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Argentina: La lucha continúa

Algunas ideas sueltas en torno a la universidad argentina


Daniel Campione

Al igual que el régimen constitucional, la Universidad argentina está por cumplir dos décadas de 'normalidad' no interrumpida, de gobierno tripartito, rectores electos, centros de estudiantes con plena legalidad. Como en el plano del Estado nacional, la democracia universitaria se ha ido degradando, hasta el límite de perder buena parte de su sentido. Esta declinación fue en buena medida un 'espejo' de lo que ocurría en el plano del conjunto social, con una variante importante, entre otras: La conducción tanto de la institución Universidad como del movimiento estudiantil, estuvo ampliamente hegemonizada por el radicalismo, que cumplió idéntico rol que el PJ en los noventa, llevando a la práctica una parte de la 'división de tareas' instaurada por el bipartidismo. Como en el campo de la política general (en el caso del menemismo), el 'actor' hegemónico ha perdido lo sustancial de su capacidad política. Esto lleva implícito un reacomodamiento objetivo que sería muy dañino ignorar: La simpleza y contundencia de los "fuera..." "abajo..." y "no a..." se ve disminuida. Las oposiciones no son tan vastas ni fáciles de alinear, pero tampoco es sencillo descubrir mejorías realmente sustanciales en la situación, del 'menemismo-franjismo' en predominio indisputado a nuestros días. Se requiere encontrar un programa positivo, en un período en que el gobierno nacional goza de alto prestigio, y este no está cimentado en la defensa acérrima del libre mercado sino en la invocación de las luchas de los 70', el llamado a la construcción de un 'capitalismo nacional', y la satisfacción de demandas en materia de derechos humanos y lucha contra la corrupción.

La política del Estado nacional hacia las universidades hoy

Las universidades públicas siguen siendo estatales. No hubo privatización directa pero si 'indirecta' durante los años de Menem. Esto por varias vías. Las tres principales: a. Fomento a la creación de nuevas universidades privadas, y facilidades para el crecimiento de matrícula y de prestigio de todas ellas. b. Sometimiento de buena parte de la actividad de investigación de las universidades públicas al 'sponsoreo' o a convenios de colaboración con empresas privadas. c. 'Vaciamiento' de las actividades y líneas de trabajo de las universidades públicas que no tienen aceptación en el 'mercado'.
El agotamiento de la orientación 'neoliberal' no traerá grandes cambios en este campo, porque el gobierno Kirchner no difiere en la concepción de la relación público-privado en el ámbito universitario, quizás cambie el tipo y orientación de parte de los planes auspiciados por las empresas, y puede haber también un menor nivel de deferencia desde el estado nacional hacia las universidades privadas, junto con módicos aumentos del presupuesto destinado al sector. No es dable esperar mucho más, al menos en el corto plazo. El movimiento estudiantil no parece ser un campo fértil para la cosecha 'K'. Quizás pueda avanzar más en el claustro de profesores, pero de cualquier manera es harto improbable que la universidad se convierta en una prioridad política de primer orden para el gobierno. Podrá pagar 'costos políticos' en ese campo, sin que esto lo perjudique a nivel nacional...
Y fundamentalmente, gobiernos que no se plantean como prioridad acuciante el terminar con la escandalosa desigualdad de la sociedad argentina, con la pobreza que repercute sobre la salud y la educación, con desempleo que desarticula las perspectivas vitales, mal van a proponerse una transformación radical de la universidad.

