VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

En defensa de la verdad histórica
¿Cómo llegaron los primeros nazis fugitivos a la Argentina?

Juan Salinas

Una nota publicada por Página/12 con la firma de Sergio Kiernan ayer (ver abajo) informa sobre la preocupación del Congreso de los Estados Unidos por la reticencia, cuando no simple negativa, de las autoridades argentinas a entregar documentación probatoria del modo en que una ingente cantidad de nazis llegó al país a partir de 1945.
No es mi ánimo polemizar con el enfoque del articulista, que como en una larga serie de notas anteriores ensalza el libro de Uki Goñi La verdadera Odessa que puso en evidencia la red montada por Juan Perón con aquél propósito. Pero en defensa de la verdad histórica, no puedo dejar pasar uno de sus párrafos sin hacer un comentario. Se trata del siguiente: "La Ceana, que realiza un buen trabajo académico, parece sin embargo haberse fijado un límite infranqueable: la participación activa de Juan Domingo Perón en la llegada de los nazis a la Argentina".
La discrepancia es doble. Por un lado, el capítulo del informe de la Ceana relativo a la actividad de los submarinos alemanes en el mar argentino con especial referencia a los dos que se rindieron en Mar del Plata el 10 de julio y el 17 de agosto de 1945, redactado por Ronald Newton, no es un buen trabajo académico. Por el contrario, se trata de una falsificación histórica, como se prueba detalladamente en nuestro libro (de quien escribe y de Carlos De Nápoli) Ultramar sur. La última operación secreta del Tercer Reich (Norma). Por el otro -y aún más importante- en él se prueba a partir de la documentación existente que los primeros nazis que llegaron a la Argentina lo hicieron en submarinos; que lo hicieron bajo la vista gorda de Winston Churchill y el Almirantazgo británico, y que fueron ayudados en su desembarco por la Armada argentina cuyo jefe, el vicealmirante Vernengo Lima era entonces el principal enemigo del coronel Juan Perón, y cuyos subordinados intervinientes en la maniobra (como el capitán Isaac Rojas) iban a ser, diez años después, los principales protagonistas del cruento golpe de Estado que derrocó a Perón.
Ya que hablamos de reticencias y negativas y ante el llamativo silencio de los medios en cuanto a hacerse eco de este crucial descubrimiento histórico, invito a los interesados a que lean la síntesis que se incluye debajo del artículo de Kiernan.


El escándalo de los archivos nazis llega al congreso de EE.UU.

Un diputado demócrata presentará el reclamo para que el gobierno argentino "libere la documentación sobre la llegada de nazis".

Facsímil de la presentación
del diputado Maurice Hinche.

Por Sergio Kiernan

El notable silencio que mantiene el gobierno argentino sobre los reclamos para que realmente abra sus archivos nazis a los investigadores está a punto de convertirse en un segundo papelón internacional. El primero fue la publicación en marzo de una extensa nota en el prestigioso diario The New York Times. Esta semana, la cosa es todavía más seria: el diputado demócrata Maurice Hinche presentará un proyecto de resolución para que el Congreso de los Estados Unidos "urja al gobierno argentino a liberar los documentos oficiales sobre la relocación a Argentina de nazis y otros criminales de guerra" luego de 1945.
En su escrito ante la Cámara de Representantes, el diputado Hinche le recuerda a Argentina sus deberes como parte de la Task Force internacional para la Cooperación en la Educación, el Recuerdo y la Investigación sobre el Holocausto y signataria de la Declaración de Estocolmo, que obliga a las partes a "arrojar luz sobre las áreas todavía obscuras del Holocausto." El pedido de declaración detalla que en 1997 Argentina creó la Ceana, la Comisión para el Estudio de Actividades Nazis en Argentina, con el explícito mandato de investigar quién vino al país, qué botín trajo y qué actividades desarrolló. Con cortesía diplomática, Hinche señala que "hacen falta más esfuerzos (que los realizados por la Ceana) para que Argentina cumpla con sus obligaciones internacionales e ilumine la llegada de nazis al país".
La Ceana, que realiza un buen trabajo académico, parece sin embargo haberse fijado un límite infranqueable: la participación activa de Juan Domingo Perón en la llegada de los nazis a Argentina. La Comisión, que cuenta con un rutilante firmamento de investigadores locales y extranjeros, parece extrañamente incapaz de encontrar los documentos que revelen exactamente cómo fue la ruta de las nazis que terminaba en Buenos Aires. Es una miopía sospechosa: los reclamos actuales se basan en el simple hecho de que un investigador argentino, el periodista Uki Goñi, encontró esos mismos papeles sin ayuda oficial y sin las herramientas de una Comisión creada por el mismo presidente de la Nación. Para peor, publicó sus hallazgos en el libro La verdadera Odessa.
El libro sostiene que Juan Domingo Perón creó, literalmente en su despacho de la Casa Rosada, una red internacional de agentes que trajo a centenares de criminales de guerra al país. Usando las embajadas argentinas en seis países europeos y creando oficinas "de inmigración" como bases, los agentes dieron nuevas identidades, documentos, dinero y pasajes a alemanes, franceses, belgas, holandeses y croatas. Como bien recuerda el diputado Hinche, en esos momentos llegaron asesinos como Erich Priebke, Adolf Eichmann, Ante Pavelic y Kurt Christmann. La red operó durante varios años, costó una fortuna y fue de lejos la más compleja operación internacional de la inteligencia argentina.
Por las suyas y con trabas oficiales más o menos explícitas, Goñi rastreó papeles por toda Europa y en Estados Unidos, encontrando allá lo que aquí no se exhibe o se niega que existe. Su libro fue publicado primero en Londres y luego en EE.UU. por Granta Books. En diciembre se editó en castellano y fue entonces que el Centro Simon Wiesenthal envió cartas a la SIDE –heredera de los archivos de inteligencia de la época de Perón–, al Ministerio del Interior –que daba a través de Migraciones los documentos a los nazis–, y a la Cancillería –que manejaba las "bases" de la red– pidiendo que los documentos que Goñi obtuvo o averiguó que existían, fueran liberados a otros investigadores.
Las respuestas fueron un verdadero desfile de mala fe. El jefe de Inteligencia contestó que no existían esos papeles, agregando confusamente que igual sólo se entregan cuando los pide la Justicia. Interior y Exterior ni se molestaron en contestar. La Conferencia Episcopal Argentina, preguntada por el más que activo apoyo de la Iglesia a la redde Perón, se fue por la tangente contestando que "como en esa época no existía", mal podía entregar papeles de "esa época."
Página/12 cubrió estas idas y venidas en una serie de notas publicadas desde diciembre. El domingo 9 de marzo, el corresponsal del New York Times en Argentina, Larry Rohter, subió la apuesta con una página completa –de hecho, la página 3, la más importante del diario– revelando el mutismo oficial argentino. El diputado Hinche hasta cita esa nota en su proyecto de declaración.
Los funcionarios Carlos Ruckauf, Miguel Angel Toma y Jorge Matzkin, ahora de salida del poder, mantuvieron un pétreo silencio ante los sucesivos requerimientos. Silencio que ya rindió papelones periodísticos y ahora le dejará al próximo gobierno otro, más grave, con el Congreso de los Estados Unidos.

Obediencia debida y zona liberada

Cómo fue que al término de la Segunda Guerra Mundial el jefe de la Armada Argentina, enemigo jurado del "nazi" Perón, estableció un "área libre" para que los submarinos alemanes fugitivos pudieran desembarcar sin contratiempos y por qué resulta obvio que lo hizo acatando una "sugerencia" de Londres y acaso también de Washington.

JUAN SALINAS Y CARLOS DI NAPOLI (*)

Habían pasado tres semanas desde la capitulación de Alemania. En la imponente Escuela Naval de Narwick, junto a Flensburg, cerca de la frontera con Dinamarca, transcurrían las últimas horas del "gobierno" presidido por el almirante Karl Dönitz, al que el desaparecido Adolf Hitler había nombrado sucesor. Las relaciones entre los aliados anglosajones –que combatían encarnizadamente con las tropas japonesas en Okinawa- y la Unión Soviética eran muy tensas, entre otras cosas por la benevolencia británica para con ese gobierno residual.

En Buenos Aires, el jefe del Estado Mayor de la Armada argentina, vicealmirante Héctor Vernengo Lima -anglófilo y acérrimo enemigo del ascendente coronel Juan Domingo Perón, a la sazón vicepresidente y ministro de Guerra- le envió una comunicación secreta al ministro de Marina, contralmirante Alberto Teissaire. En ella -fechada el 22 de mayo de 1945- le informó que según el Ministerio de Relaciones Exteriores, varios submarinos alemanes estaban cruzando el Atlántico rumbo a la Argentina.

