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Argentina: La lucha continúa

Reinaldo Ledesma, del MOCASE
"Hay zonas del país en las que el 83 no llegó"

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero reúne a unas 9.000 familias que enfrentan acaso lo peor de un mundo político y empresario sumergido en toda clase de crímenes, mientras expulsa a comunidades enteras de los campos a fuerza de topadoras y grupos parapoliciales. El MOCASE, por su lado, se organiza hablando de autoestima, amor y esperanza. Y también de autonomía, lucha y poder. Desde Kirchner hasta la historia de un tejido, Reinaldo Ledesma habla de las ideas y la vida cotidiana de un movimiento decidido a perder el miedo.

Lavaca.org

Si hubiera sido actor, Reinaldo Ledesma no habría necesitado maquillaje alguno para interpretar el papel de Don Quijote. Flaco y de barba, es secretario de Medio Ambiente y Derechos Humanos del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, MOCASE, agrupación dedicada a diversas quijotadas, entendidas como la convicción de enfrentar riesgos un tanto desmesurados, pese a la desigualdad de fuerzas.
Ledesma estuvo en Buenos Aires, y citó a lavaca para conversar en un coqueto bar de la estación de Retiro, que motivó su asombro y cierta molestia: "No sabía que este lugar era así, me dijeron que podía ser un punto de encuentro. Nuestra gente no tiene acceso a estas cosas. Pensé que ni me iban a dejar entrar".
Con el paisaje de la Torre de los Ingleses presidiendo el manicomio de Retiro, en esa especie de frontera ruidosa que suelen ser las estaciones ferroviarias, en un café con aires terratenientes, mucha madera lustrosa y chicas a las que disfrazan de mozas dentífricas, Ledesma logró abstraerse para conversar con una calma profunda sobre la construcción de otro estilo de vida.
Se sabe que en Santiago del Estero una serie de crímenes descubrieron de qué modo ha operado la violencia, haciendo desaparecer y matando personas. Un hombre fuerte del caudillo Carlos Juárez, Carlos Musa Azar, tiene causas por la desaparición de personas desde tiempos de la dictadura, pero además ha sido acusado de múltiples homicidios y desapariciones recientes y de manejar una asociación ilícita versátil y oficialista, que incluye desde el secuestro hasta el narcotráfico, monitoreando a los grupos parapoliciales de la provincia. Hasta el zoológico privado, o "reserva ecológica" de dicho comisario podría ser el cementerio de un ex campo de concentración.
-¿Cómo está la situación en Santiago del Estero?
-Lo que reflejan los medios es parte de la realidad. Hay muchas personas que ahora salen a la luz, mecanismos que salen a la luz. Durante décadas han cumplido una función muy específica: lograr que todo se mantenga quieto.
Cuando se tocó a algunas personas claves, ayudó a que otros sectores comiencen a movilizarse más. Esto está afectando fuertemente al sector político. Pero este resquebrajamiento de la hegemonía política no tiene que ser visto como un desplome del mismo centro del poder, porque actores más vinculados al poder económico, seguían sin verse tocados por este tema. Pero ahora también, con eso de "si yo caigo, caen conmigo", el poder puede verse más afectado aún, incluso el económico.
Como movimiento a esa realidad no sólo la hemos sufrido con otros sectores durante décadas, sino que también nos hemos opuesto y luchado para que esto pueda revertirse.
-¿Tuvieron algún efecto las visitas de la Secretaría de Derechos Humanos o de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos?
-Fueron positivas porque sirvieron como un instrumento para poner a la luz lo que pasaba. La Secretaría (viajaron Eduardo Luis Duhalde y Pablo Lanusse) recopiló lo que se venía denunciando. Nosotros lo pedíamos: más allá de que me reciban la denuncia, vení y mirá. No te quedes sólo con que decimos que hay grupos paramilitares. Vení, que te los mostramos. Ahí están, esos son.
-Hay quien imaginaba que "grupos paramilitares" era un concepto del pasado.
-No, no, siguen estando. Además son paramilitares fotogénicos, se dejan fotografiar. Era tal el nivel de impunidad que decían "vení y fotografiame, que no te va a servir de nada". Esas fotos circularon por todo el país. Bandas con uniformes camuflados, con armas de guerra y perros dogos, contratados por grupos de poder económico que usurpan tierras de campesinos y queman los bosques.
