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Argentina: La lucha continúa

Nunca hubo tanta pobreza e indigencia en el Gran Buenos Aires

Más de la mitad afuera de la mesa Los planes Jefas y Jefes de Hogar sirvieron para atenuar el desempleo, pero resultaron totalmente insuficientes para paliar la pobreza y la indigencia.
Los 150 lecops que reciben los beneficiarios empalidecieron frente al aumento de la canasta básica de alimentos.
La pobreza extrema se apodera de amplias zonas del segundo cordón urbano bonaerense.

Por David Cufré

En la Capital Federal y en el conurbano bonaerense la pobreza nunca había sido tan alta como en septiembre pasado, cuando el Instituto de Estadística y Censos realizó su última medición. La indigencia también es record en el Gran Buenos Aires y alcanza niveles astronómicos en el segundo cordón. El único dato que refleja una mínima mejora en medio de un panorama desastroso es la caída de 6 décimas en la indigencia en la Ciudad de Buenos Aires en relación a abril. Pero ni aun quien quiera detenerse en esa cifra podrá disimular la gravedad de estos indicadores sociales, dado que se trata de la segunda peor marca de la historia. La promesa de Eduardo Duhalde de acabar con la indigencia mediante el Plan Jefas y Jefes de Hogar no se ha cumplido.
El principal programa social del Gobierno apenas evitó que los resultados fueran peores, pero la indigencia no sólo no disminuyó sino que aumentó.
A pesar del veranito financiero, el relevamiento del Indec en la región metropolitana pone en evidencia que la situación social no ha parado de agravarse. Los datos son en todos los casos peores que en abril pasado, salvo el de la indigencia en Capital Federal. La segunda conclusión es que se trata de una situación inédita, que se repite con mayor o menor intensidad en el resto del país. El 54,3 por ciento del aglomerado Buenos Aires es pobre. Es decir, más de la mitad de la población se encuentra en esa condición, contra el 49,7 por ciento de abril último. De aquel total, no alcanzaba a juntar los 104,9 pesos que necesita un adulto por mes para comprar una canasta básica de alimentos el 24,7 por ciento, que por tanto quedó debajo de la línea de indigencia.
El recorrido de la indigencia en el último año muestra un crecimiento impactante. De 12,2 por ciento en octubre de 2001 saltó a 22,7 en abril pasado y de ahí a 24,7. El director del Indec, Juan Carlos Del Bello, precisó que si no se hubiera puesto en marcha el Plan Jefas y Jefes de Hogar la indigencia habría trepado al 27 por ciento. El mérito del programa, entonces, fue haber detenido la velocidad de la subida. En relación a la pobreza prácticamente no tuvo incidencia, dado que sin el plan el índice hubiera sido de 54,7 por ciento, en lugar de 54,3. Sin embargo, el Gobierno se detuvo en otro costado del programa, que le reporta alguna ganancia política, y es que fue importante para achicar los niveles de desempleo.
Como se ve, que haya bajado la desocupación no impidió que la crisis social se agudizara.
El aumento de precios de los productos que componen la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y la Canasta Básica Total (CBT, que incluye bienes y servicios como vestimenta, transporte, educación y salud) explica el incremento de la indigencia y de la pobreza. Los 81,7 pesos que requería un adulto en abril pasado para comprar una CBA pasaron a 104,9 en setiembre, y los 193,7 pesos que necesitaba para adquirir una CBT subieron a 231,7. El ingreso promedio en los hogares indigentes subió de 145 a 218 pesos, gracias a que el Plan Jefas y Jefes elevó el piso. Pero todavía está lejos de los 408 pesos que requiere una familia tipo para comprar una CBA. Exactamente, en valores promedio, los ingresos todavía tendrían que subir casi al doble.
La pobreza y la indigencia empezaron a trepar en octubre de 1998, cuando comenzó la recesión. En rigor, desde que tocaron el piso de los últimos 15 años en mayo de 1994 (con 16,1 y 3,3 por ciento, respectivamente) siguieron una marcada tendencia ascendente. El caótico derrumbe de la convertibilidad llevó las cosas al extremo actual. Extremo que parece insoportable en el segundo cordón del conurbano bonaerense. En los partidos de Almirante Brown, Berazategui, Esteban Echeverría (incluye Ezeiza), General Sarmiento (José C.
Paz, Malvinas Argentinas y San Miguel), Florencio Varela, La Matanza, Merlo, Moreno, San Fernando y Tigre el 74,4 por ciento de los ciudadanos son pobres. Esto es, 3 de cada 4. Y de ellos, el 38,9 por ciento son indigentes.
Es muy notoria la diferencia con el primer cordón del conurbano y, sobre todo, con la Capital Federal. En los partidos de Avellaneda, General San Martín, Lanús, Lomas de Zamora, Morón (incluye Hurlingham e Ituzaingó), Quilmes, San Isidro, Tres de Febrero y Vicente López las personas pobres son el 51,7 por ciento del total. Y los indigentes el 19,8, casi la mitad que en el segundo cordón. En la Ciudad de Buenos Aires, la pobreza asciende al 21,2 por ciento (30 puntos menos que en el primer cordón y 53 menos que en el segundo). Y la indigencia se ubica en 5,7 por ciento, por debajo del 6,3 de abril. Como se mencionó más arriba, este es el único indicador que desciende de todos los que presentó el Indec.
La información que entregó ayer ese organismo sólo refleja la evolución cuantitativa de la crisis social. Que 3 de cada 4 personas del segundo cordón sean pobres dice mucho, pero como disparador para entrar a comprender el problema. Los pobres en la región metropolitana son 6.671.841, y de ellos 3.034.889 son indigentes. El Plan Jefas y Jefes de Hogar alcanza a 1,8 millón de personas en todo el país, y si bien existe una gran cantidad de programas sociales a nivel nacional, provincial y municipal, es claro que la cobertura es insuficiente. En el último año la cantidad de pobres aumentó en 2.377.113 personas, de los cuales 624.345 se anotó en el último semestre. El ejército de indigentes, en tanto, incorporó a 1.554.785 personas en un año, y de ellos 272.753 ingresaron entre abril y septiembre. Quizás para completar un cuadro tétrico falta decir que estos niveles de pobreza e indigencia difícilmente caerán en el corto plazo