Vernengo Lima agregó que al parecer los submarinos alemanes intentaban llegar al Japón. "Este Estado Mayor General opina que debe darse la orden al señor Comandante en Jefe de la Escuadra de Mar para que evite el pasaje de submarinos alemanes del Atlántico al Pacífico, estableciendo un patrullado conveniente en el extremo Sur hasta nueva orden", recomendó.

Teissaire ordenó el patrullaje pero todo indica que no guardó debidamente el secreto. Al trascender, la nota de Vernengo Lima desató una aguda lucha diplomática. La Embajada de los Estados Unidos se desesperó por averiguar cómo había obtenido la Marina argentina información de que varios U-Bootes (Untersesbootes, submarinos) estaban navegando rumbo a la Argentina. Desde su punto de vista, podías descartarse que la fuente original fuera el Ministerio de Relaciones Exteriores. Ergo: su mención no había sido más que un subterfugio de Vernengo Lima para encubrir a la verdadera (ver recuadro).

"La actitud de las autoridades navales argentinas (...) de rehusarse a revelar la fuente de su información sobre la proximidad de submarinos alemanes a la costa argentina es extraordinaria, hablando en términos moderados", informó a sus superiores el 29 de mayo Eric Wendelin, de la División de Relaciones Exteriores en el Río de la Plata del Departamento de Estado. Furioso, Wendelin recomendó extremar la presión y amenazar al gobierno argentino con todo tipo de represalias, incluida la de denunciarlo públicamente como protector de los fugitivos nazis cuando en octubre se realizara en San Francisco la solemne reunión fundacional de las Naciones Unidas.

Al día siguiente, 30 de mayo, el jefe de la Escuadrilla de Torpederos de la Armada informó que la marina chilena ya estaba vigilando el Estrecho de Magallanes, y que pronto la argentina se sumaría a la tarea. El alto oficial estimó que si los submarinos alemanes intentaban llegar a Japón, intentarían llegar al Pacífico luego de pasar por el Estrecho de Lemaire o bien bordear por el oeste la Isla de los Estados.

Según le comunicó seguidamente la Cancillería argentina al Foreign Office, la Armada argentina estaba movilizando todos los destructores, torpederas y barreminas disponibles, así como a la aviación naval, para realizar un patrullaje intensivo de las costas marítimas e incluso había dispuesto que un grupo de destructores formase una cadena en el Cabo de Hornos a fin de impedir que los submarinos alemanes alcanzasen el Pacífico.

Aun así, resulta evidente que, si en verdad se hizo, el patrullaje argentino fue pour la galerie y se habrá desarrollado fugazmente y en un clima de distensión, pues antes de que comenzara, en la noche del 28 al 29 de mayo el Almirantazgo británico anunció en Londres que "Todos los buques que naveguen el Atlántico podrán hacerlo con las luces encendidas". Estas palabras obraron como un bálsamo en quienes surcaban el océano. El mensaje equivalía a asegurar que ya no había peligro alguno. Por lo que, cuatro días más tarde, Vernengo Lima ordenó suspender el patrullaje.

Una pareja en bote

El 9 de junio se cumplió un mes de la formal capitulación de Alemania en Berlín. En la desvastada capital alemana, el héroe de Stalingrado, el mariscal Giorgi Zucov, cuyas tropas habían ocupado el bunker de la Cancillería berlinesa, ofreció una conferencia de prensa junto a otros altos jefes militares de las potencias vencedoras. Zucov admitió entonces que "nosotros no hemos encontrado el cuerpo de Hitler" y añadió que, por lo que sabía, Hitler había conseguido escapar de Berlín en avión. Por fin dijo que los servicios de informaciones del Ejército Rojo habían "establecido de manera indiscutible" que, a escasas horas del supuesto suicidio de Hitler y Eva Braun, un submarino alemán del tipo "gran crucero" se había hecho a la mar en Hamburgo, llevando a una mujer entre su tripulación.

Habían pasado más de dos semanas desde entonces cuando, el 26 de junio, la jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (PBA) informó desde La Plata al mayor Oscar Contal, jefe de Coordinación Federal, que un submarino no identificado había sido visto en el Golfo de San Julián (sic) mientras era reabastecido de combustible por un velero. Del submarino –continuó el informe- habían desembarcado en un bote de goma un hombre y una mujer. La pareja –puntualizó- había sido recibida por un ciudadano alemán que la había traslado en otro velero hasta una playa cercana a Stroeder –al sur de la provincia de Buenos Aires- y desde allí por vía terrestre hasta una estancia recientemente comprada, cerca de la localidad de Verónica.{[1]}

Holger M. Meding, autor de La ruta de los nazis, señala que "ni la chismosa colectividad alemana en general, ni la elite nazi en el exilio, y ni siquiera un buen amigo de los nazis como el Capitán de Navío Eduardo Aumann{[2]} tuvieron conocimiento cierto de los desembarcos" y destaca que ningún informe "secreto" de la marina o la policía, con información sobre posibles desembarcos salió a la luz después de la caída de Perón y conjetura que, de haber existido esos informes, los enemigos de Perón los habrían revelado.

Los enemigos de Perón, en cambio, jamás lo acusaron de haber sido cómplice de desembarcos clandestinos de submarinos alemanes fugitivos. Y al dictarle sus monumentales memorias a Jorge González Crespo, el almirante Isaac Francisco Rojas, principal líder del golpe militar que derrocó a Perón en septiembre de 1955, se limitó a hacer un escueto comentario acerca de los submarinos alemanes que huyeron hacia la Argentina, asunto que no podía obviar, ya que dos de ellos se habían presentado en la base naval de Mar del Plata (el U-530, el 10 de julio, y el U-977, el 17 de agosto, pasados tres meses y una semana desde el final de la guerra en Europa).

Rojas se limitó a comentar que ambas rendiciones suscitaron "toda suerte de versiones que implicaban la especie de que en ellos venían importantes jerarcas nazis y grandes tesoros del Tercer Reich"y a pontificar que "todos estos comentarios fueron elaborados mediante sectarios intereses políticos y económicos que a la luz de los años nunca pudieron ser corroborados".

Se trata de un comentario inesperado en quien jamás desperdició la menor oportunidad de proclamarse enemigo mortal de los totalitarismos y enrostrarle a Perón complicidades reales o supuestas con el nazismo.

Sucede que había estado involucrado personalmente en aquellos desembarcos.

La tragedia del Bahía

El 4 de julio por la mañana, el crucero brasileño Bahía, que se encontraba muy lejos de la costa asistiendo el cruce de los aviones de la US Air Force desde Europa al teatro de operaciones asiático -donde Japón seguía combatiendo- desapareció bajo las aguas. Una enorme explosión destruyó su popa y mató a unos cien de sus 472 tripulantes, entre los que había cuatro radioperadores norteamericanos.

Incomprensiblemente, su desaparición no fue registrada por el Comando Naval del Nordeste con base en Recife hasta cuatro días más tarde, cuando la mayoría de los naúfragos habían perecido de sed. Sólo sobrevivieron 36 hombres, menos de la décima parte. Se trata de la mayor tragedia naval brasileña de la historia y sus 336 víctimas superan en número a las del crucero General Belgrano, torpedeado por el submarino nuclear británico Conqueror en 1982.

La noticia –la Marina Brasileña atribuía la explosión a "una mina a la deriva"- fue dada por los diarios argentinos el martes 10 de julio, y de inmediato opacada por otra, ya que esa misma mañana se rindió el U-530. "Es muy difícil explicar el impacto que produjo la aparición en la base de Mar del Plata de uno de los famosos submarinos alemanes. La distancia tecnológica entre nuestros submarinos y los de ellos era mucha y sus tripulantes eran para el público lo que fueron los astronautas de la NASA a fines de los años ‘60", contextualizó un alto vocero de la Armada.

El U-530 era un moderno submarino del tipo IX-C, de 77 metros de eslora (largo) y 1.120 toneladas de desplazamiento. Su aspecto era calamitoso. El casco, despintado y marrón rojizo por el óxido, contrastaba vivamente con el gris acerado de los submarinos argentinos. Carecía de cañón y ametralladoras, y de los 22 torpedos que componían su dotación habitual sólo conservaba en los tubos uno, tu, eléctrico y descompuesto, imposible de disparar.

