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Argentina: La lucha continúa

12 de junio del 2003

Colin Powell y los anacronismos

Miguel Ángel Ferrari
Hipótesis
Los gobernantes de los Estados Unidos están de buen humor, para ellos la "guerra del Golfo II" ha terminado. Iraq ocupa mucho menos espacio en las pantallas de la televisión, casi el mismo espacio que Afganistán, todavía un poco más que Kosovo, en la vieja Yugoslavia.

Un crimen más fue consumado. Y, como en los casos policiales, los cadáveres ya fueron retirados, las manchas de sangre limpiadas y aquí "no ha pasado nada". La vida continúa. Los asesinos seriales fueron absueltos sin llegar siquiera a la cárcel y - ahora- como antes, como siempre, circulan libremente por el mundo, del mismo modo que lo hacen la mayoría de los responsables de las criminales dictaduras latinoamericanas de los setenta y de los ochenta. Son personas honorables. Algunas de ellas caminan "dignamente" por las calles y la gran prensa se indigna cuando algunos "provocadores" se dedican a pegarles puntapiés en los tobillos, como ocurriera hace algún tiempo con el ex ministro del genocida Galtieri, el economista Roberto Aleman.

Los asesinos del pueblo iraquí, reconfortados el pasado 22 de mayo por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con la Resolución 1483, cuyo texto fue propuesto por los propios violadores de la ley (un símil de las leyes de autoamnistía de la dictadura de Pinochet y la abortada de la dictadura argentina), siguen revistando como los líderes de las democracias del mundo.

Esa será la imagen que mañana exhibirá en la Argentina el secretario de Estado de los Estados Unidos. El general Colin Powell, no se siente culpable de una de las peores patrañas llevadas a cabo por Washington desde la independencia de su país, como la de presentar pruebas falsas sobre la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Iraq, para justificar una ilegal, ilegítima e inmoral agresión militar contra ese país.

Es cierto que Powell no es el único, ni siquiera el principal responsable de estas perversas falsedades. Como es sabido el principal actor de este embuste es el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y su equipo -George W. Bush, incluido-, pero Powell sigue convalidando con su presencia, aunque es el perdedor de la interna de la Casa Blanca, todos y cada uno de los crímenes de lesa humanidad cometidos por este equipo de fundamentalistas, que considera al terrorismo de Estado como una de las mejores herramientas para lograr la apertura de aquellos mercados, situados en países remisos a aceptar los "dones" de la globalización neoliberal.

Por estos días, el secretario de Estado norteamericano se halla ocupado -junto a la secretaria del Consejo Nacional de Seguridad, Condoleezza Rice- en las tareas de desmentir las cada vez más crecientes acusaciones sobre esta patraña de las armas de destrucción masiva, digna de comparación solamente con la farsa orquestada por el régimen nazi, consistente en la supuesta agresión de Polonia a Alemania en 1939, que luego desencadenara la invasión del 1º de setiembre de ese año, y -con ella- el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Para no mencionar el incendio del Reichstag (el Parlamento alemán) provocado por los nazis y atribuido por ellos a los comunistas para justificar la represión. Hecho infinitamente más conocido.

En esta tarea, aunque con más dificultades, también se encuentra ocupado el primer ministro británico, Anthony Blair. Pero el supuesto laborista, a diferencia de Powell, Condoleezza o Rumsfeld, gobierna en un país donde la opinión pública no ha podido ser anestesiada con la estulticia del chauvinismo y eso tiene sus problemas. Hasta el M16, el organismo de inteligencia de Londres, acusa con orgullo profesional al gobierno británico sobre las falsas pruebas esgrimidas para lanzar la invasión a Iraq. Pruebas que -con total hipocresía- el gobierno de Blair se las atribuye a sus servicios de inteligencia, cuando en alguno de los casos fueron tomadas, por los colaboradores del "premier", de una monografía publicada en internet por un alumno californiano, incluidas en un trabajo para la facultad donde cursaba sus estudios hace 12 años. Es tal el grado de seguridad que les proporciona la impunidad, que ni siquiera se toman el trabajo de realizar la sucia tarea con cierta prolijidad.

Retomando el análisis de la Resolución 1483, del Consejo de Seguridad de la ONU, se podría decir que, muy lejos de sancionar a los violadores de la Carta de las Naciones Unidas, les proporciona un reconocimiento histórico y les brinda la prerrogativa colonial de administrar el país conquistado, al mejor estilo del siglo XIX.