-¿Queman, o talan?
-Eso es de otros tiempos, talaban los bosques para aprovechar la madera. Pero ahora es tal la fiebre de la soja que ya ni siquiera les importa la madera. Incendian el bosque para tener más tierra para sembrar más soja.
-¿Son grupos de capital argentino o extranjero?
-No sé si son contratistas o subcontratistas de las grandes multinacionales vinculadas a la agricultura, la elaboración de transgénicos y demás.
-Y desplazan a los campesinos con grupos paramilitares.
-Hay toda una estrategia de intervención, donde van graduando el miedo. Primero llegan con un rostro paternalista. Cuando no consiguen por esa vía desplazar a los campesinos de sus tierras, asumen actitudes pseudo negociadoras. Cuando esa vía tampoco funciona, comienzan a recurrir a prácticas de mayor imposición de miedo. Y cuando ven que no queda otra, recurren a la más explícita: traer grupos armados.
-En plan paternalista y negociador, ¿qué ofrecen?
-El progreso de la provincia.
-¿Y a los campesinos?
-Que van a tener trabajo. El gobierno de Santiago, cuando desde fines del 2002 empezó a ser sistemática la penetración de estos usurpadores, anunció que la provincia estaba pasando por el mejor momento de su historia económica, porque grandes inversores invertirían para reactivar la actividad agroindustrial, y que esto iba a generar ingresos tanto para el sector público, como generación de empleo y un gran movimiento para toda la economía de la provincia. Ese es el discurso con el cual se legitima el accionar de estos grupos. Cuando hace crisis este discurso legitimador, por la resistencia que ofrecen los compañeros para no ser desalojados de sus tierras, muestran su verdadero rostro. Acá no hay un buen empresario que viene a generar fuentes de trabajo, sino un usurpador dispuesto incluso a usar armas para apropiarse de lo que no le pertenece.
-Deja de haber discursos.
-Exacto. Se tienen que ir. ¿A dónde? No es problema del empresario. El empresario quiere plantar soja, a cualquier precio.
-Empalma con el llamado "milagro" de la exportación de soja.
-Claro, como fue a principios del siglo pasado la explotación forestal. Son objetivos económicos que responden a la racionalidad capitalista: maximizar el beneficio. No a menor costo, sino a cualquier costo.Hoy es la soja. Con el agravante de esta manipulación que se viene dando a través de la ingeniería genética con el surgimiento de los transgénicos, la destrucción del ecosistema y el medioambiente. En nuestra provincia se profundiza más porque esa destrucción empezó allá a finales de 1800 en el gigantesco proceso de deforestación que destruyó al ecosistema de la provincia, y que es una de las causas del progresivo empobrecimiento de la provincia. El desequilibrio es cada vez mayor.
-Ustedes están planteando entonces no sólo una reivindicación sobre los derechos campesinos, sino un debate productivo sobre qué es lo que conviene hacer allí.
-La acción del movimiento no termina en la pura denuncia. Parte de la sabiduría acumulada por la comunidad campesina, que durante siglos ha sido custodia del medio ambiente, el bosque y el monte, y ha organizado actividades productivas sin romper ese equilibrio. Queremos recuperar esa mirada y ese saber distinto, y desde allí plantearnos crecer todos. Esta propuesta no es sólo para el campesino sino para que nos beneficiemos todos. El que está en el campo y el que está en Buenos Aires, aunque a veces no lo entienda. Apuntamos a darle sustentabilidad a un modo de crecer como pueblo.
-¿Qué es lo que no se entiende en los centros urbanos?
-Cuando denunciamos la destrucción del bosque y decíamos que no se estaba perjudicando solamente a Santiago sino que iba a haber efectos, lo que estábamos preanunciando era, entre otras cosas, las inundaciones de Santa Fe. El desastre económico, ecológico y sobre todo humano que fueron esas inundaciones, que aún hoy estamos viviendo, tiene como una de sus causas esa destrucción del bosque que veníamos denunciando. Cuando como organizaciones campesinas trabajamos en pro de la soberanía alimentaria, eso no es sólo para que coman sano los hijos de campesinos sino que nos demos cuenta que a los sectores más pobres de la sociedad se los está envenenando metódicamente. Desde la soja solidaria, por ejemplo. Y un pueblo que pierde su soberanía en la producción y distribución de sus alimentos, pierde en general la soberanía.