Los 53 tripulantes tenían un promedio de edad de 23 años y en su mayoría se presentaron indocumentados. Estaban a las órdenes del teniente de navío Otto Wehrmut, de 25 años, a quien secundaba el teniente Kurt Felix Schüller, hermano de Viktor, un oficial internado en la Argentina desde 1939, cuando el acorazado Graf Spee fue hundido por orden de su comandante en la rada de Montevideo.

El jefe de la base de Mar del Plata, capitán de fragata Julio César Mallea, impidió que los desembarcados hablaran con los periodistas, alegando tener precisas instrucciones del Ministerio de Marina{[3]}. Junto a Mallea se encontraba un joven oficial del arma de submarinos y del Servicio de Informaciones Navales (SIN) Francisco Manrique, de 26 años, quien reportaba directamente al entonces capitán de navío Isaac Rojas, secretario del ministro Tessaire.{[4]} Como había cursado la escuela primaria en el Colegio Alemán de su Mendoza natal, "Paco" Manrique chapurreaba el idioma de Goethe. Las primeras preguntas que le hicieron Mallea y Manrique a Wehrmut eran previsibles: "¿Estuvo Hitler o algún otro dirigente del Reich a bordo?" {[5]}. Y enseguida: "¿Hundieron ustedes al Bahía?".

Wehrmut negó con vehemencia ambas acusaciones. Reconoció en cambio verbalmente -lo que no quiso hacer por escrito- que el fin de la guerra había sorprendido al U-530 en aguas estadounidenses, y que en ellas había disparado siete torpedos (de los diez que, dijo, habría cargado al zarpar de Noruega) pero juró que en todos los casos había marrado a sus blancos, los cuales, por si acaso, no quiso identificar.

El joven comandante alemán calculó que un segundo submarino se entregaría en ese mismo lugar en el plazo de una semana. La noticia, filtrada por los interrogadores a los periodistas, ganó la calle y fue reflejada por los diarios. Noticias Gráficas incluso precisó que "se encontraría cerca un submarino gemelo del U-530".

A pesar de que Argentina le había declarado tardíamente la guerra a Alemania, la misma noche del jueves 10 la tripulación del U-530 fue agasajada con un banquete en el que participaron en calidad de anfitriones sus cancerberos y a cuyos postres habló y agradeció ese recibimiento un emocionado Wehrmut. Mientras tanto, en Buenos Aires, el ministro Tessaire se disculpó por el retraso en el interrogatorio de los marinos alemanes, que atribuyó a la falta de intérpretes. Dijo que había dado "instrucciones precisas de revisar el Diario de Navegación, investigar la ruta efectuada por la nave hasta llegar al puerto argentino y estudiar las operaciones navales realizadas", ya que el análisis de esos documentos permitiría "dejar perfectamente aclarados los rumores de que a bordo del buque había personalidades políticas germanas o que las mismas hubieran desembarcado con anterioridad en otro lugar de la Argentina"{[6]}.

Pero hacia la medianoche, inesperadamente, el Ministerio de Marina dio a conocer un comunicado. Resultaba obvio que su redactor no había sido el ministro. Consistía en cuatro afirmaciones, a cada una más sorprendente:

"Primero: que las investigaciones practicadas establecen que el submarino alemán U-530 (...) no fue el que originó el hundimiento del Bahía". Leído con suspicacia, alentaba las sospechas de que los ignotos redactores sabían que el responsable había sido otro U-Boote.

"Segundo: que a bordo de la citada nave no llegó ningún político ni militar alemán". Una aseveración absurda pues todos los tripulantes eran militares alemanes.

"Tercero: que antes de entregarse a las autoridades, no llegó a la costa argentina ninguna persona procedente de la embarcación". Una afirmación harto temeraria, pues el ministro había dicho que aún no se había interrogado a la tripulación, y por cierto, pronto se sabría que al submarino le faltaba un bote de salvamento.{[7]}

"Cuarto: que las personas desembarcadas pertenecen todas la tripulación del submarino, cuya nómina se ha dado a conocer". ¿Qué nómina? Como la inmensa mayoría de los prisioneros se había desembarazado de sus documentos de identidad, esa lista era producto de su mera declaración.

El comunicado nada decía acerca de que al U-530 le faltara la práctica totalidad de su armamento, torpedos y aparatos de precisión. Y, menos, que se hubieran extraviado el cuaderno de bitácora y los libros de navegación, a los que Teissaire se acababa de referir.

Periodistas y marinos brasileños reaccionaron indignados ante tantas afirmaciones sin fundamento. Y O Globo señaló que "Hay fuertes indicios de que un submarino nazi habría sido el responsable del desastre (del Bahía), al haber alcanzado con un torpedo su pañol de popa".

"El almirante Jorge Dodsworth Martins, comandante naval del Centro" con base en Río de Janeiro, continuaba la crónica, "insistió en la hipótesis de que el Bahía fue alcanzado por un submarino alemán que se refugió en la Argentina y que ello coincide con la versión de que chocó con una mina, que bien pudo haber sido lanzada por este corsario".

En la misma edición O Globo también informó que, contradictoriamente, "Junto al comando naval argentino, el Departamento de Marina estadounidense hizo sus investigaciones y concluyó que el submarino alemán U-530, ahora en Mar del Plata, no tiene ninguna responsabilidad en el hundimiento del Bahía". De esta modo confirmó así que el fulminante comunicado exculpatorio del Ministerio de Marina argentino había sido redactado en acuerdo con Washington, que insólitamente negaba que marinos estadounidenses hubieran estado en el Bahía al momento de la catástrofe, presencia que ya había sido revelada por dos sobrevivientes.

El jefe del Comando Naval del Nordeste, vicealmirante Oliveira Texeira, anunció la apertura de una investigación para determinar cómo se había producido la voladura de la popa del Bahía. Al dar la noticia, O Jornal adelantó que siendo muy "pocos los sobrevivientes del desastre, serán menos quienes estarán en condiciones de prestar un testimonio esclarecedor, teniendo en cuenta que, según se sabe, el hundimiento se produjo de manera bastante rápida". Los investigadores, explicó, manejaban tres hipótesis: "una explosión en el pañol de la pólvora, el choque con una mina, o la menos probable del torpedeamiento". Por lo visto, Oliveira Teixeira deseaba desechar de antemano esta posibilidad.

Para O Globo no podía descartarse que el U-530 se hubiera escondido, al acecho, en las rocas de San Pedro y San Pablo. Aunque no lo aclaraba, esa sospecha se fundaba en que el 24 de junio un avión de reconocimiento de la MB había detectado junto a ellas la presencia de un submarino. Más importante aún: el vespertino A Noite destacó que "una alta autoridad naval" había confirmado que el día anterior al hundimiento del Bahía -es decir, el 3 de julio- el torpedero Bocaina, al mando del comandante Augusto Lopes Da Cruz había detectado un submarino no identificado cuando navegaba por la misma zona en la que el Bahía se había hundido.

Los diarios uruguayos aseguraban que otro submarino merodeaba la desembocadura del Río de la Plata esperando el momento de entregarse. Y La Nación señaló que las autoridades navales argentinas no descartaban "la posibilidad de que algunos submarinos puedan haberse refugiado en caletas aisladas (de la costa argentina), donde pueden permanecer tiempo indeterminado"{[8]}.

Wehrmut y sus hombres habían admitido que no navegaban solos. O bien habían informado también que otros U-Bootes habían proseguido su marcha hacia el sur, o la Marina Argentina había obtenido ese dato preciso de Washington, de Londres o simultáneamente desde ambas capitales.

El rumor de que pronto llegaría otro U-Boote ganó la calle, que rebautizó al joven comandante alemán como "Cinzano", no sólo por el vermut al que parecía aludir su apellido, sino también porque la aparición del U-530 era percibida como un aperitivo antes de la aparición del plato principal. La expectativa, describe Jorge Camarasa, era enorme, ya que "los cadáveres de Hitler y de su flamante esposa Eva Braun no habían sido hallados, y la historia del suicidio y la posterior cremación de los cuerpos podría haber sido urdida para facilitar su fuga...".

Ante esta conmoción pública, Mallea ofreció una breve rueda de prensa. Informó en la base naval que Wehrmut y los demás oficiales alemanes decían haber zarpado el 19 de febrero de un puerto alemán –por Kiel- y haber permanecido en las costas noruegas hasta el 3 de marzo, fecha en que afirmaban haber zarpado junto a otras naves hacia el Atlántico Norte, al que habrían llegado con muchas provisiones pero con muy poco combustible.

