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Argentina: La lucha continúa

Polémicas tras la muerte del genocida Galtieri
¿POR QUE LO REIVINDICA EL GENERAL BRINZONI?

Emilio Marin / La Arena

Aunque los medios ni siquiera lo conjeturaran, al morir de cáncer de páncreas el general Leopoldo F. Galtieri casi firmó que la enfermedad que lo llevó a la tumba con honores fue su adicción al alcohol. "Cirrótico" le espetaron los militantes de derechos humanos y debieron aclarar que no era un insulto para los que gustan empinar el codo. Era exclusivamente destinado a los generales que, whisky de por por medio, ordenaban a su tropa hacer desaparecer gente o montar desembarcos malvineros en su propia conveniencia y la dictadura de entonces. El finado fue despedido con pompa, circunstancia, orquesta típica castrense y un discurso del actual jefe de estado mayor del Ejército. La actitud del general Brinzoni disparó una polémica muy interesante.

REPRESOR
Que Galtieri fue un represor de los peores que tuvo la dictadura instalada el 24 de marzo de 1976, surge del detalle de su currícula. Entre 1976 y 1979 fue jefe del Segundo Cuerpo de Ejército con asiento en Rosario, unidad que comprendía la provincia de Santa Fe y todo el litoral. En 1979 fue promovido al Primer Cuerpo de Ejército, políticamente el más importante de los cinco existentes. A fines de ese año saltó a la jefatura del Ejército, promovido por su superior Roberto Eduardo Viola, a quien traicionó en diciembre de ese año al deponerlo como dictador.
Según la investigación de la CONADEP, en Rosario funcionaron muchos centros clandestinos de exterminio de prisioneros políticos. Entre otros, la Fábrica de Armas Domingo Matheu, el Batallón 121, la seccional 14 de Policía, el Aeropuerto de Fisherton y la Jefatura de Policía. En Santa Fe y localidades de la provincia hubo otros 15 similares. En las afueras de Rosario el Segundo Cuerpo montó por directiva de Galtieri una cárcel ilegal. Se llamó "Quinta de Funes" y fundamentalmente estaba destinada a exterminar a militantes montoneros. Galtieri perdió allí una batalla importante, tras pactar con el oficial montonero Tulio "Tucho" Valenzuela que éste viajaría a México y atraería a una cita mortal a la cúpula de la organización. Valenzuela, pese a tener como rehén a su mujer embarazada de mellizos en Funes, viajó hasta el Distrito Federal y allí denunció la maniobra galtierista. La operación fue llevada a la novela por Miguel Bonasso, en "Recuerdo de la muerte".
Esa derrota del represor pudo competir en humillación con su única victoria de ese tiempo: la desaparición en Rosario de un matrimonio de ciegos (Emilio Etelvino Vega y María Ester Rabelo). Fuerzas de Ejército y Gendarmería secuestraron a los cónyuges, además de robarle y usurparle la vivienda de Santiago 2815. Esto inspiró a Osvaldo Bayer a escribir el 5/12/92 una excelente contratapa de Página/12: "La mirada de los ciegos".