-Envenenamiento, ¿en qué consiste?
-Estamos consumiendo transgénicos, no sólo desde la soja sino también a través de otros productos. El transgénico se transmite de un organismo a otro inclusive por la vía del consumo. Esto puede tener graves consecuencias incluso sobre las generaciones futuras, porque incide sobre la cadena de ADN. Lo perverso es que quienes están operando en este sentido, son plenamente conscientes de que la tercera generación de los sectores más pobres nace con un coeficiente intelectual menor. Es un proceso de pérdida de humanización. La persona nace enferma, con una esperanza de vida menor. Si a esto le sumamos el sistema sanitario, y todo lo demás, nos damos cuenta de que hay montado un plan casi metódico para destruir a este sector social.
-El extremismo de la desigualdad: económica, y también física.
-Es casi un plan pensado con mentalidad nazi. No los estamos eliminando en una cámara de gas, pero los estamos eliminando. ¿Y quiénes van a sobrevivir a esto? Los que estén genéticamente en mejores condiciones. ¿Quiénes son? Los que están posicionados socialmente de tal forma que acceden a alimentos sanos, a un sistema sanitario hecho para ellos. Eso es lo perverso del plan. Lo genocida.
-Frente a todo ese panorama ¿cómo se ha gestado y crecido el MOCASE?
-Nace a partir de la lucha por la defensa del derecho de la tierra. Pero eso implica solamente la reivindicación de un derecho jurídico sobre una parcela o sobre un territorio. Detrás de la lucha por la tierra está la reivindicación de otros derechos directamente ligados a la tierra para la vida campesina. Cuando nos quitan la tierra nos están quitando el derecho a una forma de vida, de identidad, de cultura. Nos están condenando a un exilio dentro de nuestro propio país, y a la miseria. A perder el derecho a la salud, a la educación. Nos condenan a que nos desapropiemos de lo que por derecho nos corresponde que es eso que llamamos el Estado.
-¿Cómo nació la idea de crear el MOCASE?
-Hay una génesis que se remonta a muchas décadas atrás. Hay una herencia organizativa y de lucha de los sectores campesinos y del obrero rural también, en algún momento de la historia del campesinado, que tiene un corte como tuvieron todas las organizaciones populares de este país a partir del 76, y que se recupera a inicios de la década del 80 donde empieza a reconstruirse tímidamente todo este tejido social. En el caso de los sectores campesinos se empiezan a reconstituir las comunidades campesinas, y esas comunidades comienzan a vincularse solidariamente entre ellas. A medida que nos vamos dando cuenta de los beneficios de la solidaridad, se va plasmando esta idea de darle una forma más orgánica. Al inicio surge de pocas centrales campesinas. Son como organizaciones de segundo grado que reúnen a varias comunidades, que son organizaciones de base. Hoy está prácticamente toda la provincia integrada al movimiento campesino.
-¿Cómo reaccionó el poder político?
-Digamos que fue, es y seguirá siendo muy dura la lucha, porque la resistencia de los grupos de poder político y económico es muy fuerte, pero esa agresividad, a su vez a nosotros nos hace más fuertes, y hace que crezcamos más.
-¿En qué ha consistido esa agresividad?
-La agresividad se expresa en hecho extraordinarios, y en hechos cotidianos. Un hecho extraordinario fue el caso de La Simona, el intento de entrar con las topadoras a esa organización de base que está dentro de una central campesina. (Ocurrió en octubre de 1998, cuando las empresas del terrateniente Guillermo Masoni, encabezadas por cuatro topadoras, intentaron desalojar a esa comunidad para quedarse con 4.500 hectáreas. Tumbaron árboles y alambrados).
-¿Qué querían hacer con las topadoras?
-Tirar abajo las casas, los árboles, los cercos, todo, para desalojar a la gente.