Sin aclarar como habían podido llegar entonces a Mar del Plata, Mallea agregó que a bordo del U-Boote prácticamente no se había encontrado documentación, y que los oficiales alemanes decían haber arrojado al mar el cuaderno de bitácora y los libros de navegación. Del mismo modo, agregó, la mayoría de los tripulantes, especialmente los más jóvenes, carecía de documentos que acreditaran su identidad. Sin embargo, comentó que, dada su juventud, no parecía razonable que entre ellos se hubieran infiltrado jerarcas nazis.



Avistamientos, persecuciones y desembarcos

Minutos después de terminada la rueda de prensa, se dio la alarma por el avistamiento de un submarino. Había sido visto desde el faro Recalada, situado sobre la playa de Monte Hermoso, en el extremo sur de la provincia de Buenos Aires. Un avión de la base naval de Puerto Belgrano salió en su búsqueda, pero regresó sin novedad.

Al mismo tiempo, el almirante Dodsworth Martins insistió en Río de Janeiro en que "según mis cálculos de navegación, el submarino pirata (por el U-530) pudo haber estado en el sitio del desastre del Bahía en la mañana del 4 de julio". El almirante debía haber hecho algunos cálculos elementales: Para llegar desde el lugar del hundimiento (que, se sabría más tarde, era la intersección de la línea del ecuador con la longitud 30ª O) en menos de seis días, el U-530 tenía que haber navegado a 21 nudos, velocidad ciertamente alta pero no imposible si se tiene en cuenta que -aunque la Armada Argentina siguiera ocultándolo- se había entregado sin torpedos, cañón, ametralladoras y municiones, un aligeramiento de peso de casi 50 toneladas, lo que le permitía emerger medio metro adicional y ganar un décimo de velocidad. Con ambos motores diesel funcionando a la máxima potencia, era posible que hubiera podido llegar en ese plazo a Mar del Plata.

Dodsworth Martins insistió en que aun en el caso de que el U-530 no hubiera hundido al Bahía, era probable que algún otro U-Boote lo hubiera hecho, ya que en la víspera de la tragedia el torpedero Bocaina había detectado la presencia de un submarino en la misma zona en que aquella se había producido. Y añadió que aunque el U-530 hubiera pasado por las rocas de San Pedro y de San Pablo antes del 4 de julio, tal como alegaban sus oficiales, bien podía haber sembrado la zona de minas.

El almirante fue lapidario al descartar la hipótesis de una explosión espontánea de la santabárbara del Bahía, tal como sostenían fuentes anónimas y habían reflejado algunos medios. Y subrayó que "desde el lado moral, el comandante nazi se hallaba en un estado de latente agresividad contra Brasil, ya que pudiendo elegir un puerto brasileño para rendirse, no lo hizo".

Al día siguiente, en Moscú, el diario Izvestia destacó que "sería interesante saber quién viajó oculto y también quién pudo abastecer a esa nave pirata con alimentos y combustibles durante los dos últimos meses".



Sin documentos

El 12 de junio, Mallea admitió ante la prensa que el U-530 se había entregado sin armamento útil y que Wehrmut reconocía haber disparado frente a las costas de Nueva York siete torpedos a un convoy aliado que se alejaba del continente sin haber dado en el blanco, así como haber ordenado arrojar al mar poco antes de entregarse "los seis torpedos restantes" (sic), el cañón, "que pesaba 5.000 kilos", las ametralladoras y municiones.

No explicó, en cambio, cómo, si había zarpado desde Noruega para su última patrulla a principios de marzo, había pasado más de tres meses sin reabastecerse de combustible. Necesariamente debía haber sido reabastecido en alta mar o recalado en algún puerto amigo. La falta de respuesta a este crucial interrogante aumentó la sospecha de que hubiera pasado parte de aquellos tres meses a buen reparo, posiblemente en una isla atlántica.

La Armada Argentina deseaba quedarse con la nave y ese mismo 12 de junio izó en su mástil la bandera nacional, pero la reacción de los Estados Unidos y Gran Bretaña fue fulminante: no sólo exigieron a coro la entrega inmediata del submarino, sino también de toda su tripulación. Ante el virtual ultimátum, y a fin de guardar las formas, el presidente Farrell dispuso que una comisión -presidida por Perón- resolviera la posición argentina. Horas después, el 13 de julio, tras señalar que el U-530 había "violado voluntaria o involuntariamente (sic) los compromisos contraídos en el acta de rendición de Reims" que obligaba a todos los U-Bootes a "la entrega incondicional" a los aliados tras "emerger izando una bandera negra", la comisión recomendó poner el submarino "a disposición de los Estados Unidos e Inglaterra juntamente con su tripulación y las actuaciones realizadas por nuestras fuerzas navales".



La persecución del Babitonga

Ese mismo 13 de julio, al cumplirse una semana del hundimiento del Bahía, el Departamento de Marina de los Estados Unidos difundió un comunicado en el que estimó que "si bien se desconoce la suerte de cuatro a seis submarinos alemanes en el Atlántico, se cree que éstos fueron hundidos. Por otra parte, se tiene la seguridad de que, si hubiera alguno navegando, no estará ya operando en el Atlántico". A pesar de estas suposiciones, el comunicado agregaba que aun en el caso de que hubiera algún U-Boote navegando por el Atlántico, no era "factible" que tuviera "suficiente radio de acción como para llegar al Japón".

La insistente mención a la supuesta intención de los U-Bootes fugitivos de llegar al archipiélago japonés era una evidente "cortina de humo": Para entonces, las tropas imperiales se batían en retirada de la isla de Okinawa, dejando en sus playas centenares de miles de cadáveres para concentrarse en la defensa de las islas centrales mientras la aviación aliada descargaba miles de bombas incendiarias sobre Tokio. ¿Quién querría llegar a Japón en esas circunstancias?

También el 13 de julio, el sonar del torpedero Babitonga, que había reemplazado al Rio Grande do Sul en la Estación 13 –donde se había hundido el Bahía- detectó dos cuerpos sumergidos a escasas 1.200 yardas. Parecían submarinos, y como no obtuvo respuesta a sus reiterados pedidos de identificación, el comandante, capitán de corbeta Daniel Dos Santos Parreira, dio la alarma a las naves del Grupo de Tareas 27.1.1 (que se había formado para buscar a los náufragos del Bahía) tras lo cual ordenó perseguir a los intrusos, acción que se ejecutó durante cuatro días consecutivos.

El Babitonga y su comandante eran un orgullo de la MB. Al igual que el comandante del Bahía, Garcia D’avila Pires Carvalho e Alburquerque, Dos Santos Parreira - oficial del Estado Mayor, ingeniero civil e hidrógrafo- se había especializado en Estados Unidos en la lucha antisubmarina. La nave que comandaba era un torpedero moderno, versátil y con gran poder de fuego que había servido durante los primeros años de la guerra en la US Navy con el nombre de DE 101 Alger. Los Estados Unidos lo habían donado a Brasil para fortalecer su capacidad de lucha contra los temidos lobos grises.

Alternadamente al mando de Dos Santos Parrerira y de su segundo, el capitán Sergio Duarte Nunes, el Babitonga persiguó tenazmente a los misteriosos submarinos. Curiosamente, al menos uno de ellos -¿o sería un tercero?- parecía tener intenciones de permanecer en la zona, ya que el 18 de julio el Babitonga volvió a captar nítidas señales de su presencia. Con los hidrófobos, los técnicos corroboraron no sólo que efectivamente el cuerpo hundido era un submarino, sino también que intentaba pasar inadvertido, moviéndose muy lentamente, con sus hélices girando a muy pocas revoluciones por minuto. Luego de aumentar la velocidad de las propias hélices para descartar que el sonar estuviese retrasmitiendo un eco propio, Dos Santos Parreira ordenó atacarlo con cargas de profundidad convencionales y las de nuevo tipo, las letales hedge-hogs.

En medio de la refriega, los tripulantes del Babitonga observaron cómo emergía fugazmente "a unas 800 yardas un objeto negro y brillante" con aspecto de "casco acostado", tal como quedó consignado en los libros de a bordo. El objeto se sumergió mientras desde el Babitonga le disparaban un cañonazo, tras lo cual aparecieron en la superficie grandes bolas de agua, señal de que la inmersión había sido muy rápida.