IMBECIL
Envuelto quizás en los vahos del alcohol pero con seguridad en los anillos ideológicos de la doctrina de la seguridad nacional que mamó durante décadas en la fuerza, Galtieri buscó siempre servir a Washington. Lo hizo desde que a los 20 años egresó como subteniente de infantería y poco después fue seleccionado para hacer un curso de oficial en la Escuela de las Américas. La institución fue conocida como "Escuela de Dictadores" desde que funcionaba en la zona del Canal de Panamá. Por allí pasaron Galtieri, el boliviano Hugo Bánzer Suárez, el salvadoreño Roberto D'Abuisson y otros expertos en dar golpes de Estado y formar "escuadrones de la muerte".
A nuestro personaje no siempre le fue bien en el Norte. En un libro de tres periodistas sobre Malvinas se consignó que "becado en 1960 por el Ejército norteamericano para hacer un curso de ingeniería avanzada _su especialidad militar_ fue el único del grupo de becarios latinoamericanos que lo reprobó. Cualquier oficial de Ejército sabe lo difícil que es fracasar en estos programas de intercambio entre los Ejércitos, diseñados para `fortalecer los lazos entre las instituciones' antes que para mejorar la capacidad profesional de los militares de la periferia" ("Malvinas, la trama secreta", Cardoso-Kirschbaum-Van der Kooy).
A despecho de esos traspiés, el hombre mediocre no se amilanó y fue ascendiendo en el Ejército hasta que llegó a la jefatura del Ejército en reemplazo de Viola. Desde allí intensificó los vínculos con militares y funcionarios estadounidenses. Eran los años en que Ronald Reagan y George Bush (padre) libraban su guerra contra "el imperio del mal" con capital en la lejana Moscú pero sobre todo querían derrocar al gobierno sandinista en la cercana Managua.
Y ese fue el rol que el militar ofreció a sus contactos de Washington: el Ejército argentino adiestraría a "contras" nicaragenses y otros contrarrevolucionarios hondureños y guatemaltecos. En agosto y noviembre de 1981 Galtieri hizo dos viajes claves a Estados Unidos y su oferta fue aceptada. En la segunda oportunidad incluso lo recibió el vicepresidente Bush y fue colmado de elogios por el comandante en jefe del Ejército yanqui, general Edward Meyer; el secretario del Pentágono, Caspar Weinberger y el asesor de seguridad nacional, Richard Allen. Este último fue el que, a la salida de una cena en la embajada argentina, declaró que el general argentino tenía "una personalidad majestuosa".
Tras esos arreglos por debajo de la mesa respecto a América Central, Galtieri desbancó a Viola de la presidencia. Y comenzaron sus reuniones con el general y embajador itinerante Vernon Walters, ex subdirector de la CIA, con vistas a formar una OTAN en el Atlántico Sur. En ese momento el general que se creía majestuoso se hizo la idea de que si ocupaba las Malvinas contaría con la neutralidad benévola de EE.UU.
En eso fue un imbécil. Entre el 2 de abril de 1982 y el 14 de junio de ese año _cuando el general Mario B. Menéndez firmó la rendición incondicional ante el general Jeremy Moore_ murieron unos 650 soldados nuestros. Desde entonces se suicidaron, olvidados y despreciados, otros 200 ex combatientes. En cambio el dictador que los condujo a la muerte siguió siendo invitado a las ceremonias en el Edificio Libertador. No lo abatió una bala británica ni una suya propia. Sucumbió ante la gradación del justiciero "Hiram Walker", que le perforó el hígado y el páncreas.

FUE REIVINDICADO
La muerte del ex dictador fue festejada por muchas personas, especialmente ex presos políticos que difundieron por medios electrónicos una poesía de Mario Benedetti, alusiva a esos personajes (ver aparte).
En cambio el jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, ordenó un funeral con honores propios del grado de teniente general que Galtieri ostentaba en condición de retirado. Brinzoni no se limitó a eso, que justificó en los reglamentos castrenses, sino que pronunció un discurso donde reivindicó al genocida.
Dijo de él: "el Ejército despide a uno de los comandantes en jefe. En épocas de convulsión y desencuentros, actuó y decidió según sus convicciones. Su gestión ya está en la historia". O sea que valoró al muerto como "comandante en jefe", yendo más allá de un homenaje a un general. Asimismo embelleció a la dictadura -presentándola como una época de "convulsión y desencuentros"- y remitió la gestión del ex represor a la historia, sin ponerle un aplazo. En otro párrafo, aseguró que el genocida "enfrentó con entereza dificultades y cumplió como un soldado disciplinado todas las órdenes y políticas institucionales dictadas por el Ejército".
En realidad, debió decir que en setiembre del año pasado Galtieri fue detenido por el juez Claudio Bonadío en la causa donde se investiga la desaparición de 18 militantes montoneros. El orador omitió también que su homenajeado tenía desde 1997 orden internacional de detención emitida por un juez español, que lo consideró responsable de las desapariciones de tres ciudadanos de esa nacionalidad (Víctor Labrador, su hijo Palmiro y su nuera Edith Koatz). Los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa no tramitaron los pedidos de extradición, con lo que el reo pudo zafar de la Audiencia Española pero debió quedarse en su casa. Otro reclamo de extradición vino desde Italia, en marzo de 2001, por muertes de ítalo-argentinos durante el "plan Cóndor" de las dictaduras del Cono Sur. Tampoco prosperó pero eso no podía dar pie al homenaje institucional del Ejército a semejante personaje. Los organismos de derechos humanos estimaron que en la órbita del Segundo Cuerpo de Ejército hubo unas 8 mil desapariciones entre 1976 y 1979.

