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Argentina: La lucha continúa

21 de octubre del 2003

Argentina: Cómo domina la clase dominante

Claudio Katz
Enfoques Alternativos
Si comparamos el marco político actual con el paisaje de cacerolas, piquetes y movilizaciones que prevalecía el año pasado es evidente que la clase dominante ha logrado reconstruir sus mecanismos de dominación. Del "que se vayan todos" se ha pasado a un "retorno de la mayoría". Hay caras nuevas de los viejos partidos, pero también han vuelto Ruckauf, Reuteman y varios gobernadores.

Después del pico de la rebelión popular registrado con los asesinatos de Puente Pueyrredón los dueños del poder lograron disolver la revuelta, recurriendo a los mismos mecanismos electorales, asistenciales y discursivos que utilizaron en el pasado para acallar las protestas. Por eso los responsables de la tragedia social ya superaron el pánico a la revuelta, el terror a los piquetes y festejan con alivio la rehabilitación del sistema político.

A diferencia de Duhalde que solo mantuvo en pie un régimen tambaleante, Kirchner ha logrado estabilizar el sistema instrumentando medidas que canalizan las demandas populares y al mismo tiempo recomponen las instituciones cuestionadas por la movilización callejera. El objetivo primordial de sus iniciativas es convertir el repliegue temporario de la lucha en un reflujo general. Para lograrlo elude la represión pero silencia los reclamos y aísla a los sectores más combativos, buscando el desgaste de la resistencia.

El gobierno trata de inducir la resignación de la población frente a la miseria. Busca que los ahorristas se olviden del dinero confiscado, que los desempleados se acostumbren a la mendicidad, que los trabajadores aguanten el sobreempleo y que la juventud desmoralizada abandone las calles. Kirchner incluso desactiva las expectativas existentes en su propio gobierno que puedan derivar en reclamos sociales concretos.

Para que la población adopte una actitud pasiva y espere soluciones sin recurrir a la lucha, Kirchner lleva a cabo una política que incluye ciertas concesiones y muchos gestos encubridores de la continuidad del modelo capitalista que empobreció a la mayoría(1).

RECONSTRUCCIÓN DE UN SISTEMA

La prioridad de Kirchner es reconstruir los pilares del régimen político que eclosionó en diciembre del 2001. Sin esta recomposición no es posible recrear el contexto que la clase capitalista necesita para preservar sus privilegios y ganancias.

Para reinstaurar la autoridad del estado Kirchner comenzó desviando hacia los viejos genocidas el rechazo popular a los políticos, banqueros y empresarios responsables de la catástrofe social. Por eso reabrió los juicios y promovió el retorno de Videla y Astiz a cárceles aterciopeladas y protegidas de la extradición. Como la Obediencia Debida y el Indulto no pudieron quebrar la exigencia democrática de castigo a los represores, Kirchner intenta descomprimir la irritación de la población hacia un sistema que desde hace 25 años garantiza la impunidad de los criminales.

La reapertura de los juicios también apunta a reconstruir el prestigio del ejército y facilitar su participación en los operativos que supervisa el Pentágono. Sin limpiar las cúpulas militares no es posible recrear cierto aval para acciones que incluyen la presencia de "marines" en el país. Kirchner trató de evitar el cuestionamiento a un ejercicio conjunto con los ocupantes de Irak, centrando las objeciones al Aguila III en el grado de impunidad que tendrían los norteamericanos.

La renovación de las cúpulas policiales persigue el mismo objetivo de reconstrucción estatal. Aquí Kirchner intenta contener la "colombianización" del país, porque el poder criminal de la Bonaerense y sus socios amenaza la capacidad de las fuerzas represivas para custodiar los privilegios de las clases dominantes. Sin limpiar la imagen de la policía resulta muy difícil volver a utilizar a los gendarmes contra las movilizaciones populares y expulsar a los piqueteros de las calles.

Para rehabilitar a las instituciones del régimen, el gobierno también induce la renovación de la Corte Suprema, la encarcelación de Maria Julia y el desplazamiento de Barrionuevo, porque después del 20 de diciembre ya no se puede justificar la miseria ostentando riquezas. Para que el jubilado acepte sobrevivir con 200 pesos hay que volver a exhibir algunos corruptos en las prisiones VIP que utilizaron Alderete o Cavallo. Hasta en una medida tan simbólica de recomposición del estado -como es la confección de nuevos documentos de identidad- Kirchner trabaja a dos puntas: anulará un contrato menemista, pero creando una base de datos compatible con el FBI.

EL DOBLE DISCURSO EN TODOS LOS TERRENOS

Para canalizar demandas populares y reconstituir simultáneamente al régimen, Kirchner descarga toda la responsabilidad del colapso económico-social sobre ciertos grupos (privatizadas europeas, Macri, AFJP) y santifica a otros (exportadores, industriales y bancos locales), como si fueran inocentes de lo ocurrido durante la década pasada. Con esta diferenciación disfraza la presencia de ex menemistas (Scioli, Beliz) en su gobierno y encubre su propio pasado como gobernador del PJ y participe directo de la privatización de YPF.