Tras la lluvia de cargas de profundidad lanzadas a continuación, no observaron ninguna señal, por lo que sobrevino una calma tensa y el uso intensivo del sonar y los hidrófonos. Horas después el sonar detectó nuevamente a un submarino en fuga, presumiblemente el mismo. El comandante ordenó perseguirlo y arrojar una nueva serie de cuatro cargas de profundidad. Esta vez, los artilleros parecieron haber tenido mejor puntería, pues afloró una mancha de aceite "de 300 yardas de circunferencia", de la que el comandante ordenó tomar una muestra efectuando un giro a toda máquina a fin de no perder el rastro de su presa.

La aparición de esa mancha era una señal dudosa: podía indicar que el submarino fugitivo había sido hundido o al menos dañado, pero un marino con la experiencia de Dos Santos Parreira también sabía que era habitual que los comandantes de los U-Bootes acosados ahuecaran el aceite usado de las sentinas para despistar a sus perseguidores.

A pesar del rápido viraje, la pista del submarino se perdió ¿se habría hundido? Para entonces el Marcilio Dias se había sumado a la persecución. Ambos torpederos rastrearon en conjunto un área de 14 millas de largo y 10 de ancho. Más tarde se sumó el Grajau, pero la búsqueda se dio por terminada a las 18.

El 25 de agosto, tras amarrar al Babitonga en Recife, Dos Santos Parreira redactó un pormenorizado informe en el que advirtió a sus superiores que creía "viable la hipótesis de haber sorprendido el pasaje de submarinos enemigos que, habiendo recibido fugitivos del Reich en algún punto del largo litoral europeo, pretendían desembarcar en algún punto del litoral sudamericano", por lo que recomendó que se intensificara la investigación sobre la colonia alemana del Estado de Santa Catarina, cuyas costas e islas, recordó, se habían transformado en "un escondrijo" de nazis fugitivos.

Del mismo modo, puntualizó que mientras perseguía a uno de los submarinos no identificados, el 17 de julio, había escuchado por radio que pescadores de un pueblo de Río Grande do Sul habían visto a dos submarinos. "Es muy probable que estas naves sean las responsables del hundimiento del crucero Bahía, cuando se consideraban al servicio del Japón, potencia en guerra contra el Brasil", conjeturó.

Los análisis de las muestras de aceite y de las grabaciones de sonar, ambos hechos en los Estados Unidos, determinaron que las primeras no pertenecían a ninguna nave aliada en servicio, y que las segundas habían sido causadas inequívocamente por un submarino.



Paradero desconocido

El mismo 17 de julio en que los pescadores gaúchos dijeron haber visto a dos submarinos no identificados cerca de la costa, el oficial de la PBA Pedro Longhi, a cargo del puesto de Mar de Ajó, informó del avistamiento de uno frente a las costas de San Clemente del Tuyú. En realidad, decenas de lugareños decían haber visto dos.

La noticia pronto llegó a oídos de la Armada. El radiograma 1505, nº 802 de su Estado Mayor informó al Ministerio de Marina que a las 9 del día 17 de julio, varios civiles habían avistado a un submarino a unos tres kilómetros de la playa de San Clemente del Tuyú y también que el mismo se había sumergido al aparecer un avión. "Volvieron a verlo diez horas más al sur sumergiéndose", añadió, en obvia referencia a la existencia de más testigos.

Otro mensaje –que aunque carece de fecha, al parecer fue simultáneo o inmediatamente posterior a aquel- le fue remitido al comandante de la Escuadra de Mar: "Se espera que antes del 22, otro submarino alemán tome puerto o desembarque personal en nuestra costa. Se supone que operará entre Río de la Plata y Cabo Blanco. Explorar proximidades de la costa y apresarlo. Escuadra de Río extenderá su exploración aérea hasta Necochea y de superficie hasta Querandí"{[9]}.

A las 15, el Ministerio de Marina informó a las escuadras de Mar y de Río y a la Prefectura que la Secretaría de Guerra le había trasmitido a las 14.10 que la PBA tenía informes fidedignos de que en San Clemente se había avistado un submarino, por lo que, de inmediato, el capitán (Isaac) Rojas se había puesto en contacto con "el señor Longui (sic), que lo había visto". Es una obvia referencia a Longhi, el policía que había formalizado la denuncia.

Un nuevo radiograma de la Armada confirmó que, efectivamente, Longhi le había informado a Rojas sobre el avistaje, aproximadamente a las 9, de "una embarcación hacia el lado del faro de San Antonio, poco identificable debido a la neblina. Que poco después, con sol, pudo constatar que era una embarcación que en nada se parecía a los buques comunes y que, comparándola con las fotografías publicadas del U-530 la encontró parecida a ese submarino. Que estaba como parada a unos 3.000 metros de la costa. Que de lo que creía ser la torrecilla salían dos cables, uno hacia la proa y otro hacia popa. Que no tenía chimeneas. Que al aproximarse un avión se sumergió. Que más tarde, a eso de las 1000 horas, lo vio él y otras personas un poco más al sud, como si se dirigiera hacia Mar del Plata. Mar calmo. Que luego se sumergió otra vez, no viéndolo más", transcribió Rojas.

Ese mismo 17 de julio Farrell y Perón firmaron el decreto 16.162 que puso a disposición de Washington y Londres "el submarino, su tripulación y las actuaciones producidas por el Ministerio de Marina con motivo de las investigaciones practicadas". Y también ese mismo día se inició en Postdam -la señorial residencia de los antiguos reyes prusianos- la cumbre de los vencedores, para tratar la posguerra. Tan pronto como le presentaron al nuevo presidente estadounidense, Harry Truman, Stalin, tratándolo de la misma manera desenfadada como había tratado siempre al fallecido Franklin Delano Roosevelt, le manifestó su certeza de que Hitler había escapado.

El secretario de Estado norteamericano Jimmy Byrnes participaba en el cóctel y recordó en su libro Speaking Frankly (Hablando francamente) que se acercó al líder soviético, y luego de brindar con él entrechocando sus copas, le preguntó a Stalin si creía que Hitler estaba muerto. Y que Stalin le respondió: "No está muerto. Escapó o bien a España, o bien a la Argentina".

Para tranquilizar a la opinión pública, los aliados anglosajones no tuvieron mejor idea que instar a los altos oficiales de la Kriegsmarine prisioneros a desmentir la posibilidad de que Hitler estuviera vivo y a salvo. Así fue como el lugarteniente histórico de Dönitz, el almirante Eberhardt Godt, estimó que "si se hubieran hecho preparativos para sacar a Hitler de Alemania yo me habría enterado" y comentó que le parecía inverosímil que el Führer hubiera huido, pues "le resultaría imposible vivir como un señor cualquiera".

Al día siguiente de que Farrell y Perón firmasen el decreto de entrega del U-530 y su tripulación, el 18 de julio, una comisión del Senado de los Estados Unidos mantuvo en el Capitolio una larga reunión con representantes de la Armada Argentina. A su término, el senador Mendell Rivas declaró a la prensa que "si bien la Marina de los Estados Unidos trata de localizar lo que quede de los submarinos alemanes por medio de aviones y buques de superficie, no es de creer que alguno todavía esté en el mar".

Ese mismo día el Almirantazgo británico admitió a través de un breve comunicado que no podía calcular cuántos submarinos alemanes faltaban entregarse. Simultáneamente, el Departamento de Marina de los Estados Unidos demostró estar en el ajo. Informó que consideraba "poco probable que alguno de los cuatro submarinos (sic) cuyo paradero se desconoce esté cerca de la costa argentina, siendo indudable que debe haber un error en la noticia de que se han visto submarinos nazis cerca de este país".

¿Un error? El 18 de julio a las 23 todos los buques de la Escuadra de Mar argentina recibieron este escueto mensaje del Estado Mayor del arma: "Hidrófonos vigías denuncian submarino atacado con bombas hasta oscurecer sin novedad punto posición proximidades El Fuerte".



Una farsa

En los escasos cinco días pasados desde el inicio de la persecución del Babitonga -de la que no se había informado a la opinión pública- y la conformación la comisión gubernamental que rápidamente había aceptado las exigencias de entregar el U-Boote y su tripulación a los Estados Unidos, habían pasado muchas cosas. Cerrando el círculo, la advertencia a la Flota de Mar se refería a una nueva persecución de un submarino no identificado. Esta vez mucho más al sur y a cargo de un torpedero argentino, el Mendoza.