La democracia en las universidades

Como se agotó el menemismo en la política nacional, se ha agotado el 'shuberoffismo' en el terreno universitario. Esto no trae un cambio sustancial de políticas. Quizás con menores niveles de corrupción y mayor eficacia operativa, al menos la principal universidad del país, la UBA, sigue en tónica de ajuste. Sólo un cambio más fuerte en el clima ideológico de las universidades, que incluya a todos los 'claustros', podría desalojar de modo duradero a los personeros del 'achicamiento' racional y eficiente. Y éstos no dan tan fácilmente el flanco de la corrupción grotesca o de la ineptitud patente.
Pero existen más espacios: Ambitos institucionales con conducción o participación importante de gente de izquierda (o que tiene que parecerlo para defender su legitimidad), muchos más centros de estudiantes con conducciones capacitadas para ejercer una oposición de izquierda... Pero la cuestión fundamental, nos parece, es otra: Plantear la democratización radical de las universidades, terminar con la discriminación en el poder de voto a favor de los profesores titulares y adjuntos... Y a partir de allí, luchar por una democratización 'hacia fuera': Implicación de las universidades con el movimiento social, con las necesidades de las mayorías, adaptación de los planes de estudios y los contenidos a esa orientación... Universidad democrática es universidad autogobernada sin privilegios ni exclusiones, relacionada con los problemas reales de la población y autónoma de los intereses del gran capital.
Y también es universidad con ingreso abierto a las clases populares, por lo que la batalla defensiva contra restricciones al ingreso y arancelamientos debe seguir siendo una prioridad. Una universidad de y para elites, por más radicalizada ideológicamente que esté, corre el riesgo de convertirse en la clásica 'isla', cortejada por las alas más 'liberales' (en el sentido norteamericano) del poder, mientras sus pronunciamientos y acciones sean 'prolijas', y desprestigiada brutalmente (con su propio elitismo como argumento fuerte), cuando intente forzar los marcos de lo permisivo.

Universidad y gran empresa

Como en otros ámbitos, el problema de fondo no es el neoliberalismo sino el capitalismo mismo. Mientras exista en el conjunto social el poder avasallador de la gran empresa, éste se proyectará sobre las casas de estudios: Saboteando la enseñanza y las investigaciones que no le simpaticen, promoviendo determinadas actividades y líneas de trabajo, 'colonizando' carreras y hasta facultades completas, reclamando se priorice la relación entre la universidad y las demandas del mercado de trabajo 'privado', haciendo campañas contra la gratuidad de la universidad pública, al mismo tiempo que se subvenciona a las privadas, buscando de esa manera llevar cada vez más arriba el 'corte' social que ingresa a las facultades. El tema del aquí y ahora es cómo se combaten esas acciones, y el modo de generar otras de sentido opuesto, sin perder nunca la brújula en cuánto a que el estado no es independiente del gran capital, y por tanto depender de la acción gubernamental para detener el avance de los empresarios es una táctica bastante limitada...

La izquierda universitaria

Como en todos los campos de la vida social, creemos que la izquierda en la universidad debe modificar sus modos de organización, su práctica cotidiana, su manera de relacionarse con el estudiantado y los demás sectores, e incluso muchas ideas arraigadas... Un solo ejemplo entre muchos: La forma que han tomado las elecciones estudiantiles, que copian acríticamente (en la práctica, no digo en el discurso), los peores vicios del 'show' electoral a nivel nacional, aburriendo, desconcertando, cuando no generando abierto repudio entre los estudiantes. ¿Qué hace la izquierda para cambiar esas prácticas? Nada sustancial, salvo condimentarlas con larguísimas e inexplicables negociaciones y rupturas sucesivas entre agrupaciones. Arrastra un desprestigio hecho de sentido común conservador y de propaganda mediática contraria, pero también de la propia tendencia a hacer política superficial, demasiado ostensiblemente orientada a la captación de militantes y a la obtención de votos. Los diversos 'independentismos' o 'movimientismos' tampoco han hecho nada demasiado novedoso con el aire que les presta el espíritu antipartidista de muchos estudiantes. Cómo superar la separación entre las minorías militantes y las mayorías a menudo apáticas sigue siendo un problema central. Dirigentes estudiantiles que salgan de las acciones en las aulas y no de la 'vida interna' de agrupaciones y partidos, es un primero y fundamental paso para achicar la brecha.

