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Argentina: La lucha continúa

Aquí están los desaparecidos

John Argerich

Uno de los principales problemas que acosaron al gobierno militar argentino que usurpó el poder el 24 de marzo de 1976, fue deshacerse de los cuerpos de sus víctimas. Gente torturada y asesinada en los campos de concentración que se extendían por todo el territorio. Muchos han desaparecido para siempre, arrojados al Océano Atlántico o a la profundidad de los lagos de montaña. Como María Dolores, a quien nunca olvidaré. Otros fueron incinerados, y sus cenizas tiradas a la basura. Pero muchos yacen en fosas comunes, donde los camiones militares depositaban su carga siniestra durante la noche. Uno de estos lugares es el cementerio de San Vicente, en las afueras de Córdoba, próximo a un centro de detención clandestina conocido entonces como "Campo de la rivera", en que el autor vivió días de espanto. A la noche se escuchaban gritos y ruido de vehículos pesados. Era la gente que mataban, para deshacerse de sus cadáveres en el cementerio vecino. Allí iban enormes excavadoras militares que abrían tremendas zanjas, las llenaban de muertos, y luego las tapaban con tierra. Trataron de mantener el secreto de sus crímenes, pero entre delincuentes nunca falta un delator. Así tomó estado público la sospecha de que bajo el césped bien cortado del cementerio, había una realidad aberrante. Por fin, las noticias llegaron a entidades defensoras de los derechos humanos, y éstas plantearon el caso a la justicia federal. La jueza Cristina Garzón de Lascano ordenó excavar, en una causa caratulada "Averiguación de entierros clandestinos", y empezaron a aparecer esqueletos de gente sin identificar. Enterrada desnuda, con las manos atadas a la espalda, el cráneo reventado a tiros, huesos rotos, y otras huellas de la barbarie. El Equipo Argentino de Antropología Forense y la Universidad de Córdoba están a cargo de los trabajos técnicos, tendientes a individualizar las víctimas, y la zona se halla clausurada, bajo custodia de la justicia federal.
Para ubicar las fosas comunes, se trabajó con informantes, testigos, o gente que participó de los enterramientos. También se utilizaron fotografías aéreas de entonces, y se las comparó con fotos actuales, lo que permitió ver cómo fue cambiando el paisaje. Se observaron partes que fueron alteradas, y rastros de estructura rectangular, como correspondientes a grandes perforaciones. Eran las tumbas secretas, y allí empezaron a aparecer los muertos anónimos. Creemos que una imagen vale más que mil palabras. Ello nos exime de otros comentarios. Los argentinos no sólo debemos saber lo que pasó. También hay que verlo, como parte insoslayable de nuestra memoria histórica. He aquí las fotos del horror, prueba irrefutable de lo que hizo el terrorismo de estado. Para sus autores, no habrá olvido ni perdón.
© John Argerich
john.argerich@telia.com

Esta tumba colectiva fue descubierta en la localidad de San Vicente, Córdoba. En su interior están los esqueletos de los desaparecidos en esa provincia durante la dictadura. Es la prueba monstruosa e irrefutable de lo que hizo el Terrorismo de Estado. Pedimos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que lo difundan. Los argentinos no solo debemos saber lo que pasó. También debemos verlo. Es parte insoslayable de nuestra memoria histórica. Grupo Escombros.