Veamos algunas de las cosas que habían sucedido en los cinco días previos:

-El interrogatorio formal a Wehrmut, Schüller y demás oficiales y tripulantes del U-530 recién se habían iniciado el 13 de julio. Para entonces, las especulaciones acerca de si el U-530 había traído a Hitler y hundido al Bahía habían crecido hasta transformarse en un coro de ranas. A despecho de las versiones lanzadas por radar por Mallea acerca de que los marinos alemanes los habían tirado al mar, los periodistas recordaban la palabra oficial del ministro Teissaire y esperaban que de una vez se hiciera público el contenido del cuaderno de bitácora y de los libros de navegación.

-Durante la madrugada del 15 de julio el grueso de la tripulación del U-530 había sido trasladada bajo custodia de la infantería de Marina y en dos ómnibus de la empresa Cóndor a Buenos Aires. Habían llegado a la Dársena Norte de Puerto Nuevo a mediodía. Y embarcados en el aviso Cormorán, que los había conducido a la Isla Martín García.

-El comandante Wehrmut, sus oficiales y los cuatro suboficiales de mayor rango permanecían en la base de Mar del Plata, donde teóricamente seguían siendo interrogados por una comisión integrada por el capitán de navío José A. Dellepiane, los capitanes de fragata Carlos Ribero y Patricio Conway, y dos intérpretes, los capitanes de corbeta Olindo P. Berry y Bernardo Benesch. Estos dijeron a los periodistas que les a los alemanes por qué habían arrojado al mar los cañones, ametralladoras, torpedos y municiones y que aquellos se limitaban a encogerse de hombros y responder Kapput.

-Uno de los interrogadores -narró el enviado especial de La Nación- se quejaba de que al hecho de que "poco antes de rendirse, la oficialidad del U-530 haya destruido casi toda la documentación, se le suma el silencio que guarda, o lo poco explícita que es la tripulación cada vez que se pretende obtener de ella algún dato referente al itinerario recorrido; a las operaciones navales en que intervino" y a los otros "tantos interrogantes que se plantean".

-De esta manera, la Armada ratificó oficiosamente que, a pesar de lo afirmado por el ministro Teissaire, Wehrmut se habría desecho del libro de bitácora y las cartas de navegación. En sus "trascendidos" a los periodistas, los interrogadores también alegaron que "habría que desterrar" la hipótesis de que el U-530 hubiera hundido al Bahía por la imposibilidad de llegar desde las rocas de San Pedro y San Pablo hasta Mar del Plata en seis días. A pesar de adelantar este juicio, los marinos argentinos dijeron que no redactarían ningún comunicado oficial sin antes consultar a los agregados navales de los Estados Unidos y Gran Bretaña.

- En rigor, los marinos argentinos no habían permitido a los capitanes de navío Walter W. Webb y Valentin Maurice Wyndham Quin interrogar a los prisioneros. El informe enviado por Webb a Washington fue lapidario: cada tripulante alemán que salía de la sala de interrogatorios departía con el que esperaba su turno, indicándole qué debía y que no debía decir, a fin de unificar versiones.

Los interrogatorios habían sido una farsa.



La confirmación de Londres

Mientras las radios porteñas difundían la noticia de que según la Armada las cartas de navegación y el cuaderno de bitácora del U-530 se habrían evaporado, el 15 de julio la agencia Asociated Press (AP) emitió un despacho de su corresponsal en Río de Janeiro en el que se insistió en el hecho de que la marina brasileña había "localizado y atacado" a un submarino "cerca del lugar en que se hallaba el Bahía horas antes de que ocurriera la explosión" y ello, sumado al "escepticismo de los peritos navales acerca de que la santabárbara del Bahía pueda haber volado accidentalmente, y a los cálculos respecto a que el U-530 tuvo tiempo de llegar a Mar del Plata entre el 4 y el 10 de julio, todo se ha unido en los últimos días para provocar que la prensa de esta ciudad exprese abiertamente su insatisfacción por las explicaciones del comandante del U-530".

El 17 de julio al menos dos docenas de vecinos del balneario San Clemente del Tuyú -donde las aguas marrones aguas del Río de la Plata se diluyen en el azul del océano- denunciaron a las autoridades haber divisado dos submarinos de diferente tamaño navegando juntos a unos 5 o 6 kilómetros de la costa, así como que el ruido de sus motores era perfectamente audible. Por su parte, como ya se dijo, el oficial Pedro Longhi, a cargo del puesto policial de Mar de Ajó - balneario situado al sur de San Clemente- también dio fe de haber visto un submarino.

El avistaje de los vecinos de San Clemente fue rápidamente difundido por radio, de manera que los vecinos de Mar de Ajó, "se situaron en el muelle, con sus prismáticos mirando en dirección al norte" y afirmaron que, efectivamente, pudieron ver a los dos submarinos, describió La Nación.

Su crónica aseguró no sólo que Longhi y un grupo de vecinos anónimos habían visto a los sumergibles; sino también que el enviado del diario El Tribuno de la ciudad de Dolores había informado telefónicamente a su redacción que uno de aquellos había encallado a 15 kilómetros al sur de San Clemente y a unos 200 metros de la playa Las Margaritas, zona de "muchos canales y bancos de arena". El periodista había entrevistado a un testigo del encallamiento que le había contado cómo, a poca distancia de la costa, el submarino había pugnado ruidosamente por zafar del banco de arena por espacio de unos 5 minutos hasta conseguirlo, tras lo cual había navegado mar adentro y se había sumergido. Aunque no publicó su nombre, El Tribuno dio fe "de la seriedad de la persona" que había narrado la escena.

Crítica publicó esa tarde que ambos submarinos habían sido ubicados y perseguidos por buques y aviones de la Armada, y recordó que unas semanas antes se había encontrado un bote de goma abandonado en una playa cercana a Necochea. El redactor especuló sobre la posibilidad de que Hitler y Eva Braun lo hubieran utilizado para desembarcar .

Al U-530 le faltaba un bote de goma, y un bote de goma había sido encontrado en las cercanías de Necochea a fines de junio o a principios de julio, ratificó un sustancioso despacho de la agencia UP fechado en Londres el 18 de julio. Ese detalle, con todo, no era lo más importante. Su lectura dejaba sin respiración ya que contenía cinco informaciones a cada cual más resonante.

- En las "esferas oficiales de esta capital -Londres- se insiste en que Hitler desembarcó en la Argentina el 30 de junio último, transportado por el U-530".

- Esas mismas fuentes daban "crédito a la versión de que el bote de goma de que se hallaba dotado el submarino rendido en Mar del Plata" se había encontrado "diez días antes de su rendición".

- Interpol había lanzado una orden de captura internacional contra Hitler.

- El U-530 -siempre de acuerdo a fuentes gubernamentales británicas- había formado parte de un convoy de, al menos, seis submarinos.

- Los U-Bootes que integraban ese convoy no sólo habían hundido al Bahía, sino que también habían desembarcado a un grupo de dirigentes nazis en algún lugar de la costa argentina.

Que fuentes oficiales británicas hubieran hecho trascender estas informaciones era inusual. Quizá se debiera a lo revuelto que estaba el panorama político en vísperas de las elecciones celebradas el 25 de julio, en las que contra todo pronóstico el conservador Winston Churchill sería derrotado por el laborista Clement Richard Atlee. Fue un hecho tan conmocionante que durante largos días el resultado de los comicios se mantuvo en secreto -so pretexto de dificultades en el escrutinio- a fin de no debilitar la posición del maltrecho imperio en la conferencia de Postdam.



El Mendoza al ataque

El informe de la oficial Comisión de Esclarecimiento de las Actividades Nazis en Argentina (CEANA, 1998), la historia oficial, sostiene que "el día 17 un submarino que viajaba hacia el sur a unos tres mil metros de la costa fue visto en distintas oportunidades al menos por 24 personas" y agrega que al anochecer de ese mismo día, "el torpedero Mendoza, que patrullaba mar afuera, avistó un periscopio y detectó sonidos submarinos en sus hidrófonos" por lo que "persiguió el objetivo por una hora y cuarenta minutos, disparando ocho cargas de profundidad sin resultado aparente, hasta que la oscuridad lo obligó a abandonar las operaciones".

El documento fue redactado por el historiador canadiense Roland Newton, contratado por el gobierno del presidente Carlos Menem. Como no precisa la ubicación del torpedero, se entiende tácitamente que debía encontrarse cerca de San Clemente y de Mar de Ajó, los lugares desde donde habían sido avistados los submarinos. Pero la lectura del diario de navegación del Mendoza depara no una, sino dos grandes sorpresas: La primera es que el avistamiento no se produjo el día 17 sino el 18 de julio por la tarde, y la segunda es que no fue frente a aquellas costas sino mucho más al sur, frente a San Antonio, el mismo lugar en el que, tres décadas atrás, la tripulación del buque hospital alemán Seidlyz había pasado más de un año.