Intelectualidad de izquierda

La derrota de 1976 marcó a la intelectualidad argentina, la 'caída del Muro' y la hegemonía de la 'posmodernidad' y de las ideas abstractas sobre 'democracia' y 'pluralismo' signaron a la intelectualidad mundial en los años 80' y 90'. Hablar de una intelectualidad de izquierda hoy remite en seguida a pensar en 're-construcción'. Un rearme que tiene varios escenarios necesarios, pero en el que la universidad es uno principal.
Se necesitar recuperar el lugar del marxismo. Y no se puede hacerlo desde la lectura cristalizada. Mucho pasó en el mundo desde que Lenin, Trotsky o Mao murieron. Vivimos en sociedades completamente distintas a las que cobijaron su vida y pensamiento. El marxismo puede y debe combinarse con otras corrientes críticas, revolucionarias, para enriquecer las visiones propias, para incorporar el análisis de campos que solieron escapar a la tradición marxista, para tener mejores herramientas para criticar las experiencias socialistas. Pero también necesita recuperar el hábito de confrontar con lo más avanzado y complejo del pensamiento 'burgués', no sólo con sus repetidores y vulgarizadores; no sólo con los conservadores y reaccionarios sino con los que presumen de 'progresistas'. No se trata de discutir siempre con Huntington o Kissinger, hay que saber hacerlo con Touraine, con Baudrillard, con Sartori, con Giddens, con Beck...
En Argentina vivimos un período de oportunidad creciente para combatir el pensamiento posibilista, y dar la batalla para recuperar la incidencia de la izquierda radical en los ámbitos universitarios e intelectuales en general. Los intelectuales que se alinearon con Alfonsín y con el Frepaso, los que criticaron al 'menemismo' pero en clave 'funcional' al gran capital, están bastante desarticulados. La 'modernización' de la sociedad argentina se fue al tacho de basura. El ocaso del predominio de los radicales y sus satélites en la universidad los deja sin política allí. Algunos migran hacia las universidades privadas (o trasladan a ellas lo fundamental de su actividad), otros se recluyen en sus cátedras renunciando a disputar hegemonía... Pero mantienen el prestigio en el sentido común, el lugar en los grandes diarios, las intervenciones en radio y televisión. El combate en la universidad debe pensarse integrado a una disputa integral por la hegemonía cultural, que a su vez se articula con una lucha ideológica mundial.
Las 'cátedras libres' son buenas, pero la radicalización de las cátedras 'oficiales' ( o la conversión de aquellas en éstas) es aun mejor. Hacer 'resistencia' es la forma de crear espacios para la construcción de un poder diferente, no un modo de eternizarse en políticas defensivas, de pura oposición. Creemos que habría que prooponerse una reforma universitaria radical, que revisara los objetivos, los modos de organización, toda la articulación entre universidad y sociedad, pero a conciencia de que esa reforma radical sólo es posible con una transformación social global, y que esta última depende a su vez de que las clases subalternas construyan desde el llano una nueva hegemonía, punto que hoy aparece todavía lejano.

Nuestra tradición

La antes llamada izquierda tradicional (socialistas y comunistas fundamentalmente), arrastra en el plano universitario una tradición ideológica rica, pero limitada y contradictoria en muchos aspectos, que fue predominante hasta los años 80' y sobrevive en la actualidad: Una visión de la "Ciencia" con impregnaciones positivistas, una idea del progreso científico-técnico muy influida por las prácticas que medían el avance del socialismo en toneladas de acero; mitificación acrítica de la Reforma Universitaria que parecía convertir la democratización formal universitaria en el día del milenio feliz; una concepción de las políticas universitarias en materia de ingreso, currícula y vinculación con la sociedad teñida de la idea de que las empresas públicas y la regulación económica estatal eran poco menos que una avanzada de la revolución; una lectura de Ingenieros, Ponce y otros pensadores siempre provista de lentes lo suficientemente sesgados como para amplificar sus virtudes y esconder sus variadas limitaciones (y hasta algún componente reaccionario disperso por allí). Que más de un 'pequeño ídolo' de la acción universitaria comunista y socialista en décadas pasadas sea hoy corifeo del ajuste en la universidad no es casualidad ni materia exclusiva de defecciones personales, sino un modo de entender aquella vieja política...
Se necesita construir las bases de una política universitaria no meramente 'progresista' sino revolucionaria, de izquierda en sus prácticas concretas y no sólo en su liturgia. Luego de una profunda crisis, hay avances innegables en el modo de pensar y actuar en la universidad, pero lo nuevo dista de predominar plenamente. El sectarismo irredimible, la acción 'instrumental' predominan en varias agrupaciones. Hay que lograr el modo de avanzar juntos los que tienen conciencia de que se requiere superar esas prácticas. Existe un presente de espíritu plural y sin afán vanguardista. Se trata de desarrollarlo