No pudieron, porque un grupito de 3 a 6 mujeres, se pararon delante de las topadoras con sus hijos. Dijeron: "no van a pasar" y se quedaron enfrentándolas. La fuerza de esas compañeras hizo que se sumara el resto de la comunidad, después otras comunidades y centrales, después compañeros de otras organizaciones. Eso fue creciendo y hubo cientos de compañeros que estaban ahí para evitar que las topadoras pasaran. Hoy los compañeros viven en su tierra, y conservan lo que ellos eligieron que fuera su forma de vida, su cultura, y siguen luchando no solo por lo suyo, sino para que otros compañeros de otras comunidades no pierdan sus derechos. Eso es lo que más enriquece de esta lucha. El compañero que logra reafirmar su derecho no termina ahí, sino que sigue comprometido porque sabe que si el otro reafirme su derecho, él también se está beneficiando. Hoy La Simona es una de las comunidades que más solidariamente está aportando a este desarrollo del movimiento campesino y a esta defensa del derecho a tierra.
-Hablábamos de agresividad extraordinaria, y de la cotidiana.
-Claro, porque puede haber topadoras, grupos parapoliciales, grupos policiales. Muchos compañeros han sido detenidos, torturados, secuestrados. Se busca infundir miedo.
Pero además hay una agresividad cotidiana que también sufren ustedes. Llevo a mi hijo a un hospital público, y hay posibilidad de que ese hijo muera por negligencia, por mala praxis. Si un compañero se enferma en medio del monte, y la familia no dispone de 80 pesos... quiero explicar algo, que a lo mejor en Buenos Aires no entienden. Cuando hablamos de 80 pesos estamos hablando de una familia tipo de 7 miembros que tiene un ingreso monetario promedio de un peso o un peso cincuenta diarios. En esa dimensión, si te piden 80 pesos para que la ambulancia llegue y te traslade al hospital, y ojo que estoy hablando de ambulancias públicas, ya te dijeron: te vas a morir.
Más agresividad cotidiana: que los compañeros se organicen por la defensa de sus derechos y que de pronto en la escuela, que está ahí en el mismo paraje en el área rural, el director o el maestro les diga a los chicos que están a su cargo, que lo que están haciendo sus padres no es bueno. El sistema educativo lamentablemente no deja de ser parte del sistema. Sería ilógico pensar que hay un sistema educativo que es una isla dentro del sistema. Esas son las agresividades. Y tantas otras que a diario se sufren y sobre las que hay que luchar. Es de una profunda agresividad lo que uno siente cuando un compañero experimenta la derrota porque ha luchado por toda la vida y no puede...
-Hablábamos de torturas, secuestros. Pareciera que Santiago no salió de la dictadura.
-Es que hoy a nivel nacional se están enterando de que hubo una porción del país para la cual 1983 no llegó.
-No llegó la democracia.
-Exacto, y nos estamos escandalizando desde otros lugares. Y esto puede ser peligroso. Porque más que escandalizarnos y decir "mirá lo que pasó ahí" en realidad tendríamos que escandalizarnos por decir que no tenemos la capacidad de asumir como propio a nuestro país, el todo del país. Como si viviéramos en un país partido. Eso es lo escandaloso. Nosotros podemos denunciar allá que hay algunos médicos que prestándose a este sistema perverso por negligencia están dejando que cientos de personas mueran cuando hubiese sido posible la vida para ellos. Desde acá, desde Buenos Aires, Córdoba o Tucumán, además de escandalizarse por lo que les pasa a estos pobres santiagueños, también deberían escandalizarse porque esos médicos, egresan de sus propias universidades. Eso es lo que tenemos que dimensionar. No somos islas. Estamos trabados, por suerte, en un destino común.
-Si eso no se entiende, después nos sorprendemos ante el desastre: chicos que mueren, inundaciones, y la pregunta más tardía del mundo: ¿Cómo se llegó a esto?
-Hay que reconocer que nos aventaja en mucho la sabiduría campesina. El campesino sabe que todo está atado a todo. Sabe que no puede destruir el monte porque eso después va a influir sobre lo que quiere sembrar. Sabe que si sale a cazar al monte, no puede cazar más allá de lo necesario, porque sino eso después va a repercutir en su contra. Hemos perdido esa profunda condición humana.
-Las cosas no se hacen a cualquier costo.
-Claro, y todos estamos atados a todos. No sé cuál será tu destino, pero de alguna forma yo estoy atado a tu destino, estamos vinculados, profundamente ligados. Esa es la razón de que seamos un pueblo.