¿EN QUE FALLA VERBITSKY?
Tras aquellas palabras obsequiosas en el sector militar de la Chacarita, hubo muchas críticas. Incluso organismos de derechos humanos y algunos legisladores pidieron a Eduardo Duhalde que diera de baja al jefe castrense, lo cual por supuesto cayó en saco roto. Entre los periodistas que más criticaron al orador estuvo Horacio Verbitsky, quien el 13 de enero hizo declaraciones en "La información" y firmó un artículo, "Historia", en Página/12 del día siguiente.
La crítica de Verbitsky al general Brinzoni fue sólida, en particular al recordar que el entonces capitán era secretario de gobierno de la intervención militar de Chaco cuando, el 13 de diciembre de 1976, se produjo la masacre de Margarita Belén. Allí fueron fusilados 22 presos políticos sacados de la Unidad Penitenciaria nø 7 de Resistencia por fuerzas integrantes de la Brigada VII de Infantería. De esta unidad dependía el Grupo de Artillería VII que integraba ese capitán antes de pasar a desempeñarse como ministro de gobierno provincial.
Dijo bien Verbitsky en el programa de Luis Majul que el actual mandamás del Ejército, al defender al fallecido, se estaba defendiendo a sí mismo. Es que las unidades recién mencionadas eran parte del Segundo Cuerpo de Ejército. Defender la supuesta constitucionalidad de las leyes del perdón no era sólo para explicar porqué el muerto conservaba el grado militar y se hacía merecedor al panteón militar. También, y fundamentalmente, dejaría impunes las masacres como la de Margarita Belén, beneficiando a quien pronunció el discurso fúnebre.
Pero hay una cuestión muy importante donde Verbitsky está equivocado. Se empeña en presentar al jefe del Ejército como "un militar del pasado", como si estuviera aislado en medio de una amplia corriente de oficiales democráticos, jóvenes, modernos y descomprometidos con la pasada dictadura. Si Brinzoni fuera uno de los "dinosaurios" estilo Cristino Nicolaides no se explicaría porqué el general Martín Balza, el llamado general "de la democracia" tan elogiado por el columnista de Página/12, lo propuso como su sucesor. Si Brinzoni estuviera tan aislado, ¿cómo se explica que pudiera reunir en 2001 las firmas de 600 oficiales para intimar a los organismos de derechos humanos a que les entregaran las denuncias obrantes en su contra, en uso intimidante del habeas data?.
Al decir que el general es un hombre del pasado, el autor de "Robo para la corona" y titular de CELS está diciendo menos de la mitad de la verdad. Es verdad que con lo de Margarita Belén, aquél está ligado al pasado. Pero lamentablemente a la vez es parte del presente, por su conducción de un ejército que participa en ejercicios combinados con boinas verdes yanquis en "Cabañas I y II", que está de acuerdo -como Galtieri en su momento- en intervenir en operaciones militares internacionales conducidas por generales norteamericanos, que no descarta el uso de las tropas para reprimir el conflicto social interno, etc. En estos aspectos, plegado a las necesidades de la administración Bush y el "plan Colombia", Brinzoni es para nuestra desgracia un militar del presente (y no sólo del pasado). Según como curse la crisis política argentina, en caso de un eventual golpe cívico-militar, hasta podría ser cierto futuro.
El lúcido Verbitsky yerra en este tema. Hace dos años, en un reportaje concedido a la revista "Tres puntos", vaticinó que "El futuro de Brinzoni son las pantuflas". Pero en vez del retiro, el general acusado por los fusilamientos de Chaco sigue con las botas puestas. Alguna explicación debe haber.
EMILIO MARIN