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Argentina: La lucha continúa

Entrevista a Raly Barrionuevo, auténtico nuevo folklore argentino

"En la lucha siempre hay esperanza" El músico santiagueño explica la génesis del compacto "Población Milagro", que incluye un homenaje a Maxi Kosteki y Darío Santillán.
"Población milagro" es el tercer disco de la carrera de Barrionuevo, que rara vez toca en Capital.

Por Cristian Vitale

Un atardecer tormentoso en medio del campo, con rayos fulminantes de fondo y una choza de aldea que resiste estoica a la naturaleza, describe la lámina interior del flamante tercer disco de Raly Barrionuevo, Población Milagro. En la tapa se lo ve mirando de frente a la cámara con una larga marcha de campesinos detrás. Ambos gráficos, más una cita de Paulo Freire, explican el móvil que subyace en la obra del músico santiagueño, una de las revelaciones del folklore argentino actual. "A diferencia de los anteriores –Circo criollo (1995) y El principio del final (2000)–, este disco me deschava. Más allá de que te pueda gustar o no, las letras son sinceras. No hay fórmulas para tratar de focalizar hacia algún lugar... es lo que hay y es sincero", define a Página/12. Población Milagro tiene 14 canciones, muchas de ellas grabadas entre asado y guitarreadas. Los gritos de fondo que se escuchan en los primeros tracks dan cuenta de un clima espontáneo y distendido. "Hubo micrófonos y asados dentro del estudio", testifica Raly. Será por eso que todas –hay chacareras, baladas profundas, huaynos, coplas y folks al modo de León Gieco– expresan una búsqueda estética y espontánea de libertad y justicia. "Sólo tus ojos me llevan a ese lugar / donde los cuerpos transpiran la libertad", canta Raly en "Sólo tus ojos", combinando amor y compromiso. "Por más que compongas solito con tu guitarra, hay un momento en que la canción pasa a ser colectiva. En cada canción está involucrada mucha gente, por más que hables de una historia individual. Así concibo mi arte. Cuando un tema tiene éxito, es muy egoísta pensar en el triunfo del artista. Una canción siempre es un triunfo colectivo", sostiene.
En parte, la cosmovisión de Barrionuevo ancla en su cuna: nacido en el pueblo de Frías, tuvo dos influencias clave... su madre, una maestra sensible a las necesidades de su gente; y su padre, un changarín que en ratos libres mutaba en musiquero. El paso de la adolescencia a la primera juventud estuvo signado por su vinculación al Mocase –Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero–, y luego a las Madres de Plaza de Mayo o la Agrupación H.I.J.O.S. "Conozco bien la realidad del campesino que vive de su majada. La problemática es la misma desde hace 500 años... De repente viene un terrateniente y expulsa a familias enteras de campos que le pertenecen por la ley veinteñal, pero como los poderosos cuentan con el apoyo de todo el aparato jurídico, político y económico, lo único que pueden hacer es organizarse y defender su tierra", declara.
–¿Cómo establece el vínculo con las organizaciones?
–Hace tres años propuse hacer un recital en un lugar simbólico como La Simona, un pueblo santiagueño que limita con Santa Fe. Allí se produjo el levantamiento campesino con la carpa negra a fines de los ‘90... Había mucha urgencia por impedir que las topadoras derribaran los ranchos. Gieco me incentivó y lo hicimos. Fuimos a La Simona, una ciudad que además no tiene luz, e hicimos el recital en el medio del bosque. A partir de ahí comenzó una relación muy estrecha con el movimiento campesino. También estoy relacionado con la Universidad Trashumante, que trabaja desde la educación popular con la idea de formar maestros campesinos que conozcan la problemática.
–¿Cuál es su papel específico en ellas?
–De por sí, el hecho de la canción para develar la injusticia. O participar cuando se hacen los juicios para correr las familias. El repudio vale.
–O tal vez un nexo informativo entre lo que ocurre en esos lugares y Buenos Aires...
–Me parece importante ser un comunicador de injusticias. León te alienta permanentemente a eso. Es útil, porque la información los protege.
–Canciones como "Donde se gesta el amor", "Como danza la esperanza" o "A volar" expresan una poesía puesta en función de las luchas sociales. ¿Esta estética es permanente o despertó acorde a la profundización de la crisis económica?
–Si bien siempre tuve sensibilidad social, mi compromiso es cada vez más fuerte. La música me fue llevando por esos caminos. Para mí, escribir canciones forma parte de un todo... de cómo planteo mi vida. Y como mi vida está muy ligada a la educación popular y campesina, se mete en las canciones. Es un paso natural. Mis canciones mezclan el dolor del hambre y la alegría de las fiestas populares. "La chacarera del activista", por ejemplo, expresa un yo colectivo que en algún lugar engloba a los desaparecidos o a los muertos de Malvinas, aunque sin caer en el pesimismo. Mi planteo es que en la lucha hay esperanza. Paulo Freire decía que es muy poderoso encarar la lucha con alegría, evitando caer en el mero pasatiempo. También, pienso, deberíamos reflexionar con alegría.

La gente y las canciones

–El folklore, tal como usted lo concibe, parece anclar en el espíritu de los ‘60. ¿Se siente parte de la misma generación de Luciano Pereyra, Los Nocheros o Soledad?
–La versión que hago de Carlos Puebla en homenaje al Che Guevara es de las más requeridas. Y son las viejitas de campo las que más me la piden, gente que no sabe quién fue el Che. "Oiga, ¿va a tocar la del Che Guevara"?, me dicen. La canción de Puebla se conoce mucho en las universidades de las ciudades, pero no en el campo. Es más, algunos piensan que es mía. Mi respuesta a la pregunta es que la gente tiene ganas de ser contenida por las canciones, de concebirlas como algo que va más allá del artista. ¿Respondido?

Sobre música y activismo

–Uno de los temas del disco es la "Chacarera del activista".

¿Se siente un activista que hace música?
–Hay una copla que dice: "Soy el costado rojo en tu calle, un activista sangrante de tierra y canción". Mientras escribía las canciones del disco, fui a un pueblito de 15 familias en Santiago del Estero para terminarlas en un ambiente tranquilo. Esta copla la terminé allí, después de estar una semana perdido en el medio de la nada sin recibir ningún tipo de información. Cuando volví a la ciudad, esto era durante el año pasado, me enteré de los asesinatos en Buenos Aires de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Para mí, ese verso tiene una asociación con aquellos hechos, pese a que es rarísimo contarlo. Los escribí el mismo día en que los mataron. Mi sensación interna es que estaba sintiendo, en algún lugar, lo que pasaba con ellos.