-El MOCASE surge en una provincia paradigmática del poder corrupto y clientelar. ¿Qué pasa con la gente? ¿Hay conformismo? Ustedes hablan de autoestima: ¿Cómo es la lucha cotidiana frente a ese poder tan feudal donde hasta el 83 parece no haber llegado?
-Es muy importante en un contexto donde el mensaje es que no tienes la capacidad para hacer, para saber, para conocer, recuperar esa autoestima de comprender que por la sola condición de ser un hombre, yo puedo hacer, puedo conocer, puedo saber. Lo que yo sé vale.
Esto ha intentado ser sistemáticamente destruido por este modelo clientelar, que se vincula con el proceso general de empobrecimiento. Y de miedo. Nosotros decimos que perdimos el miedo a organizarnos, y eso ayuda a perder el miedo. Culturalmente tendríamos que remontarnos a mucho tiempo antes de la instauración de este régimen, quizás desde la misma época de la colonia, donde se montó todo un sistema de sujeción del otro, donde realmente se fue configurando como tal el modelo clientelista: tu subsistencia depende de mí. Si yo garantizo tu subsistencia, me debes lealtad y obediencia. Y en el momento en que intentes rebelarte contra eso, vas a saber lo que es el castigo. Porque el que socialmente puede castigarte es el policía, el juez, el maestro, el médico. Son aliados míos. Sobre esta concepción se va montando el sistema clientelar. Se instaura en la cultura. Y lo peor es cuando el que está oprimido lo mete dentro suyo al opresor, y aunque el opresor no esté, él lo sigue sintiendo dentro y termina reproduciendo esas prácticas opresivas hacia otros.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, lo que el comisario, lo que el policía, lo que el político, el patrón, hizo contra un hombre, él cuando esté borracho lo va a hacer contra su esposa. Así es como culturalmente este cáncer se va metiendo y se va desparramando por todo el tejido social. Entonces ¿cómo revertir esto, cómo romperlo? La única forma válida es que desde la relación de unos con otros se puedan construir o recuperar los fundamentos de una cultura distinta. Es un trabajo de producción de conocimientos. Producción colectiva. Transformar las prácticas cotidianas, hasta las que van más allá de lo cotidiano. Esta lucha para el MOCASE es la lucha por una forma de vida.
-No es solo la política, sino la vida cotidiana lo que está en juego.
-El compañero tiene que entender que él puede defender su tierra, que tiene capacidad, que su tierra es su tierra aunque le hayan dicho lo contrario. Pero el compañero también tiene que entender que el alcoholismo es una herramienta que ha usado el que lo condenó a esta situación, para que él siga en esta situación. Tiene que entender que su compañera tiene un importante valor. Que sus hijos tienen que educarse. Que él tiene la capacidad. Que él puede decir cómo quiere que sus hijos se eduquen. Por eso decimos que la lucha es cotidiana, compromete toda la vida.
-Eso para los varones. ¿Y las mujeres?
-Vez pasada estábamos conversando con una compañera que hace tejidos en telar y nos decía que entregaba sus tejidos al dueño del almacén, que era un poco el patrono del pueblo. Un tejido, para tener una idea, que acá en Buenos Aires hemos visto a 180, 200 ó 250 pesos, ella lo está entregando por 60 pesos. Un trabajo que le lleva un mes. Pero le dan 30 en efectivo, y media bolsa de harina por valor de otros 30. Entonces ella se sentía agradecida hacia esta persona porque la estaba ayudando comprándole el tejido a cambio de la harina y el dinero; por eso -además- una vez por semana le lavaba la ropa.
El hilo lo obtenía de una vecina que se encargaba de hilar. Hablamos con esa mujer, y nos contó que le entregaba el hilo a la tejedora, que le pagaba la mitad en plata y la otra mitad con huevos. Pero para conservar ese vínculo, y en agradecimiento a esta señora que le compraba el hilo, una vez por semana ella le iba a lavar la ropa. No sé si ves cómo se va reproduciendo. Esto es lo que consigue el modelo clientelar. Por eso decimos que esto es como un cáncer. Y lo peor es cuando se pierde la conciencia crítica, y en toda su buena intención ella se convence de que la persona que la está explotando está siendo solidaria, y que de la misma forma está siendo solidaria con la vecina que le vende el hilo.
-¿Y cómo se encara ese caso?
