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Argentina: La lucha continúa

14 de noviembre del 2003

Entrevista a Lohana Berkins, coordinadora de ALITT (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual) de Argentina
"Revolucionar el cuerpo y el deseo"

Claudia Korol
Adital

El miércoles 12 de noviembre, a pesar de la intensa lluvia, se realizó desde Congreso a Plaza de Mayo una marcha bajo la consigna "La represión está en todos lados - La resistencia también". La movilización culminó con la presentación de un petitorio al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y al Ministerio del Interior por el esclarecimiento del secuestro y torturas de las que fue víctima Yohana Zacayan el 1° de noviembre luego de finalizada la XII Marcha del Orgullo GLTTTB (Gay Lésbico Travesti Transexual y Bisexual). Yohana, militante del M.A.L. (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación), trabaja en un comedor del M.T.L. (Movimiento Territorial de Liberación), y tiene presentadas cinco denuncias contra la Policía Bonaerense por apremios ilegales.

¿Cuáles son las razones por las que se convocó a esta marcha?

Yohana Sacayan, después de finalizada la Marcha del Orgullo, fue golpeada brutalmente por policías. La compañera fue hospitalizada, y en el hospital recibió un mal trato físico y psicológico. La marcha tenía varias aristas. Por un lado, comprometer a los movimientos populares, piqueteros, de derechos humanos, para que empiecen a tomar estas cuestiones con más claridad. Porque nosotras consideramos que no es un hecho aislado. No es una rencilla más entre policías y travestis. Creemos que es parte de la política de este gobierno de judicializar a compañeros luchadores y luchadoras. Como nosotras como minorías vamos tomando posturas cada vez más generales, no sólo específicas de nuestra comunidad, también nos afecta esta política de manera especial. Otra cuestión era ir al Gobierno de la Ciudad para que se haga cargo de que los malos tratos y la golpiza a la compañera fueron realizados en hospitales que dependen de su Gobierno. Nos llama poderosamente la atención que en el presupuesto que se está debatiendo en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, no sólo se duplicó el presupuesto que se le asignaba a la policía el año pasado, que era de seis millones y se lo llevó a doce millones, sino que se agregó un millón más para adicionales de los policías. El Gobierno sigue apostando a la represión, dándole instrumentos y armas al sistema represor, al brazo armado del Estado que es la policía, y se niega a aprobarnos un proyecto de micro- mprendimiento para dar trabajo a 24 travestis, por ejemplo.

¿Cuál es la situación hoy de las travestis en la ciudad de Buenos Aires y en el país?

En la ciudad de Buenos Aires, como en el país y en Latinoamérica, aún en los gobiernos progresistas, no se ha hecho una revisión profunda de la situación de las travestis. Nosotras seguimos criminalizadas. Es algo que venimos denunciando hace mucho tiempo. Las policías provinciales o municipales tienen el poder de poner normas como edictos policiales -que siempre están basadas en el supuesto "atentado a la moral y a las buenas costumbres"- para reprimirnos y controlar nuestra vida cotidiana. Las travestis seguimos teniendo como única opción de sobrevivencia la prostitución. No se fomenta la participación a través de becas o de programas específicos para que las compañeras puedan acceder a escuelas del Estado. A la hora de los planes asistenciales que tiene el gobierno, como potenciales beneficiarias de esos planes, no encajamos en las categorías de Jefas o Jefes de Hogar No tenemos carga familiar por la cual se supone que el Estado puede darnos un subsidio. La situación sigue siendo de ultra marginalidad. Nosotras hace poquito quisimos sacar la personería jurídica de nuestra asociación, que nos permitiría funcionar legalmente, reconocidas por el Estado, y nos fue negada bajo el argumento fascista que "no contribuimos al bien común".

El episodio con Yohana vuelve a plantear la situación que las travestis sufren en los hospitales públicos, algo que venís denunciando hace tiempo ...

El caso de Yohana Sacayán es bien paradigmático, porque atraviesa todas las instituciones que usualmente son usadas como modo de represión hacia la comunidad travesti: hospitales, policía, justicia. En el hospital nunca se respetó la identidad de la compañera. Aunque visiblemente cuando ella llegó se notaba que era travesti, se le violó el derecho a preservar su identidad, no se le respetaba su derecho personalísimo de ser quien ella era. Se la colocó en sala de varones, se la trataba como varón. Incluso cuando va Diana Sacayan, su hermana -que también es travesti- a averiguar por la situación clínica de Yohana, el médico le empieza a explicar que nosotras en realidad somos varones, porque tenemos genitales masculinos. No había ido la compañera a buscar la construcción de su identidad a ese hospital, sino a averiguar qué tenía su hermana. En el hospital se la maltrató en todos estos sentidos. Además quedó claro que el maltrato no es sólo por su condición de travesti, sino por el deterioro del sistema de salud que hay en el país. Ella estaba alojada en una especie de depósito, en una camita, desnuda, a la vista de todos los varones Era algo así como el gran circo del hospital. No es la primera vez que sucede. Y ese hospital (el Argerich) tiene como antecedente, que en las jornadas del 19 y 20 de diciembre, a los heridos se los colocaba en la Morgue entre los muertos. Ahí fue también maltratado Diego Quinteros, un militante popular, cuando fue detenido herido. Es un Hospital con una historia un tanto siniestra.