El Mendoza zarpó de Puerto Belgrano bien avanzada la noche del 17 de julio rumbo al Golfo de San Matías. A las 10.05 del 18, a la altitud 60º divisó un "avión tipo Corsario rumbo oeste cota 300 m. Características 2-0-14" y a las 8.25 "puso proa a la costa para reconocer Caleta de los loros y playas adyacentes", llegando "hasta dos millas de la costa". Como allí no encontró nada, reanudó la navegación hacia el sur. Fue bien entrada la tarde, a la altura de San Antonio, cuando la tripulación vio con absoluta claridad, el periscopio de un submarino que se desplazaba dejando una gran estela.

Dicen textualmente las anotaciones del diario de navegación correspondientes a ese cuarto: "A 17.30 se avistó periscopio submarino al Av 140 del fondeadero exterior San Antonio (especie caño sobresalía del agua color gris claro); rodeaba al mismo una estela grande con intumescencia, rumbo aproximado 160. Se tocó alarma antisubmarina, máxima velocidad (23 nudos) y se puso proa al lugar indicado donde se comenzó a largar bombas de profundidad. Se patrulló toda la zona durante 1 h 40 m (hasta el anochecer), largándose ocho bombas. A 19.10 se puso rumbo 107 rd=14 para alejarse de la zona (...) y patrullar la costa norte abordable del golfo".

A las 21.05 -continúa el diario de navegación del Mendoza- se avistó el faro Belén, momento a partir del cual se patrulló la costa haciendo escucha hidrofónica hasta avistarse a medianoche el faro San Matías. Desde entonces el Mendoza y tres aviones de la Armada buscaron afanosamente durante dos días al submarino no identificado, recorriendo el puerto y la Bahía de San Antonio hasta el Golfo de San Matías y sus alrededores.

Cuando desde el Mendoza se avistó el faro San Matías, hacia una hora que todos los buques de la Escuadra de Mar habían recibido el escueto mensaje ya reseñado: "Hidrófonos vigías denuncian submarino atacado con bombas hasta oscurecer sin novedad punto posición proximidades El Fuerte".

Al día siguiente -19 de julio- el Estado Mayor de la Armada recibió un nuevo mensaje: "Periscopio-San Antonio Este. He dispuesto reforzar exploraciones allí". Camarasa describe que como era evidente que "la situación iba más allá de una psicosis colectiva (…) determinó que se movilizaran tropas, aviones y lanchas" y que "en medio de un alerta general se detuvo a dos mujeres jóvenes, de nacionalidad alemana, una de las cuales fue identificada como Maximiliana Oschatz. Al día siguiente de la detención, ocurrida el 19 de julio, la captura fue rotundamente negada por la policía provincial".

Área libre

Insólita e intempestivamente, el 21 de julio, el jefe de la Armada, Vernengo Lima, ordenó suspender todos los patrullajes ¿Por qué? Es la pregunta del millón.

Un interrogante no menor es por qué Vernengo Lima no revisó esa medida cuando recibió nueva y precisa información sobre la presencia de un submarino no identificado a diez millas de las costas del sur bonaerense.

Porque el jueves 24 de julio, a las 15.20, el Prefecto General Marítimo, contralmirante Francisco J. Clarizza, le informó al Ministerio de Marina que, siendo las 14, el subprefecto inspector a cargo de la costa marítima, Demetrio Vergara, había recibido a un conocido empresario pesquero, el Sr. Alfaro, quien le había informado que en la víspera, siendo las 18 y estando en la estación Copetonas del Ferrocarril del Sur -a la altura de los balnearios de Reta y Claromecó, unos cien kilómetros al sur de Necochea- observó "un submarino que se encontraba como a 10 millas de la costa" cuya eslora era de alrededor de 70 metros y cuya torre estaba "pintada de gris".

El viernes 23, tras regresar a su despacho en Ingeniero White -el puerto de la ciudad de Bahía Blanca- el subprefecto Vergara le ratificó telefónicamente al contralmirante Clarizza que debía "ser cierto lo de la aparición del submarino" en la costa cercana a la estación Copetonas, puesto que "tres tripulantes de la lancha Alfaro II" coincidían en afirmar que el miércoles 23 "a la caída del sol, entre las 18 y las 18.30 y a 15 kilómetros de la costa vieron claramente emerger y sumergirse a un submarino con proa al sur".

El contralmirante Clarizza llamó por teléfono a Rojas el sábado 26 a las 14.20. Rojas confeccionó el correspondiente informe para Vernengo Lima. Puntualizó en él que Clarizza le había prometido que al día siguiente, o a más tardar el lunes, estaría concluido el correspondiente sumario .

Ese mismo sábado, Clarizza redactó un informe para ministro Teissaire. Le explicó ue "tres tripulantes del Alfaro II manifestaron que, desde tierra, a unos 15 km. de la costa, el día 23 del corriente, a la caída del sol, de 1800 a 1830 horas, vieron emerger y sumergirse a un submarino, cuya proa estaba orientada hacia el sur, rumbo que presumen habría tomado".

Para entonces, otro informe secreto de la Armada había dado aviso -el viernes- del avistamiento de un submarino -acaso el mismo- cerca de Claromecó.

No hay constancia de que al enterarse de estas novedades Vernengo Lima haya ordenado reanudar el patrullaje costero. Si la hay, en cambio, de que se puso molestó mucho porque las noticias del avistamiento de un submarino el día 23 hubieran llegado -aunque fuera sin mayores precisiones- a radio Bahía Blanca, que las había difundido. Porque le ordenó al capitán de navío Ernesto R. Villanueva, jefe de la "División R" -contraespionaje- que averiguará cómo se había producido la filtración.

Pasó casi un mes hasta que un nuevo submarino alemán, el U-977, al mando del teniente de navío Heinz Schäffer, se entregó en Mar del Plata. Durante ese tiempo pasaron cosas muy significativas, entre ellas que Churchill perdió las elecciones y se lanzaron sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, holocausto que forzó la rendición de Japón.

A principios de agosto de 1945 la Marina evaluaba la posibilidad de descerrajar un golpe de estado para derrocar al binomio Farrell-Perón con el apoyo de los Estados Unidos. El embajador argentino en Washington, Oscar Ibarra García, voló precipitadamente a Buenos Aires tras la aparición del U-530, y en cuanto llegó se enfrascó en una larga conversación con Farrell y Perón. El 3 de agosto cenó en la Embajada de los Estados Unidos con el embajador Spruille Braden y 48 horas más tarde regresó a Washington. Los servicios secretos norteamericanos consideraban a Ibarra García un claro pro-nazi, y como tal figuraría en las páginas del Libro Azul que Braden auspició en un fallido intento por impedir el ascenso de Perón acusándolo de complicidad con el nazismo.

El 7 de agosto Braden informó a la Secretaría de Estado el contenido de su entrevista con Ibarra García. Además de reclamar "reconocimiento por el envío del U-530 a los Estados Unidos como resultado de sus recomendaciones desde Washington", el embajador argentino, escribió, le había explicado que la Armada "temía efectuar un bloqueo de Buenos Aires para derrocar al gobierno, ya que sólo tenía reservas de combustible para dos semanas", razón por la cual, agregó, él mismo se había comprometido personalmente "a conseguirle a la Marina el abastecimiento necesario".

En la víspera, el Comando Naval del Nordeste había terminado rápida y silenciosamente el sumario interno para establecer la causa del naufragio del Bahia con la asombrosa conclusión de que… el crucero había sido hundido a causa de una torpeza de propia tripulación. Un anónimo y desaparecido operador de una de sus ametralladoras de 20 mm., decía, le había pegado un tiro al lugar de la popa donde se guardaban las cargas de profundidad, haciéndolas estallar.

El general Douglas Mc Arthur aguardaba el 17 de agosto a los emisarios japoneses para entregarles un ultimátum. Tokio había ordenado el cese del fuego, pero las tropas japonesas seguían combatiendo agónicamente contra los chinos, deseosos de tomarse venganza por las masivas salvajadas que los ocupantes su nación habían cometido.