-Se busca que la compañera redescubra el valor que ella tiene, y de lo que está produciendo. De su comunidad. O su condición humana. Ahí se empieza a revertir este proceso. Pero esto marca una diferencia con lo que se entiende como enseñanza desde un punto de vista más académico. El profesor que enseña. Nosotros partimos de otro punto de vista. Uno aprende colectivamente en la medida en que produce conocimiento. Y al conocimiento también lo produce colectivamente. Aprendemos unos de otros en el hacer, resolviendo los problemas diarios que tenemos. Y vamos descubriendo nuestras capacidades, reafirmando nuestra autoestima. Y vamos aprendiendo a respetarnos a nosotros mismos, a respetar al otro e incluso -y de ahí la grandeza de algunos compañeros- respetar a nuestro opresor. No queremos que siga siendo opresor, pero no tenemos la mentalidad eliminatoria, por así decir, que tiene él.
-¿Y con temas como el alcoholismo?
-Se va trabajando en talleres, pero otra vez: no son talleres donde hay una persona que viene a enseñar, sino lugares de producción de conocimientos donde entre todos tratamos de enfrentar un problema, trabajarlo, resolverlo, fijarnos una meta y desde allí hacer y reflexionar sobre lo que estamos haciendo críticamente. Criticar lo que sea necesario, para volver otra vez a ese hacer. Esa es la mecánica.
-¿Cómo se organiza el movimiento?
-Cada comunidad está ubicada en un paraje, en una microregión, y es autónoma en su destino. Se organiza con sus características propias en lo productivo, en la defensa de la tierra, en la formación que le van dando a sus hijos.
-¿La comunidad recibe líneas directivas desde la conducción del MOCASE?
-No, la construcción se hace desde cada comunidad. Dentro de un área geográfica, varias comunidades se reúnen en una central campesina, y ahí se reproduce el modelo: cada central es autónoma, cada una tiene su línea de producción según la geografía: agricultura, cría. La producción marca también diferenciación de estilos de vida. Y a su vez las centrales se reúnen en el movimiento campesino donde se busca llegar a acuerdos básicos que nos van a orientar en esta vida cotidiana de producir, de crecer, de educarnos y formarnos. Hablamos también de la construcción de una mística de amor a los hombres, a la lucha, al planeta, una esperanza activa y de respeto por la dignidad del otro. Todo esto hay que vivirlo y hacerlo con una profunda dinámica. Por eso aparece como fundamental todo lo que aporte a un aceitado sistema de comunicación, de lo contrario todo se dificultaría.
-¿Cómo es ese sistema?
-Consiste en tratar de aportar con todas las herramientas logísticas que estén a nuestro alcance para que eso se pueda consolidar. Desde una radio punto a punto hasta un vehículo: todas las alternativas valen.
-¿Cómo es la relación del MOCASE con el Estado?
-Se parte de dos premisas. Una es que a los campesinos, como al resto del campo popular el Estado nos pertenece. Históricamente el Estado ha sido colocado al servicio de intereses sectoriales en desmedro de una gran mayoría. Pero nos pertenece. Y así como hablamos de que tenemos que reapropiarnos de nuestra tierra, y de la capacidad de construir nuestro destino, también tenemos que reapropiarnos de esto que nos pertenece que es el Estado. Claro que no lo vamos a hacer solo con el MOCASE, sino con el resto del campo popular. Esa es una de las cuestiones. Pero hay otra: el movimiento es autónomo. No depende del Estado ni de ningún sector que circunstancialmente esté hegemonizando el Estado. Entonces desde allí la vinculación es la que debería tener todo ciudadano. Saber que respecto del Estado hay derechos y obligaciones. Tengo el derecho de exigir lo que me es propio, y la obligación de controlar que el Estado cumpla con las funciones para las que está.
-¿Votan?
-Sí, por supuesto. No hay candidatos del MOCASE. No se le dice tampoco a ningún compañero "hay que votar a fulano" o "no vote". Se respeta al compañero, porque si no estaríamos autoengañándonos, considerando que no tiene la capacidad para darse cuenta del valor de su voto, o para votar de un modo congruente con su pensamiento.
-¿Hay opciones políticas cercanas a lo que puede buscar un votante que integra el MOCASE?
