abogado no exageraba: según Quadro, la organización paramilitar y parapolicial que él presidía "no está integrada por personas físicas con nombres y apellidos". A pesar de tanta inmaterialidad, Quadro tuvo a bien reconocer que Jardín no era un espíritu sin encarnadura, y para otorgar un marco físico tangible a tantos movimientos en el reino de las sombras informó que en 1988, Prolatín tenía su sede en una casa de Bella Vista en la que atendía los llamados telefónicos un tal "Omar".
Quadro también admitió haber sido él quien le sugirió a Jardín que entregara los efectos secuestrados dentro del cuartel al "enlace" con la Policía Federal, el oficial Bruno Moreno.
En cuanto a cómo había conocido a éste, Quadro descargó responsabilidades en el finado comisario general Juan Pirker, quien, dijo, le había pedido meses antes del 23-E que se contactara con Bruno Moreno para todo lo que tuviera que ver con la sempiterna cruzada contra las drogas de la falange prolatina.
"¿Si un drogadicto requiere los servicios de Prolatín, a dónde debe dirigirse?", se interesó el defensor Raúl Schnabel. "Prolatín no atiende drogadictos, aunque éstos si quieren pueden ir a la parroquia del padre Jardín", respondió impertérrito el funcionario.
"¿Cuál es el domicilio legal de Prolatín?", insistió el defensor. "El que figura en todos los documentos y trabajos que presentamos es el mío particular", replicó Quadro (1).
"¿Usted dialogó con miembros de los servicios de inteligencia sobre los hechos que se ventilan en esta causa?, preguntó Schnabel. "Y...los servicios no se identifican como tales", fue la escurridiza respuesta. Quadro negó que su colaboración con las Fuerzas Armadas fuera rentada y, cuando la defensa intentó conocer con qué integrante de Prolatín tenía más afinidades, la protesta del fiscal Plée fue acogida por el tribunal, que le impidió responder.
Visiblemente molesto, el defensor Noli le preguntó entonces:
- ¿Pero...existe Prolatín?.
Quadro pisó el palito:
- Sí, presentamos trabajos..." decía, cuando Noli repreguntó con voz de trueno:
- Díganos quiénes son los que presentan trabajos.
- El padre Jardín y yo, respondió Quadro tras una breve vacilación.
Notas
1) Quadro quizá se refiriese a su intento de participar en el Tercer Seminario Argentino-Brasileño de Estudios Estratégicos organizado por los estados mayores conjuntos de ambos países en Buenos Aires, en abril de 1989. En aquella ocasión Quadro presentó una ponencia sobre represión al narcotráfico que ni siquiera fue considerada.
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LOS ARCANGELES TOMAN CUERPO
La defensa pidió, por fin, que se efectuara un careo entre el cura Jardín y Quadro, a causa de sus muchísimas contradicciones. No era para menos: ante el periodista Hernán López Echagüe (1) Quadro había contradecido a Jardín:
"El día viernes 27 de enero se presenta ante el padre Jardín personal militar o policial, como ustedes quieran llamarlo. Le expresan que debido a la situación reinante disponen de pruebas incautadas en La Tablada y que se las dan a él para que las entregue a quien corresponda", había dicho Quadro, tras lo cuál, según el periodista, se había encogido de hombros y añadido: "Yo desconozco quienes eran, pero sí que era gente conocida del padre".
El cura había declarado no saber quien le había dejado esas cosas sobre la mesa de óbolos.
El papel clave, con todo, era el que había desempeñado por el oficial inspector Bruno Moreno, quien en el juicio se presentó como "enlace entre Prolatín y la Policía Federal". Jardín había dicho, en cambio, que era el nexo "con el ministerio del Interior".
El mencionado artículo de López Echagüe, quién había sufrido un atentado con explosivos contra su domicilio a las horas de haberlo publicado, databa de los días posteriores al 23-E, mucho antes de la iniciación del juicio. Las informaciones que ofrecía justificaban sobradamente no sólo un careo entre Quadro y Jardín, sino también que se investigara a fondo Prolatín y el modo en que había llegado a sede judicial la documentación aportada por la cofradía. La misma documentación que formaba la columna vertebral de la acusación.
López Echagüe -que curiosamente no fue citado a declarar- había escrito que el "coordinador general" de la secta era Héctor Omar Peralta (Jardín había hablado de un tal "Omar" que atendía el teléfono en Bella Vista) y que el comisario Guillermo Rebollo, ex director de Toxicomanía de la policía bonaerense y ex titular de la comisaría 5 de San Isidro, era miembro conspicuo del grupo, al igual que el comisario Angel Scorsetti de San Miguel. Precisamente en San Miguel, Quadro y Jardín habían encabezado allanamientos ilegales. Por ejemplo el sufrido por la discoteca en la que actuaba el conjunto de rock "Los Violadores", ocasión en la que hubo más de 300 detenidos y fue golpeado el cantante Pil Trafa. La falange de Prolatín había oficiado allí de vanguardia de la policía provincial.