Ha buscado contrarrestar su baja legitimidad electoral inicial con gestos de diferenciación política. Dialoga con las organizaciones piquetereas y distiende los conflictos sociales para desmarcarse del autoritarismo de Dhualde, despliega una agenda hiperactiva para distanciarse de la inutilidad de De la Rúa y sobre todo cuestiona el "modelo de los 90" para presentarse como la antítesis de Menen.

Hasta el momento cuenta con un clima favorable, que en gran parte obedece a la ausencia de expectativas previas. Goza de un prolongado "estado de gracia" porque a diferencia de sus antecesores no está obligado a responder por las promesas de campaña. Llegó al gobierno sin decir nunca lo que haría.

Pero además, en el nuevo contexto antiliberal de América Latina Kirchner busca recrear la adhesión popular, retomando el doble discurso tradicional de los políticos justicialistas. Invita a Fidel y adopta algunas posturas de Chavez, pero no su decisión de renovar el sistema político interno, ni su disposición a confrontar con Bush. Al contrario, estableció una relación de "mucha química" con el ocupante de Irak, que incluye la aprobación de la ley de patentes exigida por los laboratorios norteamericanos y la penalización de los acreedores privados que no cuentan con el favor del FMI. Alienta la presencia de empresas norteamericanas para contrapesar la hegemonía de los europeos en el manejo de los servicios públicos privatizados y acepta negociar el ALCA sin la compañía de los brasileños.

Siguiendo el ejemplo de Lula, Kirchner incorporó figuras progresistas en las áreas de mayor visibilidad (cultura, educación, derechos humanos) para mantener invariable el ajuste económico. Pero como la crisis ya produjo su efecto devastador y desembocó en un ciclo de reactivación, el santacruceño cuenta con mayor variedad de opciones que su par brasileño para preservar ese rumbo. En perspectiva, Kirchner apuesta a lograr una recomposición del sistema que le permita ulteriormente ensayar alguna forma de gestión multipartidaria. Su modelo es Lagos y la concertación que ha gestado la burguesía chilena para usufructuar de un mayor nivel de estabilidad que el resto de Sudamérica.

ALIVIOS INMEDIATOS Y DESEQUILIBRIOS A LA VISTA

Los resultados de las elecciones ilustran el carácter parcial de la reconstitución del régimen. El justicialismo ganó ampliamente los comicios y el "voto bronca" decayó, pero el peronismo está moribundo en la Capital, el voto en blanco obtuvo el segundo lugar en Buenos Aires y un altísimo porcentaje en Córdoba. Además, se ha preservado la gobernación de Santa Fe mediante una fraudulenta ley de lemas.

Como el leve repunte de la UCR no compensa la furibunda paliza sufrida por Moreau y Caram-Artaza es muy improbable que el bipartidismo resucite. El ARI se mantiene en carrera, pero perdió diputados y se diluye como alternativa nacional. Tampoco la derecha neoliberal se perfila como opción de gobierno luego del retroceso de Lopez Murphy y la derrota de Macri y el menemismo busca algún caudillo para frenar su declinación. En síntesis: el sistema político ha vuelto a funcionar pero de manera inconsistente.

La ausencia de recambio a la hegemonía justicialista (mayoría en ambas cámaras y en las gobernaciones) podría agravar esta fragilidad, porque tradicionalmente las disputas por el poder se descontrolaron cuándo la vida política del país quedó reducida a "una gran interna peronista". Debido a estos antecedentes, las divergencias entre Kirchner y Scioli o Dhualde atemorizan a los formadores de opinión del establishment.

Pero este cuarto retorno del peronismo al gobierno es muy diferente a los anteriores. Ya se extinguieron el nacionalismo de los 50, la JP radicalizada de los 70 y también las ingenuas ilusiones que despertó Menen. El justicialismo es actualmente un aparato de punteros huérfano de entusiasmo popular y Kirchner sabe que no puede administrar solo con el verticalismo del PJ, ni tampoco con las concertaciones que predominaron con la Alianza. Por eso busca combinar el justicialismo con la transversalidad hacia la centroizquierda, es decir compartir el aparato con Duhalde y acordar con Ibarra o Binner.

El presidente reflota el intento peronista reformador de los 80 (Cafiero) y también el proyecto de atenuar el régimen presidencialista con mayor contrapeso parlamentario ("Chacho"Alvarez). Pero si aminora el manejo unipersonal para estabilizar el sistema perderá las atribuciones del "gobierno por decreto" que necesita para implementar el ajuste acordado con el FMI. Es por eso muy improbable que avance hacia el parlamentarismo.