Ese viernes, en el que en Argentina se rendía homenaje al general José de San Martín al cumplirse 95 años de su muerte, amaneció nublado. Las radios comentaban el hundimiento de Japón bajo la hecatombe nuclear y el enfrentamiento de la víspera entre militantes de la Alianza Libertadora Nacionalista, atrincherados en su sede de Corrientes y Florida, y una columna de manifestantes antifascistas. Éstos habían apedreado el edificio, pero habían sido repelidos desde el interior a tiros, con un saldo de varios heridos de bala. Los manifestantes habían asaltado una armería, pero la policía había acordonado la sede aliancista, impidiendo que fuera asaltada.

A diferencia del U-530, el U-977 estaba recientemente pintado, y no ser por la rotura del periscopio y una fea avería en el casco, cerca de la proa, lucía impecable. Se presentó con 16 plazas libres, lo que provocó todo tipo de suspicacias lógicas suspicacias (que iban a llegar al punto de hervor cuando más tarde se conociera que había sido dado por hundido en las cercanías de Bergen, Noruega). Era obvio sospechoso de haber hundido al Bahía. Y por lo pronto estaba claro como el agua clara que había pasado un mes escondido en alguna caleta del vasto litoral marítimo argentino.

Gracias a la orden de Vernengo Lima, quien pronto, tras el triunfo de Perón en las elecciones presidenciales de febrero de 1946, se iría a vivir a los Estados Unidos.



Recuadro:

Rumores y bocadillos

Todo indica que quien le avisó a Vernengo Lima que un grupo de submarinos alemanes estaba navegando hacia la Argentina fue, o bien el Almirantazgo británico, o bien la US Navy. Pero reconocerlo implicaría reconocer tanto que staban al tanto de las contingencias de la Operación Ultramar Sur, como que hacían la vista gorda al declarar que la navegación por el Atlántico ya no era peligrosa y que, en la práctica, habían auspiciado su desembarco clandestino.

Esta fundada hipótesis sería contrarrestada más de medio siglo después por el historiador canadiense Ronald Newton. Autor de un buen libro, El cuarto lado del triángulo -parte de cuyo texto olvidaría- Newton fue contratado por la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades Nazis en la Argentina (CEANA) prohijada por el gobierno del presidente Carlos Saúl Menem como modo de compensar simbólicamente a la comunidad hebrea por los nulos resultados de las investigaciones sobre los atentados cometidos contra la embajada de Israel y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) con un saldo conjunto de casi cien muertos.

Como autor de uno de los capítulos del informe final de la CEANA, el referido a las "Actividades clandestinas de la marina alemana en aguas argentinas con referencia especial a la rendición de dos submarinos alemanes en Mar del Plata en 1945", Newton apuntaló la historia oficial escrita sucesivamente por los servicios de inteligencia de las marinas de guerra de Argentina, Estados Unidos y Gran Bretaña y en especial refrendó dos patrañas tamaño de un portaviones: que así como que para esa época –1998- se conocía el destino que habían corrido todos los submarinos alemanes (todavía hoy se desconoce la suerte de 55) y que "dos y solamente dos se dirigieron a la Argentina".

A pesar de ser una verdad histórica irrefutable que el U-530 y el U-977 se encontraban navegando hacia la Argentina cuando Vernengo Lima informó de ello a Teissaire, Newton imitó a los cronistas de espectáculos al afirmar que la información que le había llegado al jefe de la Armada y que éste le había trasmitido al ministro… no había sido más que un chisme sin fundamento.

En suma: según Newton su "descubrimiento clave" fue el de que cuatro días antes de que Vernengo Lima pusiera al tanto al ministro Teissaire, el 18 de mayo, el agregado militar de la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires, el general (en realidad, coronel John) Lang, le había contado a un argentino no identificado "un sabroso bocadillo": que el canciller argentino, había "recibido rumores acerca de la existencia de uno o más submarinos alemanes que se dirigían a las costas argentinas". Newton asegura que fue este "rumor" el que llegó a oídos de Vernengo Lima.

La principal fuente de Newton fue quien era entonces el agregado naval de la propia embajada, el ya mencionado capitán Webb, quien había informado a Washington que según había podido establecer, los "rumores" se habían originado en esa misma sede diplomática.

Newton sostiene que como el "rumor" señalaba que la intención de esos submarinos era "rodear el Cabo de Hornos y desembarcar en algún punto del sur de Chile", informó Webb, el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino se lo habría notificado a los británicos y a la Armada Argentina. Tras lo cual el Ministerio de Marina argentino había ordenado "patrullar a todos los destructores y barreminas que tenía disponibles" y "una barrera de destructores formó una red para impedir los desplazamientos por el Cabo de Hornos".

A pesar de tantas precauciones, Newton destaca que no se localizó submarino alguno..., lo que es absolutamente lógico, pues por entonces los que se dirigían a la Argentina todavía se encontraban en el hemisferio norte. Y al comenzar junio, mucho antes de que llegaran, se interrumpieron los patrullajes por primera vez.

Al transcribir los resultados de la investigación de Webb, Newon, intenta difuminar el hecho obvio de que el coronel Lang (el oficial residente de la OSS, la Office of Strategic Services en base a la cual se creo la CIA en 1947) debía estar informado por el jefe de la misma William "Bill Wild" Donovan de las alternativas de la Operación Sunrise (Amanecer) tal como la denominó la OSS, originalmente destinada a la rendición de las tropas alemanas que combatían en Italia a fin de garantizar que los comunistas no tomasen el poder, y que había derivado en la protección de los jefes derrotados por parte de los halcones anglosajones que querían proseguir la guerra contra la Unión Soviética. Al fin y al cabo, la Operación Ultramar Sur no era más que un subproducto de aquella.

De creérsele a Newton, ¡Hop! El gobierno de Churchill pasa como por arte de birlibirloque de ser obvio sospechoso de haber informado a la Armada Argentina…, a ser informados por ella. Y la Armada argentina pasa a haber sido informada por un general norteamericano que deliraba… con tan buena puntería que imaginaba lo que en realidad estaba sucediendo: que un grupo de submarinos alemanes navegaba hacia la Argentina.

Aun si Lang hubiera sido un adepto a los alucinógenos que tuvo la increíble fortuna de acertar su pronóstico, la historia de Webb-Newton dejaría flotando dos interrogantes: 1) Si la información original afirmaba que los U-Bootes querían desembarcar en Chile ¿por qué Vernengo Lima la había adulterado para afirmar que pretendían llegar a Japón? 2) ¿Al levantar el patrullaje costero, Vernengo Lima ejerció la obediencia debida ante Londres, Washington o ambas capitales?

Es lógico concluir que las jefaturas de las marinas de los tres países debieron haber obrado de consuno.
------------------------------------
{[1]} Esta información fue mantenida en secreto durante años, hasta que la publicó el vespertino Crítica. El diario publicó la copia de una nota de la Policía Federal a Contal, fechada el 27 de julio, referida a dicho desembarco.
{[2]} Aumnan había sido el edecán naval del presidente Ramón Castillo –derrocado por un golpe militar el 4 de junio de 1943-y fue desde aquella época un conocido agente de Berlín para quien organizó hacia el fin de la contienda una red de espías en Paraguay.
{[3]} Sin embargo, uno de los periodistas, el húngaro-argentino Ladislao Szabó, de Crítica, logró burlar la prohibición y un oficial le dijo, al parecer, que el destino de su viaje era… la Antártica. Tan impresionado quedó Szabó que en 1947 publicó su libro Hitler está vivo, que llevó el subtítulo "Se fugó a la Argentina a bordo del U-977" (Editorial Tábano, Buenos Aires, 1947)
{[4]} Teissaire aceptaría secundar a Perón en la fórmula presidencial que consagró su reelección en 1952. Rojas sería el principal impulsor del golpe de septiembre de 1955 que derrocó a Perón. Teissaire fue investigado entonces por una comisión presidida por Rojas y terminó acusando a Perón de las peores tropelías, tal como le propuso Rojas.
{[5]} Ver Submarinos alemanes en Mar del Plata, por Miguel Angel Moyano, publicado en "Todo es Historia" nº 72 de abril de 1973.
{[6]} Ver La Prensa del 11 de julio
{[7]} Wehrmut diría a sus interrogadores que la noche antes de entregarse había recalado cerca de Miramar, y por cierto, al U-530 le faltaba un bote de salvamento.
{[8]} La Nación agregó que, no obstante, las autoridades navales habían dicho tener plena seguridad de que "ninguno de los que faltan es lo suficientemente grande como para que pueda llegar hasta el Japón". Se adelantaban así al inminente comunicado del Departamento de Marina estadounidense.
{[9]} Quien firmó su recepción fue el capitán de navío José J. Almagro.