-El problema de Santiago es que al tener décadas este régimen de hegemonía, ha ido también generando una pseudo oposición, acorde a la supervivencia del régimen. Este es uno de los aspectos más preocupantes no solo para el movimiento campesino. Es un régimen que desde el oficialismo y la pseudo oposición, se han afianzado durante cinco décadas. En ese horizonte, ¿dónde se vislumbra que se comienza a generarse algo nuevo? Lamentablemente no desde los partidos políticos clásicos sino desde otros sectores que corresponden al campo popular que comienzan a darse formas genuinas de organización donde la representación -que es lo que hoy tanto cuestionamos como argentinos ante el mundo político- adquiere su real dimensión.
-¿Qué sectores?
-Puede ser una cooperativa, una comisión vecinal, una organización campesina hermana, un grupo de docentes que no quieren seguir siendo cómplices del modelo educativo, un grupo de médicos que no quieren seguir siendo cómplices de la matanza que se realiza en el hospital público. Ahí es que vislumbramos que se comienza a materializar una alternativa real, genuina, sólida, en la medida en que estos sectores van teniendo progresivamente la capacidad de articular uno con otro. Nos vamos encontrando en el camino.
-Esa suma ¿busca una acumulación de fuerzas, al estilo de lo que proponen los partidos de izquierda, por ejemplo?
-Lo importante es qué entendemos cuando hablamos de lo político. O cuando hablamos de la construcción de un proyecto nacional y popular. Si hay discursos dispares va a ser difícil construir desde la diversidad. En el MOCASE cuando hablamos de "política" si bien se incluye a lo partidario, sabemos que va más allá. Cuando hablamos de acumulación de poder, hablamos de la potencialidad que tiene una organización, un colectivo, un cuerpo social, para autodirigirse, para autogobernarse, para conducir su propio destino. Para decir cómo quiero que se formen mis hijos. Todo eso es acumulación de poder.
-No es una acumulación puramente cuantitativa.
-No, y por ahí pasa esta unidad del mundo de lo social, lo cultural, lo político.
-¿Pero hay alineamientos político partidarios, o no?
-El tema del proyecto es más sano pensarlo como una construcción colectiva a partir de un profundo respeto a la diversidad, porque históricamente así nos hemos conformado como pueblo. Y el proyecto va a ser el resultado de eso, de lo que estamos haciendo ahora, y no el fruto de una planificación trazada por cuatro o cinco mentes o cuatro o cinco sellos o banderas.
-En la práctica actual ya se está manifestando qué tipo de vida se quiere llevar adelante.
-Es cierto, y lo planteamos al hablar de reforma agraria. El movimiento campesino tiene como una de sus banderas la lucha por la reforma agraria. Pero la reforma agraria no empieza en el momento en el que el Congreso la sanciona. Hay que empezar a hacerla hoy.
-¿De qué modo?
-Bueno, modificando mis propias prácticas, ya comienzo. Esa construcción se está haciendo. En esta misma charla ya la estamos haciendo. Y esos canales son los que me permiten encontrarme con el otro y saber qué puedo conjugar con el otro. Si no estuviésemos ahora acá yo no hubiese podido tener en claro en qué terrenos puedo caminar junto contigo.
-¿Han vivido los clásicos procesos de intento de control del movimiento por parte de los partidos políticos?
-Sí, hasta el juarismo ha pretendido tener injerencia porque un movimiento social que genuinamente se va desarrollando y creciendo, es apetecible de ser cooptado. Y si no, veré cómo lo puedo destruir. Tenemos autonomía con respecto a los partidos políticos. No se niega que son la herramienta a través de la cual el conjunto de la ciudadanía -teóricamente- debería expresar su voluntad. Lo que se cuestiona es que los partidos no han cumplido ese rol.
La conclusión necesaria no es que deben desaparecer, sino que todos -los partidos y los que no estamos en ellos- tenemos que hacer una autocrítica sobre lo que estamos delegando, y lo que es recibido como delegación. La autonomía en ese sentido pasa por no perder la capacidad crítica. Soy autónomo porque tengo la suficiente capacidad crítica de poder mirar al otro y no dejarme llevar ciegamente. Reconocer lo que es válido y cuestionar lo que no corresponde.
-Los partidos parecen exigir obediencia, más que cuestionamientos.