El afianzamiento de Kirchner depende de una consolidación de la reactivación que no será sencilla, a pesar del repunte cíclico que está registrando la economía luego de cuatro años de recesión. El desplome del poder adquisitivo ha creado limitaciones inexistentes en el pasado para recrear, por ejemplo, un período equivalente a la convertibilidad.

Pero la afirmación de Kirchner se asienta ante todo en el repliegue de la lucha. Si en lugar de naturalizar la miseria, los trabajadores y desocupados retoman la resistencia, el gobierno afrontará una perspectiva que no encuadra en sus planes actuales. Los voceros del establishment le reconocen al presidente su capacidad para desactivar la protesta social y por eso ya no recelan de su "izquierdismo". Pero lo que han captado los hombres del capital continúa sin percibirlo el progresismo.

DESLUMBRAMIENTO PROGRESISTA

En sus variantes populista y centroizquierdista, todas las corrientes del progresismo aprueban la gestión de Kirchner. El primer sector fantasea con un retorno al camporismo, olvidando que el "flaco de la JP" lleva ya muchos años gobernando al servicio de YPF-Repsol. Por la misma razón que Lula está alejado de Salvador Allende, Kirchner se ha distanciado de la "Patria Socialista". El presidente puede deslumbrar con su informalidad a los nostálgicos de los 70, pero se comporta como un funcionario del sistema. Lejos de actuar como vocero del 20 de diciembre busca diluir las exigencias de esa rebelión. Los elogios de Bush deberían disipar las analogías que algunos establecen con Chavez (M.Bonasso), a menos que se descubra en el invasor de Irak un nuevo aliado del país contra el FMI.

Kirchner es "transversal" pero pertenece al PJ y pacta con Dhualde. Quiénes suponen que "no es peronista" (JP Feinman) no registran su activo aporte para que Ruckauf ingresara en el Congreso. Este sostén afectó incluso directamente a los incondicionales del gobierno (D Ëlia) que conformaron listas autónomas del padrino Dhualde. Se afirma que el presidente "necesita tejer alianzas", como si estas componendas fueran obligatorias y las prebendas se hubieran vuelto aceptables.

El progresismo centroizquierdista aún arrastra el fracaso de la Alianza y sostiene a Kirchner con más desconfianza (E.Carrio). Pero no tiene otra alternativa, porque al igual que la clase dominante han llegado a la conclusión que "solo con el peronismo se puede gobernar" (B.Sarlo).

EL "MAL MENOR" Y LA RESIGNACIÓN

Kirchner es muy diferente a Menen, porque ningún político es igual a otro. Pero esas divergencias no justifican el apoyo que le brinda el progresismo. Los demócratas norteamericanos son distintos a los republicanos, los colorados uruguayos difieren de los blancos y el radicalismo no es análogo al peronismo. Pero estas opciones constituyen variantes de un mismo régimen de opresión y por eso Alfonsin, Menen, De la Rúa y Duhalde se diferenciaron solo por el tipo de padecimientos que le impusieron al pueblo. Además, frecuentemente el candidato progresista provoca una frustración mayor, como lo demuestran Miterrand, Blair o Felipe Gonzalez. Estos gobiernos se encargaron de implementar las medidas antipopulares que los conservadores no podían aplicar.

Se afirma que Kirchner "frena el avance de la derecha", sin notar cuántos derechistas lo rodean en el gobierno. Pero además, esta caracterización presenta una imagen agigantada del peligro represivo, que siempre está latente pero no es una amenaza inminente en la coyuntura actual. La rebelión popular colocó a la defensiva a los represores que perdieron dos batallas: el estado de sitio y la provocación de Puente Pueyerredón. Los artífices de estas agresiones no fueron Patti, Rico, Macri, ni Lopez Murphy, sino De la Rúa y Duhalde, es decir dos exponentes del sistema que actualmente reconstruye Kirchner.

Algunos simplemente defienden al presidente como un "mal menor", sin recordar que esta misma actitud condujo a sostener al radicalismo y a la Alianza. Cuándo el pueblo deposita su confianza en los causantes de sus pesares el "mal menor" se convierte en un "mal mayor", porque se olvida que la obtención de conquistas exige batallar contra todos los males.

Lo más lamentable del apoyo de muchos intelectuales del progresismo al gobierno es la pérdida del sentido crítico. Se dejan arrastrar por la publicidad oficial, ocultan la realidad y defienden el status quo. Y esta conducta en la Argentina de hoy implica convalidar políticamente la miseria y el genocidio social.

* Claudio Katz .es economista, profesor de la UBA, investigador del Conicet. Integrante del EDI (Economistas de Izquierda). El artículo es del 8/10/2003

1- Hemos expuesto nuestro análisis de la situación económica en: Katz Claudio. "El modelo sigue en pie" (septiembre 2003), Ponencia al III Coloquio Latinoamericano de Economistas Políticos [publicado en Inprecor América Latina - núm.15 - 22.set.2003].