Esta resolución, que en la Argentina pasó relativamente desapercibida a causa de la proximidad del recambio presidencial, no sólo legitima la ocupación militar de Iraq, sino que le da vía libre a los Estados Unidos y Gran Bretaña para controlar el petróleo y el gas iraquíes. En una bochornosa sesión del máximo órgano de la ONU, que no contó con la asistencia de Siria, se aprobó por 14 votos a favor y ninguno en contra, esta resolución que pone fin a trece años de sanciones que arruinaron económicamente a Iraq, produjeron millones de muertos, entre ellos más de 500 mil niños por falta de medicamentos y alimentos suficientes, degradando el tejido social y debilitando al extremo a este infortunado país.

Ahora, las Naciones Unidas derogaron estas sanciones inhumanas, no precisamente en un acto de reparación de un brutal desacierto cometido hace más de una década, sino para dar vía libre para la comercialización del petróleo y demás riquezas iraquíes, a quienes arremetieron contra la Carta del organismo, cometiendo un acto de agresión abiertamente condenado por el derecho internacional.

Sin duda, ésta es una gran victoria para Washington, que marchó a la guerra en contra de la voluntad del Consejo de Seguridad. Un conjunto de factores posibilitaron la voltereta diplomática de Francia, Rusia y Alemania, los principales opositores a la invasión. Algunos analistas políticos acostumbrados a utilizar el eufemismo como una forma de asesinato de la verdad, interpretan esta actitud como "la necesidad de restaurar las relaciones transatlánticas y de buscar para la ONU un papel más relevante en Iraq".

En rigor de verdad, la realidad consiste en que los Estados Unidos no podían salir a vender legalmente el petróleo iraquí, si no se levantaban las sanciones. En los hechos Washington obtuvo lo que se proponía, y podrá gobernar a Iraq con el reconocimiento del mundo entero y disponer de sus recursos naturales.

Ahora que las grandes potencias restañaron sus heridas, especialmente en la reciente cumbre del Grupo de los Siete más Rusia, donde compatibilizaron -bajo la atenta mirada de Bush-sus intereses, viviseccionando las riquezas iraquíes y sumiendo a este país en la deuda externa más grande del planeta, la Unión Europea ha aprobado un conjunto de medidas contra la República de Cuba por lo que consideran actos de violación a los derechos humanos en la isla del Caribe.

Los mismos países que premian a los Estados Unidos y Gran Bretaña por sus actos violatorios del derecho internacional, son los que sancionan a Cuba en nombre de la democracia. En una primera lectura, podría interpretarse este hecho como una flagrante contradicción. Pero si nos situamos en la lógica de la globalización neocolonial las dos actitudes se corresponden perfectamente. Para los colonialistas, los imperialistas o lo que usted prefiera, no existe la democracia a nivel de las relaciones internacionales. Las normas y los tratados con los que se ha edificado el derecho internacional no son de cumplimiento obligatorio para las potencias dominantes, mientras que sí lo son para los restantes países del planeta. Pero, además, no conformes con la institucionalización de esas desigualdades, los países centrales consideran que algunos de los principios y normativas que ellos adoptan para sí, deben tener vigencia universal. Claro, no todos esos valores son extensibles al conjunto de la humanidad. Por ejemplo, la univesalización de los niveles de vida del llamado primer mundo, obtenidos desde hace siglos mediante la explotación de los países periféricos no es -precisamente- uno de los propósitos de los países altamente desarrollados.

Para entendernos, sería algo así como partir de la base que el neocolonialismo de los países centrales es lo más avanzado, es civilizatorio. En tanto que los modelos adoptados por los países que han sido o que son sometidos, en tanto no se correspondan con esos valores de las potencias dominantes, son pasibles de sanciones e incluso de ocupación territorial.

Para los países dependientes hay un solo modelo: economía de mercado y democracia representativa. O, para ser menos eufemísticos, una representación -relativamente teatral- de la democracia, tutelada por quienes rigen verdaderamente el mercado, esto es, los grandes grupos económico-financieros transnacionales, quienes cuando no pueden lograr el consenso recurren a la máxima expresión disciplinadora del capitalismo internacional: la intervención militar, allí donde sea necesaria para defender al mercado, que constituye lo más valioso de esa ecuación donde también suele contar la democracia.

"El mundo empieza a actuar" contra las medidas de Cuba, comentó Colin Powell, y agregó que destacará este asunto en un discurso que pronunciará hoy en Chile. ."En mi intervención (...) señalaré una vez más que la Cuba de Castro aún es un anacronismo en nuestro hemisferio y que no mejora". Curiosa actitud la del secretario de Estado, en su lucha contra los anacronismos aplica las peores ideas y las más abyectas prácticas del siglo XIX. Claro, sólo aquellas que Donald Rumsfeld imperativamente le indica.

Nota emitida en el programa radial "Hipótesis", LT8 Radio Rosario, República Argentina, el lunes 09/06/03. Publicada en el sitio www.hipotesisrosario.com.ar