Tanto en tu militancia, como en la de Diana o Yohana y otros compañeros y compañeras, se expresa una militancia que no se circunscribe solamente a la lucha contra la discriminación, sino que se entrelaza con otras perspectivas, como la participación junto a las agrupaciones piqueteras, o en las organizaciones políticas de izquierda...

Creo que estamos dando un salto cualitativo muy importante en el tema de la lucha. Si yo hablara diciendo que a Yohana, a Diana, a mí, se nos maltrata, o se nos niegan nuestros derechos sólo por ser travestis, por enunciar una identidad genérica o por cierta práctica sexual, eso en sí no es suficiente. Falta una denuncia más política. Pero, si nosotras no mostramos toda la realidad de lo que somos, si no decimos que Diana y Yohana trabajan en un comedor popular, que hacen el pan para quienes van a comer allá, si no decimos que están estudiando, que reciben un Plan Trabajar; si no se muestra toda esta transversalidad, no nos mostramos en todas nuestras dimensiones. Creo que hay un conjunto de compañeras y compañeros que nos negamos a este recorte de nuestras personalidades, que nos sentimos parte del campo popular, que estamos saltando el cerco del ghetto, que nos oponemos a la industria de la villa gay, o al comercio de ropa para travestis, o la escuela travesti. No queremos ser productos de consumo del capitalismo. No queremos que nuestros cuerpos sean mercantilizados. Nosotras nos hacemos carne de las reivindicaciones del campo popular y también el campo popular se está haciendo cada vez más cargo de nuestras reivindicaciones como travestis.

¿Cómo fue la participación de este espacio dentro de la Marcha del Orgullo?

Nosotras sentimos que la marcha se estaba frivolizando y mercantilizando. Tuvimos una reflexión: ¿cómo demandar ciertos derechos sin estar condicionadas por las imposiciones de quienes auspician la marcha? Ese debate ya viene desde el año pasado, en el que organizamos un espacio dentro de la marcha, que se llamaba la carreta, que tenía algunas definiciones claramente anticapitalistas. Este año dimos un salto no sólo cuantitativo sino cualitativo. Nos reunimos más de 15 organizaciones con nuestras consignas abiertamente de izquierda, y marchamos contra el patriarcado y el capitalismo, por un mundo sin opresiones sexuales, de género ni de clase. Fuimos con consignas y reivindicaciones propias. Si bien la marcha fue una sola, nosotras entendíamos que se estaba perdiendo un espacio político combativo, de resistencia, de articulación con los movimientos piqueteros, y esto fue lo que expresamos. Respetamos a quienes se quieran divertir, a quienes se suben a los camiones que ponen los boliches -aunque después esos mismos boliches no dejen entrar a las travestis-, pero también reivindicamos que pueda haber un espacio en la marcha con esta otra identidad y definición.

El nacimiento de este espacio también tiene que ver con la rebelión del 19 y 20 de diciembre...

Claro. Yo creo que está absolutamente relacionado. Si nosotras seguimos con las viejas prácticas políticas, si no comprendemos lo que sucedió en la Argentina el 19 y 20 de diciembre del 2001, estamos viendo otra película. Yo creo que hubo un 19 y 20. Y no sólo la ciudadanía heterosexual salió a reclamar. Nosotras estuvimos en esas jornadas poniendo el cuerpo, peleando, vociferando contra el estado de sitio, contra el presidente, piqueteando. Fuimos parte de esa rebelión y tenemos que seguir siendo parte de ella.

Entiendo que están produciendo ahora una rebelión mayor, que es el enfrentamiento simultáneo al capitalismo, al patriarcado, pero también a las ideas y sentimientos conservadores que existen tanto en el espacio de la izquierda tradicional, en relación a la diversidad sexual, como en el espacio de la diversidad sexual, en relación a las políticas de izquierda...

Sí, yo creo que cuando hablamos de revolución, lo primero que tenemos que revolucionar es el cuerpo y el deseo. Si nosotras seguimos poniendo el cuerpo y el deseo bajo la lupa de la sociedad burguesa, capitalista, bendecida por la jerarquía de la Iglesia Católica, no avanzamos. El mismo cuerpo que nosotras y nosotros ponemos en la cama, con quienes nos acostamos, es el que pusimos el 19 y el 20 en la calle, en la Plaza de Mayo, en las esquinas, en los barrios, en los cacerolazos, y en todo lo que vino después. Si no nos atrevemos a revolucionar nuestros cuerpos, a la revolución le va a faltar algo. Revolucionemos nuestros cuerpos, desprendámonos de nuestros prejuicios, dogmas, fundamentalismos. La revolución debe ser un acto de amor. La revolución debe ser en la casa, en la cama, en la calle, en las plazas. Además, el fin último de la revolución es la felicidad. Yo no quiero ocultar mi deseo. Quiero amar en absoluta igualdad, con toda libertad, en una plena revolución.