-Uno de los aspectos que reafirman esta autonomía es la crítica al modelo verticalista. Pero no podemos cuestionar al verticalismo a partir de la construcción de un nuevo verticalismo. No es tampoco el purismo horizontalista, sino un sano equilibrio entre poder conllevar la voluntad de todos, respetando la particularidad.
-Pero las decisiones en el MOCASE, ¿tienden a la horizontalidad, o el sano equilibrio tiende a la verticalidad?
-Afianzamos la horizontalidad.
-Lo que se critica a los esquemas horizontales es su supuesta lentitud o dificultad para ser ejecutivos.
-El tema de los tiempos hay que tenerlo en cuenta. Si miramos muy acotadamente, podemos caer en el error de creer que la historia comenzó el año pasado, y que el futuro es el 2004 ó el 2005. Pero si miramos nuestra historia, veremos que llevamos 500 años de lucha. Y no nos han vencido, porque si no, no seguiríamos luchando. Dios mediante, tal vez puede salir un sol pronto para todos. O pasa un tiempo más largo. Pero hay que tener una dimensión de la historia más real. Los pueblos definen y construyen su historia en siglos. Entonces no hay lentitud. Hay un compañero que tiene toda una teoría montada a partir de la sabiduría de la tortuga, que parece tan lenta, pero va. Y llega.
-¿Qué fuentes teóricas o políticas inspiran al Mocase?
-La fuente es la memoria de los compañeros.
-Acá hay mucha gente buscando el último libro de Toni Negri.
-Para nosotros la memoria es central. El método de construcción es recuperar la memoria histórica. Cuando se logra, el aporte que hace el compañero enriquece a todo el movimiento.
-¿De qué modo?
-Un compañero dice "cuando fui joven fui hachero". Cuenta su experiencia, y la mirada crítica sobre esa experiencia histórica se convierte en una enseñanza para los demás.
-¿Pero el conjunto de ideas surge de ahí más que de una fuente ideológica marxista, guevarista, zapatista o de los Sin Tierra?
-Por supuesto, no somos islas. Todo lo que se está produciendo en el resto del mundo y acá, directa o indirectamente nos llega. Pero volvemos a esa capacidad crítica de saber ver lo que uno tiene en la mano.
-¿Cómo analizan la gestión de Kirchner?
-El MOCASE no define su naturaleza en función de estar a favor o en contra de tal cosa. No somos lo que somos por estar "en contra de". El MOCASE no es antiestado, ni antigobierno. Cuando un gobernante, sea hoy Kirchner o mañana quien sea, realiza acciones de gobierno que posibilitan el desarrollo de las organizaciones del campo popular, creemos que ha hecho lo que tenía que hacer. Cuando un gobernante realiza acciones que tienden a destruir a las organizaciones del campo popular, hay que hacérselo dar cuenta. No somos kirchneristas ni anti.
-Hay quienes plantean que se está re-legitimando el poder, y eso es malo para los movimientos.
-No quisiera entrar en esa discusión porque me parece que es muy larga o a veces tiene muchas palabras. Demasiadas.
-¿Por qué reunieron en una secretaría a Medio Ambiente y Derechos Humanos?
-La tierra es parte de la esencia de la condición campesina. No es un problema jurídico solamente. Si a un campesino se le quita la tierra, se lo convirtió en un híbrido. Al luchar por la tierra, estoy comprometiéndome con el resto de los derechos: a la identidad, cultura, salud, educación. No es algo suelto en el aire. Al estar atados a la tierra estamos atados a lo que la rodea, que es el medio ambiente. Todo va junto.
-Escuché que decías en una charla en el Foro de Salud: "Están muriendo y están matando a los hijos de los campesinos". ¿Pensabas en general, o algún caso particular, al hablar de ese modo?
-Yo estaba pensando en el tema de la salud, la posición del movimiento campesino, pero recordé que la última reunión de secretariado del MOCASE tuvo que interrumpirse porque un compañero habló por teléfono para pedir si podíamos ir a buscarlo con la camioneta para traerlo a él y a su hijo muerto. Había muerto en el hospital. Un bebé de 6 meses. Murió por negligencia. Fue una de esas muertes concretas, que no son generalizables. Uno lo tiene al rostro del compañero, la voz. Y en eso se piensa cuando uno dice que están matando a los hijos. Uno piensa en el dolor. Y no en una metáfora.