El periodista sostenía también que uno de los enlaces entre Prolatín y el coronel Seineldín era uno de los hombres más allegados a éste: el altísimo Enrique el Mono Grasi Sussini, quién había sido jefe de la policía de San Juan durante el último gobierno peronista.
Si algo estaba claro para cualquier investigador imparcial era que Prolatín era una organización parapolicial y paramilitar. Así se había presentado por escrito ante el entonces cardenal primado de Argentina, Raúl Primatesta, a principios de 1989. En su carta de presentación ante el prelado, Prolatín declaraba tener, entre otros, un "Departamento Operaciones" y aclaraba que éste "coordina las operaciones policiales o militares contra el narcotráfico". Semejante potestad, es bueno puntualizar, ni siquiera la tenía el Consejo de Seguridad Nacional creado por Alfonsín a consecuencia del 23-E.
En cuanto a la relación de la cofradía antidroga con el narcotráfico, distaba de ser transparente. Sobre todo teniendo en cuenta que la salida del comisario Rebollo de la dirección de Toxicomanía de la policía bonaerense se había producido bajo la firme sospecha del subsecretario de Seguridad, Armando Caporal, de que el comisario estaba involucrado en él.
Por fin, era evidente que Prolatín era una organización tan clandestina que ni siquiera en su sede oficial de la calle Paraguay 3554 la conocían. Pese a todo ello (y a que el tribunal prometió estudiar la necesidad de careo entre Quadro y Jardín), en el juicio no volvió a tocarse el tema.
A fines de 1990, Bruno Moreno fue detenido bajo la acusación de encabezar una banda de delincuentes, integrada por policías federales, llamada "Los Arcángeles". Casi todos sus integrantes eran especialistas en inteligencia y se proclamaban de ultraderecha. La detención de Bruno Moreno permitió comprobar que había dirigido un primer allanamiento clandestino a la casa de Roberto Sánchez y Claudia Acosta el mismo 23-E por la tarde.
El anuncio de la desarticulación de Los Arcángeles fue hecho por el Gobierno el 3 de noviembre. Su jefe, aseguró el ministro del Interior, Eduardo Bauzá, era Bruno Moreno, quien, dijo, se había desempeñado como jefe de la custodia de su predecesor en la cartera. De inmediato, Nosiglia lo negó, aunque no con el suficiente énfasis como para que cupiera alguna duda de que Bruno Moreno había integrado su custodia cuando era ministro.
La organización había quedado al descubierto el 16 de octubre, cuando efectivos de la comisaría 29 detuvieron a tres colegas vestidos de civil que transportaban un considerable arsenal. Los detenidos no se identificaron empero como policías, sino como "personal de inteligencia del Ejército" sin que éste lo negara. En las 48 horas siguientes fueron detenidos otros nueve federales, a los que se les secuestró gran cantidad de armas y explosivos. La génesis de Los Arcángeles era curiosa: se habían constituído en 1988 so pretexto de "proteger a la Vírgen de Luján" y contando con el apoyo de la jefatura de la Policía Federal. Sus miembros pertenecían mayoritariamente miembros del Cuerpo de Acción del Personal de Elite (CAPE), los "superpolicías" entrenados en la Escuela de Infantería del Ejército. El CAPE tenía activa presencia en todas las superintendencias de la PF y especialmente en las dependencias especializadas en operaciones e información, donde prestaban atención prioritaria a las cuestiones vinculadas al poder político.
El ministro Bauzá dijo que Los Arcángeles se financiaban a través de secuestros extorsivos y la "duplicación" de automóviles. Anteriormente, el director del servicio de inteligencia de la Presidencia de la Nación, Carlos Rivas, los había denunciado en una insólita conferencia de prensa también como narcotraficantes (2).
Sin embargo uno de los presuntos miembros de la logia, el oficial la Guillermo Almoina López, tras ser separado del servicio activo, se exilió en un pueblo de Galicia. Y desde allí declaró que había tenido que marcharse de Argentina tras ser amenazado de muerte. En cuanto al término de su carrera policial, dijo: "me dieron una vacaciones forzosas cuando descubrí una lista de personas influyentes y allegadas al recién electo presidente Menem que estaban vinculadas con el narcotráfico" (3).
Notas
1) El terror blanco, en El Periodista n* 230 del 17 de febrero de 1989. Es quizá el trabajo más completo sobre Prolatin.
2) Nota sobre conferencia de prensa de Rivas *************************.
3) Declaraciones a El Correo Gallego reproducidas por El Cronista del 22.2.93 y Página/12 del 24.2.93.